Marruecos, nuestro querido enemigo

MARRUECOS, NUESTRO QUERIDO ENEMIGO

Marruecos siempre ha considerado a España como su enemigo natural e histórico, habiendo numerosos ejemplos y capítulos a lo largo de la historia de una aversión que se va incubando mucho antes de su nacimiento como nación en el siglo XX

por Ricardo Angoso

Desde las guerras del Rif, en que nos degollaban y arrancaban las orejas de nuestros caídos para después exhibirlas como un manojo de llaves colgado en sus cinturones, hasta la toma de la isla de Perejil, Marruecos siempre se ha caracterizado por su aversión y enemistad casi enfermiza hacia España, pudiéndose catalogar a la misma como una política de Estado. Las guerras con Marruecos comenzaron a mediados del siglo XIX y se puede decir, casi sin temor a equivocarnos, que todavía no han terminado y que entre el pasado y el presente, como si hubiera un hilo conductor entre nuestros conflictos, el odio y el resentimiento hacia nuestra país siempre ha estado presente en las relaciones entre ambos países.

Solamente la relación etílico-fraternal entre el difunto monarca y sátrapa Hasan II (1961-1999) y nuestro ahora rey emérito Juan Carlos I evitaron que los contenciosos nunca acabasen en ruptura y sonado divorcio, algo que, sin embargo, no pudo continuar con el nuevo rey de Marruecos Mohamed  VI, siempre distante y frío en sus relaciones con el antaño “hermano” de su padre y con Felipe VI. Nos han despreciado en numerosas ocasiones, como recientemente cuando cancelaron una cumbre con el gobierno de Pedro Sánchez sin explicación creíble alguna, y nunca sintieron ningún respeto, ni político ni diplomático, hacia España, algo muy diferente a lo que les ocurre con Francia, país al que los moros reverencian y respetan como buenos cipayos que son de su antigua metrópoli. 

La historia de las relaciones entre España y Marruecos es un largo anecdotario de guerras, desencuentros, conflictos, ola migratorias ilegales, desconfianza mutua y recelo desde tiempos casi inmemoriales. Desde las primera gran guerra con Marruecos de 1859-1860, pasando por las de principios de siglo y el desastre de Anual, en 1921, no hemos tenido en casi ningún periodo de nuestra historia una cierta tranquilidad con nuestros vecinos. 

Sus reclamaciones permanentes sobre las ciudades de Ceuta y Melilla -que nunca le pertenecieron porque Marruecos simplemente nunca fue una nación hasta el siglo XX-, su atizamiento permanente de las fronteras, el envío organizado y tolerado desde sus territorios de miles de inmigrantes ilegales, algo que en otro país le hubiera costado una guerra o, al menos, un conflicto, y la sombra de la sospecha de que los servicios secretos de nuestro vecino pudieran estar detrás de algunas acciones terroristas, junto con otros asuntos que darían para un buen catálogo de agravios a nuestra nación, constituyen los mejores argumentos para justificar el título que encabeza esta nota.

DE SIDI IFNI A LAS ISLAS PEREJIL

Por ejemplo, apenas unos meses después de que España abandonara el protectorado español en Marruecos, situado en el Norte del país, concretamente en la región del Rif, Rabat inició una ofensiva militar, en 1957, por intentar recuperar la provincia española de Sidi Ifni. Los españoles, que inicialmente se vieron desbordados porque buena parte de su personal de tropa y policía era personal local, que rápidamente traicionaron a España y cambiaron de bando, siguiendo las rancias tradiciones marroquíes, dieron la batalla y, nuevamente, derrotaron a los moros, que salieron huyendo despavoridos tras los primeros disparos. Su cobardía es tan innata como su consabida felonía. 

Cuando intentaron ocupar la isla de Perejil, repleta de cabras y cabreros, moros y escarpados senderos, los marroquíes no se andaron por las ramas y pretendían infligir al gobierno de Aznar una severa derrota para humillarlo con un nueva suerte de derrota de Annual en versión moderna. La rápida y contundente respuesta del ejecutivo de Aznar, ocupando militarmente la isla, humilló a los atrevidos marroquíes y sirvió para poner los puntos sobre las íes que se dice vulgarmente, dejando las cosas en su sitio original y dando la única salida al conflicto que esta gente entiende: la Ley de la fuerza.

Ahora, Marruecos, sabedora de que nunca nos derrotará por las armas, ha comenzado una nueva invasión de nuestro país y no causalmente por las Islas Canarias, un territorio que siempre consideró oficialmente como suyo y que incluso incluye en los mapas  del país sin que ello haya concitado, siquiera, la protesta oficial de España. El Reino de Marruecos tolera, alienta y permite que miles de pequeñas embarcaciones salgan todos los días -incluso a plena luz- desde sus costas con destino a España, pero especialmente a Andalucía y a las Islas Canarias, en una estrategia clara por desestabilizar a nuestro país, islamizarnos poco a poco, en una guerra de baja intensidad  pero que va dando los resultados esperados y programados, y provocando en nuestro país un malestar creciente para que así las autoridades marroquíes puedan desprestigiarnos en la escena internacional, acusándonos de de “xenófobos” y “racistas”, algo habitual en los medios de comunicación marroquíes y en la jerga política oficial de nuestro encantador vecino. Nuestro enemigo sigue acechándonos a pesar de que este inútil gobierno les ampare y les defienda. 

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