En recientes declaraciones a una emisora del ejército, el ministro de Defensa de Israel, Ehud Barak, formuló la siguiente pregunta: “¿Habría intervenido Europa en Libia si Muamar Gadafi hubiera contado con armas nucleares? ¿Hubiera derrocado Estados Unidos a Saddam Hussein si éste hubiera contado con armas nucleares?” Por supuesto, todos conocen la respuesta.
Gadafi decidió abandonar su programa atómico en 2003, y terminó asesinado por milicias enemigas hace algunas semanas. Hussein puso fin a su programa de armas nucleares en la década del noventa, y terminó ahorcado. Ahora la intención, tanto de Israel como de Estados Unidos, es evitar que Irán cuente con armas atómicas, para poder eventualmente derrocar su régimen sin que exista el peligro de un holocausto nuclear.
Y la ofensiva avanza en varios terrenos. Hay una guerra cibernética para retrasar el programa de enriquecimiento de uranio de Irán, y una guerra clandestina en que son asesinados algunos científicos nucleares. A eso se suma ahora la amenaza de un bombardeo aéreo a instalaciones nucleares iraníes que podría poner al Medio Oriente al borde de una guerra regional.
Pero el gobierno de Mahmoud Ahmadinejad no parece estar dispuesto a seguir la suerte de Gadafi y de Saddam, y se propone arrastrar a otros en una eventual caída.
LA HORA SE ACERCA
El pasado 6 de noviembre, el presidente de Israel, Shimon Peres, declaró al periódico israelí Hayom: “La posibilidad de lanzar un ataque militar contra Irán es más factible que una opción diplomática”.
El presidente iraní reconoció la gravedad de la amenaza, y dijo que Estados Unidos e Israel “intentan acopiar respaldo internacional para un operativo militar a fin de frenar” la creciente influencia de Irán.
El incremento de la tensión se atribuye al informe que será divulgado por la Agencia Internacional de Energía Atómica el miércoles (estamos escribiendo este despacho el martes).
De acuerdo a algunos informes que han trascendido, en el caso de Irán la AIEA cesará de mencionar programas atómicos de uso dual esto es, que pueden servir para fines pacíficos o militares y se concentrará en las “posibles dimensiones militares” del programa iraní.
AJUSTES DE CUENTAS
En los dos últimos años, el complejo Dimona en el desierto del Neguev, en Israel, donde se concentra el arsenal atómico de Israel, dedicó parte de sus energías a desarrollar un virus de computadora que demoró los planes nucleares de Irán, informó The New York Times.
El virus Stuxnet, un proyecto conjunto israelí-estadounidense, ingresó en centrifugadoras nucleares en la planta atómica iraní de Natanz y dañó los intentos de enriquecer uranio. El diario dijo que el virus “acabó con la actividad de una quinta parte de las centrifugadoras nucleares iraníes y contribuyó a posponer, aunque sin destruir, la capacidad de Teherán de fabricar armas nucleares”.
El ataque contra las centrifugadoras nucleares iraníes fue seguido con ataques contra los científicos iraníes encargados de programarlas.
Hace un año, Majid Shahriari, un científico nuclear de la universidad Shahid Beheshti, en Teherán, viajaba junto con su esposa en su automóvil, rumbo a su trabajo, cuando un motociclista se colocó junto a su vehículo y “pegó” en la puerta un dispositivo magnético. Segundos después, se registró una gran explosión, que mató a Shahriari, e hirió a su esposa.
Veinte minutos más tarde, en otra parte de Teherán, un ataque casi idéntico estuvo a punto de acabar con la vida de Fereydoon Abbasi, otro científico nuclear.
Pero Abbasi, que cuenta con entrenamiento militar, descubrió de inmediato lo que estaba ocurriendo, y logró sacar a su esposa del automóvil antes que se convirtiera en una bola de fuego. Ambos sufrieron quemaduras.
El gobierno de Irán acusó de las “bombas pegajosas” al Mossad, el servicio de inteligencia israelí.
Tal vez para demostrar que los iraníes no se dejarán arrastrar por el pánico, una vez Abbasi se recuperó de sus heridas fue designado director del programa de energía atómica de su país.
LA SOLUCIÓN FINAL
En los últimos días, la prensa israelí ha publicado numerosos informes señalando la inminencia de un ataque de la fuerza aérea del Estado judío contra instalaciones de enriquecimiento de uranio en Natanz, principal planta de fabricación de combustible nuclear en Irán, así como contra otros objetivos.
A su vez, varios ministros del gabinete del primer ministro Benyamin Netanyahu han culpado de la filtración de los informes a Meir Dagan, ex jefe del servicio de inteligencia Mossad.
Tras abandonar el cargo, Dagan acusó a Netanyahu de conducta irresponsable, señalando que una acción militar no causará suficiente daño a instalaciones nucleares iraníes, y amenaza con iniciar una nueva guerra en el Medio Oriente en la cual Israel no saldrá muy bien parada.
Dagan indicó que mientras dirigió el Mossad, tanto él como altos funcionarios de agencias de espionaje y de las fuerzas armadas, lograron disuadir a Netanyahu de lanzar ataques contra Irán. Pero ahora, casi todos esos funcionarios han abandonado sus cargos, y quienes los han reemplazado se inclinan hacia una solución militar.
Quizás una de las razones del gobierno israelí para planear un ataque es el reciente anuncio de Irán de que está mudando buena parte de su producción de uranio a un enorme bunker subterráneo bien protegido cercano a la ciudad sagrada de Qum, donde vivía el ayatola Rujola Jomeini antes de la Revolución Islámica.
Un alto funcionario norteamericano dijo hace poco que los israelíes temen que una vez la producción de uranio se lleve a cabo cerca de Qum, ya no habrá posibilidad alguna de eliminar el peligro de un Irán dotado de armas atómicas.
En caso de un bombardeo a Irán, Israel podría contar con aliados. El periódico londinense The Guardian informó que las fuerzas armadas británicas están acelerando sus planes de contingencia para una eventual acción conjunta con Estados Unidos a fin de “atacar con misiles algunas importantes instalaciones iraníes”.