La Turquía del “sultán” Erdogan se extiende por el Cáucaso

TURQUÍA COMIENZA SU EXPANSIÓN IMPERIAL NEOTOMANA EN EL CAUCASO TRAS LA DERROTA DE ARMENIA EN LA GUERRA CONTRA AZERBAIYÁN

por Ricardo Angoso

“En el inicio de la guerra entre Armenia y Azerbaiyán, en septiembre de 2020, estuvo implicada Turquía. El apoyo del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, a Azerbaiyán fue esencial. En julio de 2020, el mandatario turco subrayó durante su discurso que Turquía estaba llamada a terminar con el trabajo que iniciaron sus ancestros”, asegura el periodista argentino Leo Moundjian, textigo del conflicto entre azeríes y armenios por el dominio del enclave de Nagorno-Karabaj.

Seguramente Erdogan se refería al genocidio armenio y con estas palabras inquietantes pretendía amenazar a Armenia con nuevas guerras y conflictos siguiendo la estela de los genocidas que en el siglo XX asesinaron a casi dos millones de armenios. El pasado imperial otomano está más presente que nunca antes en la nueva Turquía del “sultán” Erdogan.

Armenia ha perdido aproximadamente más del 60% de los territorios que ocupaba a Azerbaiyán desde la primera guerra del Cáucaso (1991-1994), habiendo tenido que devolver la “franja de seguridad” que rodeaba al disputado enclave de Nagorno-Karabaj y algunos territorios del mismo  que le fueron arrebatados por los azeríes en el campo de batalla, como la emblemática ciudad de Shushi y numerosos pueblos y aldeas.

Las razones de la derrota de Armenia en la reciente guerra del Cáucaso tienen mucho que ver con la superioridad tecnológica y técnica de Azerbaiyán en los campos de batalla junto con el factor sorpresa. Esta victoria azerí, con humillantes concesiones por parte de los armenios, tiene consecuencias geoestratégicas bien claras, como el reforzado papel que obtienen Turquía y Rusia en la región.

Azerbaiyán se había armado hasta los dientes en los últimos años, aprovechando su bonanza económica a merced de su potente industria petrolera y sus buenas relaciones con Rusia, Turquía e Israel, y estaba bien preparada para la guerra. Los azeríes habían comprado para librar esta batalla contra los armenios helicópteros T129 turcos, aviones F-16, 36 sistemas Smerch rusos, varias baterías de Polonez bielorrusas, drones de última generación Bayraktar TB-2 fabricados en Turquía,  21 T-300 Kasirga también turcos y misiles balísticos israelíes LORA, un ingente material listo para una guerra quizá de larga duración y destinada a recuperar unos territorios que siempre ha considerado suyos, aunque le fueran entregados injustamente y sin ningún criterio racional y étnico en los años veinte del siglo pasado.

Otro aspecto fundamental en este conflicto, y novedoso también, ha sido la integración del apoyo de fuego terrestre y los drones, que cobran gran importancia en la guerra moderna, algo que ya se había probado con suerte en Siria por casi todos los bandos en liza. Las Fuerzas Armadas de Azerbaiyán, asesoradas y armadas por Turquía y Rusia, dos naciones que desarrollaron “complejos de artillería y drones” durante sus expediciones a Siria, han surtido de estos sofisticados drones a los azeríes para dar la batalla definitiva a los armenios.

El periodista argentino Leo Moumdjian habló con varios soldados implicados en la breve contienda, quienes le contaron que muchos militares armenios murieron sin llegar a las trincheras porque sucumbieron al ataque de drones silenciosos. Según relata el argentino, para los soldados en las trincheras no había enemigos: solo ataques con drones, cuya efectividad quedó demostrada en esta guerra y que seguramente marcará un antes y después en la historia de los conflictos bélicos.

Pero también Israel ha tenido un papel muy destacado en la guerra, dotando de sofisticados drones a las fuerzas de Azerbaiyán, como las municiones israelíes de “holgazanería”, o los llamados “drones kamikazes”, que han  estado en un primer plano en este conflicto. A diferencia de otras líneas de sistemas aéreos no tripulados, los “drones kamikaze” llevan una ojiva inclinada sobre la plataforma.

Armenia desarrolló una guerra convencional, con menos medios técnicos y tecnológicos, mientras que Azerbaiyán gozaba de una ventaja tecnológica clara  y combinó la guerra con drones con una sólida capacidad de combate; la campaña ofensiva ha tenido que utilizar conceptos y armamento tradicionales para mantener los territorios ocupados. Fue una guerra abrumadora  de desgaste impulsada por aviones no tripulados junto con otros elementos de la guerra convencional, como tener la capacidad para limpiar, mantener y denegar territorios al enemigo como factores cruciales en la batalla. Así las cosas, y ya perdida la contienda, Armenia tuvo que aceptar unas duras condiciones para evitar una derrota mayor y la conquista de todo el territorio del enclave de Nagorno-Karabaj por parte de los azeríes, algo que hubiera supuesto un revés mucho más grave del ya sufrido.

FUERZAS DE PAZ RUSAS PARA EL INCIERTO FUTURO PARA NAGORNO -KARABAJ

El acuerdo firmado entre las tres partes, pues Rusia es garante de los mismos, prevé un una unidad de mantenimiento de la paz de supervisión de lo rubricado que consta de 1.960 soldados, 90 vehículos blindados de transporte de personal, 380 vehículos y equipo especial de la Federación de Rusia. De esta forma, Rusia seguirá manteniendo su capacidad de influencia en la región del Cáucaso y vuelve a mostrar a las claras que es el único actor que puede presionar a las dos partes para que cesaran sus combates, aunque ha quedado claro que su apoyo a Armenia tenía ciertos límites y que, a última hora, dejando a los azeríes avanzar casi sin resistencia sobre el territorio controlado por los armenios, Moscú no movió sus fichas por evitar la humillante derrota de Armenia en el campo de batalla.

El primer ministro de Armenia, Nikol Pashinyan, al que ahora todos le piden su renuncia y le acusan de haber aceptado esta histórica derrota, reconoció en su momento, luego de rubricarlos, que los acuerdos son algo muy “doloroso” para él y el pueblo armenio, pero que han evitado males mayores y el genocidio de los armenios en Nagorno-Karabaj. “La decisión de firmar el cese de hostilidades se toma en base a análisis profundos de la situación de combate y en discusión con los mejores expertos en el campo”, ha dicho Pashinyan tras aceptar la amarga manzana del acuerdo con sus sempiternos enemigos.

¿Qué futuro le espera a este enclave? Tal como ha quedado el mapa de este enclave tras la firma de los acuerdos de paz, podemos observar que las pérdidas de Armenia, si contamos los territorios entregados que conformaban lo ocupado a Azerbaiyán en la primera guerra del Cáucaso y los ocupados por los azeríes durante los 44 días de duros combates, se acercan casi al 60% de la base territorial de la franja de seguridad de Nagorno-Karabaj y del enclave mismo, que queda ahora como una suerte isla en el interior de Azerbaiyán y solamente conectado por un estrecho corredor a través de Lachin con Armenia, su única vía de salida terrestre de esta pequeña “república” no reconocida internacionalmente.

Además, el acuerdo consagra las victorias de los azeríes, como la ocupación de la estratégica y emblemática ciudad de Shushi, donde hubo terribles matanzas de armenios a manos de Azerbaiyán en el pasado, y la pérdida de todos los territorios arrebatados en la guerra, entre los que destacan un centenar de aldeas y pueblos con un alto valor patrimonial y humano para el pueblo armenio.

Aparte de estas consideraciones, hay que reseñar que el acuerdo tiene una vigencia de cinco años, en que se retirarían las fuerzas de pacificación rusas si una de las partes lo solicita, lo que implicaría, previsiblemente, que Azerbaiyán pudiera iniciar una nueva guerra por recuperar los “restos” del enclave todavía en poder de Armenia si Moscú retira ese contingente militar, y la vulnerabilidad de Nagorno-Karabaj quedaría al descubierto. Como ya hemos dicho antes, con la ocupación de Shushi, junto con otros territorios, la capital del esta pequeña “república”, Stepanakert, queda a apenas 11 kilómetros y a tiro de la artillería azerí. Quizá, siendo realistas, Armenia debería reconsiderar la autonomía ofrecida por Azerbaiyán hace unos años para el enclave y buscar una salida política a un contencioso en que ahora, con los nuevos acuerdos y la derrota sobre el terreno, no podría ganar, tal como aconteció en la primera guerra del Cáucaso.

CONSECUENCIAS GEOESTRATEGICAS DE LA DERROTA DE ARMENIA

En términos geoestratégicos, hay que reseñar que los acuerdos fortalecen el papel de Rusia en el Cáucaso, que tendrá la llave para evitar la guerra en la región, y que seguirá contando con una gran capacidad de influencia en ambos países, a los que, paradójicamente, ha vendido armas en los últimos años. La tradicional solidaridad de Rusia hacia Armenia, fortalecida porque ambas naciones son cristianas, se ha visto resquebrajada por el nulo apoyo de Rusia a la causa de este país en Nagorno-Karabaj. Pero, a cambio de esa cesión coyuntural a los azeríes y a los turcos, Rusia contará con una base militar desde la cual controlar el proceso de paz, seguirá contando con el apoyo de Armenia, que tras la crisis se vuelve más dependiente  de Moscú por razones obvias, controlará el corredor de Lachin que comunica a Armenia con Nagorno-Karabaj y mejorará sus relaciones con el mundo musulmán, muy deterioradas desde la carnicería perpetrada por los rusos en Chechenia.

Mientras que Rusia sale reforzada de la crisis, Turquía se apunta un tanto a su favor y un gran triunfo de su principal aliado y socio en el Cáucaso, Azerbaiyán, claramente victorioso en esta guerra.  Incluso ya se está hablando de una supuesta base militar turca en Azerbaiyán, constituyendo un desafío para Rusia, toda vez que significaría el interés de Ankara por disputar el liderazgo de Moscú en el espacio postsoviético.

En lo que respecta a Erdogan,”para Turquía, la guerra en Karabaj fue una vitrina en la que se exhibió el creciente papel de Ankara en el estratégicamente importante Cáucaso meridional. El ejército turco abasteció, entrenó y apoyó al victorioso ejército de Azerbaiyán. Algunos informes sugieren que oficiales turcos desempeñaron un papel clave dirigiendo ataques con drones que desempeñaron un papel decisivo en este conflicto, aunque Ankara lo ha negado”, apuntaba una nota de la cadena británica BBC al referirse a este asunto.

Ankara puede exhibir su éxito en esta guerra del Cáucaso. Gracias a su rotundo apoyo político a Bakú y a su inestimable y moderna ayuda militar, el ejército azerí ha recuperado desde el sur una parte de los territorios que servían de tapón a la autoproclamada República de Artsaj y también la emblemática ciudad de Shushi, cargada de un enorme significado para todos los armenios. Pero en esta guerra tampoco Azerbaiyán sale bien parada, como señala el ya citado Moumdjian: “Los armenios en aquella guerra han perdido territorios, pero los azerbaiyanos han perdido soberanía porque hemos visto cómo Erdogan se ha hecho de la mano de obra de Azerbaiyán y de su soberanía para seguir extendiendo”. Turquía gana el acceso al mar Caspio y determinará, en gran medida, la agenda de la diplomacia azerí en los próximos años. El Cáucaso queda, pues, en manos de Ankara.

Luego está Israel, que ha traicionado su tradicional solidaridad con el pueblo armenio a cambio de algunas ganancias en su guerra no declarada contra Irán, su principal enemigo declarado en la escena internacional, y ha armado hasta los dientes, incluyendo asesores y oficiales de inteligencia, a Azerbaiyán. Hay registros satelitales de aviones que volaban desde Turquía, Ucrania e Israel, triangulando, y sus vuelos terminaban en Bakú. Pese a que ambos pueblos comparten sus respectivos genocidios, Israel no quiso desaprovechar la ocasión de que Azerbaiyán tiene límite con Irán y este país sigue siendo, al día de hoy, el “gran satán” de Israel. Y después de la guerra los israelíes eliminaron a uno de los artífices del programa de la bomba nuclear en Irán. La inteligencia israelí en aquel momento estaba en Azerbaiyán. Estaba muy cerca del enemigo y todos esos juegos, en términos geoestratégicos, se estaban dando en ese mismo momento y al mismo tiempo.

En lo que respecta a Occidente, nuevamente vuelve a revelarse el escaso protagonismo que tienen la Unión Europea (UE) y los Estados Unidos en esta región, donde siguen dominando los grandes poderes -Turquía y Rusia- que rivalizaron por el control del Cáucaso durante siglos. Francia, que en los últimos años tuvo serios conflictos diplomáticos con Turquía y más concretamente con Erdogan, ha mostrado siempre su cercanía con Armenia y ha hecho del reconocimiento del genocidio armenio una de sus banderas en su política exterior con respecto al Cáucaso, causando el malestar y el rechazo de Ankara. Francia apoya las reclamaciones de Chipre, en el sentido de que cese la ocupación del 37% de su territorio por los turcos tras la invasión de la isla en 1974, y también a este mismo país y a Grecia en su disputa con los turcos por las reservas gasísticas en el Mediterráneo Oriental, que Turquía ansia y reivindica como suyas. Las tensiones entre Turquía y Francia llegaron al límite el pasado verano cuando el gobierno francés, apoyando a fuerzas militares griegas, reforzó su presencia militar en la zona, causando la ira y el disgusto de la diplomacia turca. La cuestión armenia es una más a la larga lista desencuentros entre Turquía y Francia.

Finalmente, la gran derrotada en esta corta guerra, Armenia, pierde la “franja de seguridad” que protegía a Nagorno-Karabaj y la comunicaba con el territorio armenio, numerosos territorios en este enclave, incluyendo una buena parte del patrimonio histórico de los armenios, como iglesias y monasterios con un gran significado espiritual para este pueblo, y su capacidad defensiva frente a los azeríes, que ahora tienen los cinco años que duran los acuerdos para rearmarse y prepararse, quizá, para la ofensiva final que les permita recuperar todos los territorios de este emblemático enclave, aspiración final de esta guerra no concluida. Armenia debe aprender que el tiempo de las guerras convencionales ha pasado y que sin sensores adecuados, cobertura de guerra electrónica y armamento contra drones, las unidades terrestres tradicionales están en problemas y pueden ser derrotadas fácilmente, tal como aconteció en este breve pero contundente conflicto. Pero también los armenios tienen que tejer nuevas y más sólidas alianzas porque este conflicto mostró a las claras sus debilidades en sus relaciones internacionales porque “el apoyo de Turquía fue esencial para ganar esta guerra por parte de Azerbaiyán. Sin Turquía esto no hubiera pasado”, sigue señalando el periodista argentino Moumdjian. Armenia, en resumen, se quedó sola y el tímido apoyo de Irán y el silencio de Rusia no sirvieron para ganar la batalla final.

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