Mariano Rajoy empieza su ejercicio como presidente del Gobierno de España en una de las coyunturas más difíciles que haya vivido ese país amigo en muchos años.

Por el momento, no hay ningún contexto que le sea favorable. Internamente, el déficit público, la desaceleración de la economía y los niveles del desempleo han alimentado una protesta social que se ha expresado mediante manifestaciones poco comunes en una nación acostumbrada a la abundancia de los años recientes.

En el marco regional, la Unión Europea se encuentra en cuidados intensivos y está sometida a tratamientos de urgencia prescritos por juntas médicas constantes.

Y en el contexto internacional hay señales contradictorias que impiden visualizar escenarios con tendencias estables y sostenibles.

Quizá lo más inquietante para España, además, claro está, de los múltiples problemas internos, y sin desconocer el impacto de todos los factores que inciden hoy sobre su suerte futura, es la situación de la Unión Europea.

No se puede olvidar que el ingreso a ese bloque le permitió dar un salto sin precedentes en distintos ámbitos hasta ubicarse en un lugar de significación entre los miembros del proyecto comunitario.

Hay algo más que tiene que ver con las expectativas políticas: durante un largo tiempo se puso en duda la viabilidad de las aspiraciones de Rajoy a quien muchos descalificaron como un perdedor sin posibilidades de recuperación.

No obstante, los juicios negativos sobre su perfil como candidato, en muchas ocasiones eran acompañados de una valoración positiva acerca de sus condiciones de gobernante.

La hora de demostrar que estaban en lo cierto los observadores de su trayectoria pública le llegó cuando no tiene alternativa distinta a anunciar ajustes y pedir sacrificios para recuperar la economía, generar empleo y cumplir con los compromisos adquiridos en la Eurozona.

En consecuencia, los retos de todo orden que va a enfrentar son inmensos.

No hay duda de que tiene el conocimiento, la experiencia y el respaldo político y de opinión que se requieren para darle a su nación un nuevo rumbo. Pero lo que suceda durante el Gobierno que se inicia dependerá no sólo de su buen tino, sino de factores sobre los cuales carece de control.

A Colombia le conviene que a Rajoy le vaya bien.

España es un aliado insustituible y nuestro puente natural con el viejo continente.

Esta es una realidad con raíces en la historia que se refleja en todas las instituciones europeas.

El apoyo que recibimos proviene tanto de gobiernos del PP como del PSOE, en el Consejo su voz sobre nuestro país disfruta de gran audiencia e influencia, en la Comisión la afinidad con funcionarios de esa nacionalidad hace que el diálogo en defensa de nuestros intereses sea más fluido y constructivo, y el respaldo de la mayoría de los eurodiputados españoles es fundamental para Colombia.

Por las razones anteriores y muchas otras los invito a desearle suerte a Mariano Rajoy.