Malos tiempos para la prensa libre

MALOS TIEMPOS PARA LA PRENSA LIBRE
por Ricardo Angoso
ricky.angoso@gmail.com
En Nicaragua los periodistas son asesinados en las calles por los esbirros armados del gobierno de Daniel Ortega sin que nadie ni fuera ni adentro del país diga nada de nada. La vida de un periodista no vale nada en las ensangrentadas calles de Managua. En Venezuela los medios son permanentemente acosados desde el poder, los periódicos en papel ya no se editan porque, como ocurre con el resto de las cosas en este país, no se encuentra y a la mayor parte de los periodistas honrados les toca elegir entre esta trilogía: encierro -en una ergástula, claro está-, entierro -siempre hay alguna bala pérdida para un periodista desafecto al régimen- o destierro. Y en Cuba, simplemente, nunca hubo prensa libre ni quizá la habrá en muchos años.

Por no hablar de Colombia, donde el expresidente Juan Manuel Santos compró a todos los medios a través de las generosas pautas publicitarias entregadas a costas de los impuestos de los colombianos. A los periodistas desafectos a la verdad suprema impuesta por el mandatario les daban una patada en sálvese la parte y listo. En estos ocho años de Santos, ni hubo masa crítica ni pensamiento disidente a las directrices que emanaban del poder supremo. Hoy, desgraciadamente, el periodismo colombiano está realmente muerto y rezuma, por sus cuatro costados, podredumbre intelectual, lacayismo compulsivo y vergonzosa mediocridad. Medios prestigiosos antaño hoy destilan un oficialismo rayano en la burda propaganda sin excluir las mentiras más rústicas. La verdad es la mentira, parecen querernos decir algunos periodistas colombianos siguiendo las máximas del escritor británico George Orwell. Y una mentira repetida mil veces, ya se sabe, se asemeja casi a una verdad, como aseguraba vehemente el propagandista nazi Joseph Goebbels.

En lo que respecta a México, tampoco las cosas están mucho mejor para los periodistas. Decenas de informadores han sido asesinados sin que sus crímenes nunca se hayan esclarecidos tras haber dado noticias, informaciones y denuncias relativas a la corrupción galopante de la clase política de este país y también por dar cuenta del omnímodo e impune poder de los carteles de la droga. O, simplemente, por denunciar el clima de violencia contra los periodistas y determinados políticos en algunas zonas de México. Desde el año 2000 hasta ahora, pues la violencia sigue y las autoridades tampoco han tomado medidas drásticas para evitarla, han muerto más de un centenar de periodistas en el país azteca.
Luego está Turquía, que merecería un capítulo aparte desde que el sátrapa Tayyip Erdogan se hiciera con el poder absoluto durante lustros, en donde los periodistas son perseguidos, asesinados, torturados, procesados y condenados por el simple hecho de ejercer su oficio. Nunca se había visto nada igual en la historia de este país. Hakki Boltan, de la Asociación de Periodistas Libres, clausurada en noviembre de 2016, dijo emitiendo una dura denuncia:“Para los periodistas, Turquía se ha convertido en una mazmorra. Teníamos 400 miembros cuando nos cerraron: 78 de ellos están ahora en prisión. La única manera de que esto cambie es que los y las periodistas de todo el mundo nos apoyen para crear solidaridad”. Incluso Amnistía Internacional ha llamado la atención sobre la crítica situación por la que atraviesa el periodismo turco tras las recientes condenas -algunas a cadena perpetua- a periodistas de este país y ha denunciado la caza salvaje a la que son sometidos los informadores turcos. El punto de inflexión a esta persecución lo ha constituido las duras penas impuestas a quince periodistas del diario opositor Cumhuriyet.
“Lo que estamos presenciando en Turquía es un intento de acabar con todo el periodismo independiente. Turquía se ha convertido en el mayor carcelero de periodistas del mundo; algunos de ellos han sido condenados a cadena perpetua sólo por hacer su trabajo. La semana próxima, sin ir más lejos, con la sentencia del caso Zaman, podría haber más. El mundo no puede permitir que ocurra esto”, ha declarado Gauri van Gulik, directora adjunta de Amnistía Internacional para Europa tras conocer la ya referida condena a Cumhuriyet.
Hemos relatado algunos países, aunque habría muchos más por señalar, pero este breve informe no puede pasar por alto los casos donde la profesión de periodista se ha convertido en una de las más peligrosas del mundo. Siria ostentaría el primer lugar en esa lista, pues al acoso permanente del gobierno que ejerce la censura se le vienen a unir los secuestros que periódicamente realizan los grupos rebeldes que operan en este país, siendo el más brutal por sus acciones y forma de actuar el Estado Islámico. Bielorrusia también práctica la censura y la persecución sistemática a los medios sin descartar la detención de los periodistas no afines al régimen, como ya ha hecho en varias ocasiones y ha sido denunciado repetidamente por Reporteros sin Fronteras. También tienen el dudoso honor de estar en esta larga lista países como Birmania, China, Iraq e Irán, por poner algunos ejemplos deplorables de la persecución a los medios y las restricciones al derecho a la información. En China, ejemplo del máximo paroxismo a la persecución a la libertad de prensa, ni siquiera está permitido el acceso libre a las redes de información y a internet. Y la censura es medicina cotidiana y corriente en los escasos medios chinos permitidos por el poder comunista.

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