La esperpética odisea de la flotilla
Quienes montarían un escrache en España por un retraso en el metro, aplauden a una élite corrupta que silencia a su pueblo y a una milicia que lo aterroriza.

¡Oh, España, cuna de Cervantes, tortilla y delirios de grandeza, surcando el Mediterráneo con su Global Sumud Flotilla! No era la Armada Invencible, sino un circo náutico de 44 barquitos de mercadillo, 500 almas a bordo y un cargamento de ayuda humanitaria para llenar un Seat Panda de los 90. ¿El plan? Romper el bloqueo de Gaza, repartir arroz, pañales y, sobre todo, toneladas de superioridad moral en una travesía low-cost con Wi-Fi para tuits indignados y kufiyehs comprados en Amazon.
Al mando, Ada Colau, ex alcaldesa de Barcelona, reina de los okupas, convertida en una mesías marítima con megáfono. Con ella, 65 españoles, incluida la sin par Barbie Gaza, famosa por morder a una funcionaria israelí porque “¡era el falafel o mi integridad!”. Y no podía faltar la diva Greta Thunberg. Dejó los fríos glaciares nórdicos para gritar desde un velero con chaleco salvavidas de saldo: “ El cambio climático es grave, pero Gaza es un huracán de opresión“.
En sentido estricto, la flotilla no era un convoy humanitario, sino un desfile de la izquierda caviar, esa que confunde activismo con terapia de grupo en alta mar, eso sí, cuajada de pureza ideológica. Para ella, el mundo se reduce a heroicos resistentes con kufiyeh y villanos sionista-capitalistas. Para cubrirse del sol y de malas influencias, los navegantes llevaban puestas sus clásicas anteojeras. Ni un murmullo sobre Hamás. Colau y su troupe consideran heroicos resistentes a quienes liquidan cualquier disidencia y convierten a los civiles en escudos humanos. ¿Quieren liberar Gaza? El primer paso es liberarla de Hamás.
Pero en el drama palestino, Hamás no es el único culpable. La Autoridad Palestina (AP), administradora de Cisjordania, es un nido de corrupción donde no se celebran elecciones desde hace 15 años. Mahmoud Abbas, su eterno presidente, se aferra al poder y su gobierno desvía fondos, reprime protestas y vive de la ayuda internacional mientras sus líderes se compran chalets en Ramala. Estos son también los paladines de la libertad defendidos por Colau y su circo. Quienes montarían un escrache en España por un retraso en el metro, aplauden a una élite corrupta que silencia a su pueblo y a una milicia que lo aterroriza.
En el colmo de la hipocresía, a esta izquierda no le importa que sus héroes persigan a los homosexuales, opriman a las mujeres o eliminen a los disidentes, porque en el altar del antimperialismo, esas minucias se perdonan; son irrelevantes. ¿Antisemitismo? Lo visten de “antisionismo” mientras callan ante cánticos de muerte a los judíos en las manifestaciones que promueven y aplauden. Demonizan a Israel mientras admiran a unos tiranos con turbante. En la Gaza de Hamás, Colau estaría escondida con su vida en peligro por llevar vaqueros ajustados; A Greta le cortarían la lengua por protestar sin permiso y la Barbie Gaza estaría en un calabozo y desdentada por morder a quien no debe. Lloran por la opresión “sionista”, pero no durarían un día en un régimen dirigido por sus idolatrados héroes.
El gobierno español mandó la fragata Furor, emblemático nombre, para proteger la misión. Gracias a los dioses, el buque español no entró en aguas jurisdiccionales, lo que hubiese sido un acto de guerra. El 1 de octubre, Israel intervino. Detuvo los barcos, llevó a sus tripulantes a Ashdod y deportó a Greta con un “¡Vuelve a Suecia, los renos te esperan!”. Colau denunció “maltrato denigrante”, ataduras de película de espías, pero sin glamour, y la “Barbie Gaza” mordió a una guardia quizás porque se confundió con el pan de pita. Los musulmanes, según contaron, sufrieron humillaciones extra: interrogatorios maratonianos y menús kosher impuestos; no les dejaron comer a la carta. En España, el circo ideológico explotó: manifestaciones con pancartas de “Free Palestina!”. Y un final glorioso. Los repatriados han ido llegando a Barajas y han sido recibidos como mártires en versión Tarantino.
La esperpéntica odisea de la flotilla ha sido un monumento a la hipocresía progresista. Colau y su troupe defienden a Hamás y a una Autoridad Palestina corrupta que asfixian y tiranizan a su pueblo, mientras convierten a Israel en el único obstáculo para la paz. Es bastante lamentable.