EL NEGACIONISMO Y LA TERGIVERSACIÓN HISTÓRICA AVANZAN: DE LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SIÓN A LA CUMBRE DE SUIZA
POR RICARDO ANGOSO
La reciente polémica que ha acompañado a la cumbre sobre el racismo organizada en Suiza por las Naciones Unidas, en las que el máximo líder iraní, Mahmud Amadineyad exhibió sus más burdas y rudas dotes dialécticas para mostrar al mundo su primario antisemitismo, ha vuelto poner de actualidad el uso del negacionismo y la tergiversación histórica por numerosos líderes políticos. También, negando el Holocausto y el derecho de Israel a su supervivencia como Estado, se legitima la violencia terrorista como forma de acción política contra Israel. Los judíos, según estas tesis, no tendrían derecho a su Estado porque una de las fuentes de justificación histórica del mismo, el Holocausto, no es más que una invención del sionismo. No obstante, el asunto no es nuevo y conviene repasar sus orígenes históricos para entenderlo en toda su dimensión hoy.
Antigüedad y actualidad del negacionismo histórico
Rusia, 1903. En ese año aparecen por primera vez los denominados Protocolos de los Sabios de Sión, el panfleto antisemita más conocido y donde se relata, de una forma casi novelesca, un supuesto plan judío para dominar al mundo, en abierta conspiración con los movimientos comunistas y la masonería. El librito, al parecer, fue redactado por los servicios secretos zaristas para culpar a los judíos de una serie de artimañas y justificar su persecución. Luego fue publicado en varias lenguas y recobró una inusitada actualidad antes y despuéss de la llegada de Hitler al poder, pues se acabó convirtiendo en la principal base ideológica e histórica que avalaría las persecuciones a los judíos durante el III Reich –que estaba destinado a durar 1.000 años, en palabras de Hitler-y posteriormente el Holocausto. El libro en cuestión, pese a que se sabe que es una burda falsificación, se continúa editando en numerosos países y doy fe de que incluso en las librerías de El Cairo, Damasco y Amán la traducción al árabe es un best seller.
Francia, 1950. No se sabe si llevados por la mala conciencia de haber sido uno de los países que más colaboracionistas de los nazis tuvo durante la Segunda Guerra Mundial o porque sus autoridades tuvieron el dudoso honor de ser las que más judíos enviaron a los campos de concentración, los franceses han pasado a la historia ser los creadores del negacionismo histórico del Holocausto. En 1950, un profesor y curtido militante socialista, Paul Rassinier, escribió un libro, La mentira de Ulises, que es considerada la biblia del revisionismo de los campos de concentración. Después llegaron otros autores, como el historiador británico David Irving o el ensayista español Joaquín Bochaca. En definitiva, todos estos autores convergían en un mismo argumento: las cámaras de gas abiertas por los nazis no habían existido nunca y los seis millones de judíos asesinados por los nazis eran tan sólo un mito. Hay miles de negacionistas en todo el mundo y en España, por poner tan sólo un ejemplo, hace unos años fue detenido el activista nazi Pedro Varela, fundador de la librería Europa, por difundir panfletos y libros de contenido negacionista.
España, 2006. Cuando el Parlamento Europeo debatía una moción de censura y condena al franquismo, el ahora cabeza de lista del Partido Popular (PP) a esa institución, Jaime Mayor Oreja, se negó a condenar a la dictadura de Franco e incluso, llevado por su terco derechismo, llegó a decir que la mayoría de los españoles vivieron con “placidez” en ese periodo, obviando el dolor de las víctimas y el sufrimiento de los miles de fusilados. Una dictadura, que por cierto, había sido apoyada por los regímenes fascistas italiano y alemán. El PP, al día de hoy, se sigue resistiendo a condenar la dictadura franquista, y alimenta con su errónea apuesta la creencia generalizada que existe en una buena parte de la sociedad española de que los herederos naturales del franquismo son los dirigentes políticos de la derecha española. A diferencia de la derecha democrática alemana, que lideran los demócratas cristianos y que ha sabido distanciarse del nazismo con su abierta condena de la dictadura de Hitler y sus brutales métodos, el PP sigue sin cerrar la oscura página de la consabida cooperación entre la derecha de entonces y uno de los regímenes más siniestros y criminales de Europa.
Suiza, 2009. Las Naciones Unidas celebran una conferencia internacional para abordar el espinoso y complejo asunto del racismo en el mundo. Nueve países, entre los que se encontraban Estados Unidos, Alemania e Israel, se niegan a asistir a lo que será, sin duda, un nuevo foro antisemita. Y así fue. La intervención de Amadineyad, muy en la línea de los Protocolos de los Sabios de Sión, fue un duro parlamento en contra de Israel y los judíos, mientras que el torpe e inepto Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, sonreía y no ponía coto a semejante desatino. ¿De qué se reía? La cumbre, si es que le se puede llamar así, terminó con la salida de los delegados de la Unión Europea de la sala mientras hablaba el máximo líder iraní y la protesta formal de Israel ante Suiza por la reunión del presidente helvético con el máximo líder iraní. Todo ello ocurrió en Suiza, plácidamente, como diría Mayor Oreja, el país que tras la Segunda Guerra Mundial dio cobijo y refugio a los criminales nazis y donde se ocultó, durante décadas, el dinero robado a los millones de judíos asesinados por los nazis. El mundo, como vemos, no ha cambiado mucho desde entonces.