China gana la batalla de Afganistán, mientras Estados Unidos pierde su papel de líder en el mundo

CHINA GANA LA BATALLA DE AFGANISTÁN

El mundo ya es una realidad multipolar donde el poder de China es cada vez más creciente en numerosas regiones, tales como Asia, Africa y América Latina. La derrota de los Estados Unidos frente a los talibanes es un serio revés para los aliados de este país en Asia y también para aquellos que luchan contra el autoritarismo en esta parte del mundo.

por Ricardo Angoso

En apenas unos días, los Estados Unidos han dado al mundo una impresión absolutamente desfavorable y una sensación de descrédito de sus servicios de inteligencia, la CIA, y  su propia administración. La precipitada decisión de la retirada de las tropas norteamericanas de Afganistán -que era una medida previamente anunciada por el ex presidente Donald Trump- ha causado la caída del ejecutivo afgano como si fuera un castillo de naipes, la vergonzosa huida del corrupto ex presidente, Ashraf Ghan, y una estampida masiva de afganos hacia el exterior, huyendo del nuevo régimen talibán.

La estrategia occidental para Afganistán, que tenía como objetivos la instalación de unas autoridades democráticas en este país y la conformación de un Estado moderno, funcional y capaz de cumplir con los anhelos de millones de afganos, ha fracasado y se ha estrellado con la fuerza militar de los talibanes. Mientras que las fuerzas afganas armadas por los occidentales estaban absolutamente corrompidas, sin moral alguna y poco estimuladas para el combate tras el anuncio occidental de la retirada total sobre el terreno, los talibanes mostraron unidad de mando, alta capacidad de resistencia y conocimiento del terreno.

La rápida caída de Kabul y el vertiginoso avance de los talibanes en todo el país, sobre todo porque la victoria militar se precipitó en apenas unas semanas, es, además, un fracaso para los servicios de inteligencia occidentales que tras más de veinte años sobre el terreno tenían que haber previsto esta contingencia y haber advertido a sus gobiernos sobre el escenario que se precipitaba irremediablemente sobre Afganistán. En lugar de advertir sobre la crisis en ciernes, los Estados Unidos y los países occidentales se vieron atrapados por la estrategia talibán y tuvieron que improvisar un plan -caótico, mediáticamente dañino ante los ojos de todo el mundo y funesto para miles de afganos- de evacuación de sus fuerzas, colaboradores, policías, militares y funcionarios del régimen anterior y también de simples ciudadanos susceptibles de ser perseguidos en el futuro por los talibanes. Las impactantes imágenes del aeropuerto de Kabul, donde se agolpaban miles de personas en un desorden brutal con el único deseo de escapar al horror talibán, dieron la vuelta al mundo y revelaron el fracaso de Occidente, liderado por los Estados Unidos y la OTAN, en Afganistán.

CONSECUENCIAS GEOESTRATEGICAS DE LA DERROTA OCCIDENTAL

Aparte de todas consideraciones acerca de la magnitud de la tragedia afgana, que abre otra página negra de su historia con el nuevo gobierno de los talibanes, del cual no hay que esperar nada positivo pese a las buenas intenciones expresadas por sus líderes tras la toma del poder, las consecuencias geoestratégicas para los Estados Unidos son claras, perdiendo poder, prestigio e influencia en esta parte del mundo y cediendo el testigo a China y a Rusia en la región.

Lo señalaba muy acertadamente el analista Lluís Bassets en una nota publicada en un medio argentino:”Sobre el mapa geopolítico, es evidente que Rusia y China, aliados cada vez más estrechos, están sustituyendo a Estados Unidos y Europa, especialmente en regiones tan inestables como Afganistán. La guerra global contra el terrorismo de George W.Bush primero, la cautelosa aproximación de Barack Obama y el caos de Donald Trump dibujaron los vacíos de poder ante los ojos ávidos de Pekín y Moscú”.

Estamos ya viviendo las consecuencias de ese fracaso en la política exterior norteamericana en los últimos años y asistiendo al nacimiento de un mundo cada vez más multipolar, en que emergen potencias como China y Rusia, cada vez con más fuerza en numerosas regiones del mundo, como Asia y Oriente Medio, respectivamente. La derrota de los Estados Unidos frente a los talibanes, más allá de la catástrofe que representa en sí misma para Afganistán, significa un serio revés para los aliados de este país en Asia y también para aquellos que se resisten al autoritarismo en este continente. Nos referimos, concretamente, a Hong Kong, Tíbet, Xinjiang o Bielorrusia y para los ímpetus anexionistas en dirección a Ucrania o Taiwán, tal como señalaba también el articulista Bassets.

Pese a todo, hacer predicciones a largo plazo siempre conlleva sus riesgos y el camino siempre está plagado de más incertidumbres que certezas. Está por ver cuál será el comportamiento de los talibanes, no ya con su pueblo, al que seguramente someterán a una dictadura oprobiosa, sino con sus vecinos. En el pasado, los talibanes tuvieron problemas con Irán e incluso asesinaron a diez diplomáticos iraníes y a un civil cuando tomaron la ciudad de Herat en 1998, aunque ahora las relaciones entre ambos parecen haber mejorado mucho e incluso Estados Unidos ha acusado a Teherán de haber apoyado la reciente ofensiva talibán.

Pero, de igual forma, tampoco para China las cosas le pueden resultar tan fáciles como supone. Afganistán puede convertirse en una base para las fuerzas terroristas islámicas que atentan contra este país y lo que un principio se presentaba como una gran oportunidad para hacer grandes negocios, como, por ejemplo, la esperanza de explotar cobre en la región afgana de Mes Ayna, puede deparar desagradables sorpresas. “A China, que comparte una diminuta frontera con Afganistán, le preocupa que si los talibanes toman el control de todo el país, los grupos islamistas se volverán más fuertes y podrían cruzar la frontera, creando aún más problemas en la provincia de Xinjiang. En los últimos años, Xinjiang ha sido noticia por las acusaciones de genocidio contra el pueblo uigur, que Pekín ha tildado de absurdas”, aseguraba una reciente nota de la BBC al referirse a estas amenazas reales que pueden hacerse presentes tras la llegada de los talibanes a Kabul.

Otro país que puede verse implicado en el avispero afgano es Pakistán, cuyo actitud ambivalente ante los talibanes siempre le ha puesto en tela de juicio, tanto por sus aliados occidentales como por sus vecinos. El intervencionismo de Islamabad en la crisis afgana ha sido una constante en la historia reciente de las relaciones entre ambos países. El problema radica en que la guerra de Afganistán no ha concluido, sino que sigue por otros derroteros e incluso podría agravarse si los talibanes no muestran un mínimo espíritu conciliador, algo que, al día de hoy, no parece muy creíble.

“Sin una visible solución política -al problema afgano-, es muy probable que Pakistán resulte directamente afectado por los eventos en Afganistán, que podrían incluir una sangrienta y devastadora guerra civil, que resultaría en una afluencia masiva de refugiados y un aumento de los ataques transfronterizos”, señalaba la ya citada BBC al referirse a estos hechos. Hoy Pakistán podría tener en el interior de sus fronteras a unos tres millones de refugiados afganos malviviendo y constituyendo una fuente de inestabilidad permanente; un agravamiento de la situación podría quebrar los frágiles equilibrios sobre los que se asienta el régimen político pakistaní y provocar inesperados “sismos” de consecuencias impredecibles.

Para concluir, este jaque mate de China, que sin apenas hacer nada y simplemente practicando la estrategia de sentarse para ver pasar el cadáver de tu enemigo, ha dejado fuera de juego a los Estados Unidos y a Europa en esta zona del mundo, al tiempo que sus mejores aliados en el continente, Japón, Corea del Sur e India, quedan mucho más expuestos a los movimientos geoestratégicos del gigante chino  en los próximos años y más debilitados en la escena internacional ya sin apenas garantes.

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