“Ñeñepolítica”, un escándalo que crece
A lo largo de esta semana, el presidente Iván Duque ha hablado de muchas cosas: del aislamiento preventivo a las personas que ingresen a Colombia de países como China o Italia, de la economía naranja y la relación comercial con México —país al que viajó el pasado 9 de marzo—, así como del aplazamiento de la asamblea del Banco Interamericano de Desarrollo por el coronavirus. Dijo que quería ver a más mujeres en posiciones de liderazgo el Día Internacional de la Mujer y, ese mismo día, confirmó la captura del jefe de finanzas de una facción del Eln. Declaró emergencia sanitaria en el país por el coronavirus. Habló de todo, menos del Ñeñe Hernández.
Desde la semana pasada la administración Duque está sometida a la mayor tormenta política que le haya tocado enfrentar desde que comenzó. Inicialmente, fue por el registro de una conversación telefónica entre José Guillermo Ñeñe Hernández, un ganadero de la Costa Atlántica, y una mujer que, dijo el senador Álvaro Uribe, podría ser María Claudia Daza, integrante de su Unidad Legislativa de Trabajo en el Congreso. Uribe lo señaló así por Twitter: “Que se cotejen los audios. De parte de ella sería un abuso mayor con el presidente Duque y su transparencia, y con mi persona que he luchado con toda pulcritud”. En cuestión de horas, Daza renunció a su cargo.
La conversación resultó problemática porque en ella, según registró la Dijín de la Policía, se oía al Ñeñe Hernández hablar de “buscar una plata para pasar bajo la mesa para soltarla en los departamentos”. Hasta ahora, sin embargo, aunque varios audios de las interceptaciones a Hernández han visto la luz, el de esa conversación en específico no. A la fecha no existe prueba contundente de que fuera Daza la interlocutora del Ñeñe Hernández en esa charla, que tuvo lugar el 3 de junio de 2018, o sea, dos semanas antes de la segunda vuelta presidencial. “Mi sacrificio mediático (…) solo entrega insumos a los enemigos de la causa del uribismo”, dijo Daza.
En esa tesis se ha refugiado el uribismo. Un día después de la dimisión de María Claudia Daza, el Centro Democrático emitió un comunicado de prensa en el que manifestó: “Personas y organizaciones, en su mayoría vinculadas con la izquierda colombiana, están desarrollando en los últimos meses otra estrategia organizada, coordinada, agresiva y persistente contra el gobierno del presidente Iván Duque, contra el senador Álvaro Uribe y contra el Centro Democrático, con el apoyo de periodistas y medios de comunicación”. El Círculo de Periodistas de Bogotá contestó pronto: esos señalamientos afectan “el libre ejercicio del periodismo”.
Esa postura, no obstante, poco efecto ha tenido sobre las revelaciones que siguen saliendo día a día en medio de un escándalo bautizado como la ñeñepolítica. En este momento, los tres representantes a quienes les correspondió estudiar la denuncia que el congresista David Racero presentó contra el presidente Duque, por las declaraciones de Aida Merlano, analizan la posibilidad de agregar las denuncias que han surgido por el tema del Ñeñe Hernández, lo que incluiría citar a su viuda, la exreina de belleza María Mónica Urbina, así como a María Claudia Daza y a los exfiscales que han conocido del tema.
Una pregunta que sigue en el aire es por qué, apenas la Fiscalía supo de esa conversación —o sea, en 2018—, no remitió su contenido a las autoridades competentes para que se investigara si se cometieron o no delitos electorales. Esa decisión apenas vino a tomarse luego de que el escándalo estallara. El pasado 5 de marzo, el organismo investigativo remitió su información y sus pruebas a la Corte Suprema de Justicia, a la Comisión de Acusación de la Cámara de Representantes y al Consejo Nacional Electoral. También se abrió una investigación preliminar sobre los no aforados que podrían estar relacionados en el episodio.
Este escándalo ha salpicado a todo el mundo. Audios y fotos han dejado ver que Hernández era cercano a la Fuerza Pública, al punto de lograr desplazamientos en aviones del Ejército junto a altos oficiales. Por esa razón, el Ejército también tuvo que salir públicamente a dar explicaciones. La institución confirmó que, en marzo de 2019, en una aeronave Caravan se transportaron entre Aguachica y Valledupar el comandante de la Quinta Brigada, general Óscar Rey, y también Hernández. “Para la fecha, el señor José Guillermo Hernández Aponte era conocido como empresario del sector ganadero, proveniente de una familia tradicional del Cesar”.
Lo inaudito es que, para esa fecha, ya la Policía y la Fiscalía tenían alÑeñe Hernández en una lista de indiciados por el crimen de Óscar Rodríguez Pomar, hijo de Carlos Rodríguez, un prestamista de la Costa que también tiene negocios con ganado. Y, peor aún, figuraba en los organigramas del clan de Marquitos Figueroa (el terror de La Guajira, aliado de Francisco Kiko Gómez) como brazo político y financiero en el Cesar. El asesinato de Rodríguez Pomar se cometió en Barranquilla en agosto de 2011 y, a hoy, las autoridades cuentan con al menos seis testigos que apuntan a que Hernández estuvo involucrado en ese crimen.
Indagando sobre ese homicidio fue que la Fiscalía decidió interceptar el teléfono del Ñeñe Hernández, y de ahí surgió la conversación con “MD” (mujer desconocida) que ahora tiene en aprietos al presidente Duque, ese por quien el propio Hernández hizo mucho proselitismo en la Costa. La versión que ha salido a la luz pública es que, como prueba de sus nexos con Marquitos Figueroa, el Ñeñe Hernández le pagó para conseguir un sicario y matar a Carlos Rodríguez, a quien le debía más de $1.000 millones, pero el sicario, por error, mató al hijo de este. La familia del ganadero, que se ha mantenido en silencio, tiene otra versión.
De acuerdo con el diario El Tiempo, la madre de Hernández, Beatriz Aponte, radicó una denuncia en la Fiscalía el 3 de julio de 2019. En ella señaló que su hijo le había contado que estaba circulando una oferta de US$150.000 para asesinarlo. “Él me dijo que cuando viniera de Brasil se iba a reunir en Bogotá para colocar en conocimiento de la Fiscalía y buscar un buen abogado”, aseguró la mujer. Pero el Ñeñe Hernández no volvió de Brasil. El 2 de mayo de 2019, en una ciudad llamada Uberaba, fue asesinado por ladrones que querían su Rolex. Murió en el mismo país donde fue capturado Marquitos Figueroa en octubre de 2014.