Calles vacías. Policías bostezando. Supermercados vacíos. Ni siquiera vendedores de periódicos. Ni ñeros, nada de nada, el vacío más absoluto y total. Así amanece hoy Bogotá, como si hubiera caído una bomba de neutrones que mata a sus habitantes y deja la arquitectura vacía, ausente de vida, inerte, como la naturaleza muerta. La bomba del COVID-19 resultó ser letal.