El desperdiciado año de Pepe Lobo

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Honduras, un año después

Ricardo Angoso

jueves, 20 de enero de 2011

El año de José Lobo al frente de la presidencia del país se ha caracterizado por algunos avances en política exterior, aunque en la región el país es boicoteado permanentemente por el Alba junto con Argentina y Brasil, y por tímidos avances en la política interior, pese a que la situación social y económica sigue siendo muy grave, casi dramática. El país todavía no se ha recuperado de lo que para algunos fue un golpe de estado y para otros un simple cambio dentro del marco institucional; el presidente Lobo tampoco ha ayudado en gran manera a cerrar las heridas.

Los desafíos de Lobo

Cuando ha pasado ya un año desde la toma de posesión de Lobo como presidente de la República de Honduras, es hora de hacer un balance en lo que ha sido su desempeño interno y, sobre todo, en el manejo de las relaciones exteriores del país, toda vez que, cuando accedió a la presidencia, la nación estaba totalmente aislada y sin apenas relaciones con sus vecinos.

En el plano interno, los desafíos siguen siendo inmensos, sobre todo en lo relativo al desarrollo social y económico. Honduras es el país número 98 del mundo en PIB ajustado y el 112 en desarrollo humano. Es también uno de los países con más desempleo del mundo, que sumado al subempleo, podría llegar al 45% de la población activa. El dramático cuadro se completa con que el país se encuentra en el tercer puesto, tras Haití y Nicaragua, en el ranking de la pobreza continental. La renta per capita apenas alcanza a los 3.800 dólares y es la número 113 del mundo, quedando por delante, en América Latina, nada más, de nuevo, que de Haití y Nicaragua.

Otros dos azotes del país son la corrupción y la inseguridad ciudadana. Pese a los buenos deseos del nuevo mandatario por sacar de la lista maldita a Honduras, el indicador de transparencia internacional señala que el país sigue estando entre uno de los 40 países más corruptos del mundo y el segundo de América Latina, tan sólo superado por Haití.

La violencia y la inseguridad ciudadana tampoco han descendido y el balance de lo conseguido no es el que supuestamente pretendía el ejecutivo nada más llegar al poder. Y nada nos induce a ser muy optimistas: la segunda ciudad del país, San Pedro de Sula, ha recibido recientemente el dudoso honor de ser considerada la segunda ciudad más peligrosa del mundo. Los medios de comunicación del país recogen cada días las informaciones luctuosas de matanzas, asesinatos por encargo, secuestros y robos indiscriminados. El país, en ese sentido, vive una situación caótica, muy parecida, todo hay que decirlo, a la del resto de sus vecinos.

El narcotráfico, a través de Colombia y Venezuela sobre todo, se está introduciendo en territorio hondureño por medio de pequeñas avionetas que, tras aterrizar, dirigen sus cargamentos hacia México vía Guatemala. Existe el convencimiento, cada vez más firme, de que la anterior administración depuesta estaba implicada en este tráfico. El riesgo de la mexicanización en el país es evidente.

La sombra de Zelaya es alargada

Por otra parte, la persistente y permanente intención por reintegrar al ex presidente Manuel Zelaya a la vida política de la nación por parte de Lobo, no ha hecho más que sembrar la incertidumbre y el pavor en la opinión pública hondureña, que sería lo último que desearía. El regreso de Zelaya, junto con su corte de oportunistas, izquierdistas de salón y vulgares cipayos, sería el peor de los escenarios posibles.

El ex presidente es visto con temor y recelo por los poderes tácticos hondureños y por una buena parte de los medios de comunicación. Aparte de estas consideraciones, Zelaya, junto con una buena parte de su equipo, tendrían que responder ante los tribunales por el régimen corrupto que instalaron en el país durante sus años de gobierno.

Sin embargo, son muchos los que piensan, dentro y fuera de Honduras, que si Zelaya regresara de nuevo al país gozaría de la suficiente impunidad para retornar a la política y volver a desestabilizar Honduras. Sería un error del presidente Lobo imperdonable, que volvería a traer, con toda seguridad, el caos y el desorden. La escasa claridad de Lobo en este asunto, que siempre lo trata con una ambigüedad calculada, no beneficia en nada al proceso de normalización del país, sino más bien lo contrario.

Entre el aislamineto internacional y el tímido apoyo norteamericano

La política exterior sigue siendo una de las grandes asignaturas pendientes. A pesar de haber acontecido notables avances en este campo, hay que reseñar que las relaciones bilaterales de este país centroamericano con los países del Alba que lidera Venezuela no se han restablecido y que tampoco ha habido avances en el restablecimiento de los lazos con Argentina, Brasil e incluso México, cada vez más ausente de la región por su caótica situación interna.

Tampoco se han regularizado las relaciones con la Organización de Estados Americanos (OEA), y dicha organización sigue insistiendo en la anulación de los procesos que se siguen contra Zelaya, en una clara intromisión en los asuntos internos de este país y en un indiscutible seguimiento de la posición oficial del bloque chavista en lo que
respecta a Honduras.

En cuanto a Europa, se debe presentar como un éxito la firma, el pasado año, de un Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea (UE) y los países de Centroamérica, a la que asistió el presidente Lobo. Fue un paso importante, pues significó el reconocimiento de Honduras como un actor internacional, pero no olvidemos que, a la firma en Madrid, sólo asistió para este evento, pues fue vetado a la Cumbre UE-Latinoamérica, donde prevaleció el veto de los países “bolivarianos”, en lo que fue considerada una gran victoria política por parte de Chávez.

Estados Unidos, por su parte, ha mantenido un posición cuando menos ambivalente, ya que ha apoyado el regreso de Honduras a todos los foros internacionales y su plena reintegración continental, mientras que, en la dirección contraria, el Subsecretario de Estado norteamericano Arturo Valenzuela, dijo que “la reconciliación nacional avanzará aún más cuando Honduras sea capaz de resolver la cuestión del retorno del ex presidente Zelaya para que el país pueda recuperar su lugar en la Organización de Estados Americanos”. Por un lado, se trata de cimentar la relación bilateral y especial que mantienen ambos países desde la Guerra Fría y al mismo tiempo, como si fuera un juego de póquer, se le da oxígeno a aquellos que desde la salida de Zelaya han estado alimentando la confrontación y la violencia en las calles de Honduras.

Cuando ha pasado un año desde la toma de posesión de Lobo, acto que escenificó el comienzo de la normalización política en este país después de las elecciones de noviembre de 2009, Honduras sigue inmersa en una profunda crisis. Ya no sólo se trata de profundizar en el desarrollo social y económico, que por supuesto está ligado a su regreso a la comunidad internacional, sino que en el plano político tiene que ser capaz de mirar hacia delante, superar el pasado y consolidar las instituciones políticas nacidas de las elecciones democráticas.

El sainete del presidente Zelaya, con todos los elementos tragicómicos que caracterizaron a su nefasto gobierno, debería haber sido superado hace tiempo. A este paso, el presidente Lobo corre el riesgo de tanto mirar hacia atrás y frecuentar el pasado de que le ocurra lo que a la mujer de Lot, es decir, que se convierta en un mudo espectador de la realidad de su país al estilo de una estatua de sal inerte, un líder político incapaz de afrontar los enormes retos que tiene ante sí Honduras y de superar un tiempo que definitivamente ya es historia. ¿Será capaz de cambiar en los próximos años o, por el contrario, asistiremos a nuevos episodios cantiflescos de la nunca cerrada crisis hondureña? Lobo tendrá la última palabra, deberá decidir si quiere ser un hombre de futuro o una turbia sombra del pasado. El tiempo nos dará la respuesta.

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