ENTREVISTA A RAFAEL PARDO, CANDIDATO DEL PARTIDO LIBERAL A LA PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA DE COLOMBIA:
“En el asunto del narcotráfico, hay que superar la dicotomía entre países productores y consumidores”
“La cooperación en América Latina debe tener más contenidos, es hora de superar la retórica habitual entre las dos orillas”
“La permanencia de Uribe genera más incertidumbre que estabilidad a Colombia”
“El gran desafío es la desigualdad social y la pobreza”
Por Ricardo Angoso, desde Bogotá.
Rafael Pardo es, a sus 56 años, el candidato del Partido Liberal a la presidencia de la República de Colombia. Tras haber pasado muchos años en la oposición, los liberales han depositado su confianza en alguien que ha desempeñado importantes responsabilidades en la historia del país, tales como consejero de la paz presidencial en la década de los ochenta y más tarde, bajo la presidencia de César Gaviria, el primer ministro de defensa civil en años Ahora, cuando la política colombiana corre más turbia que de costumbre, sobre todo debido al rosario de escándalos que rodea a la gestión del casi sempiterno Álvaro Uribe, Pardo representa la esperanza de cambio, aglutinando al centro y a la izquierda, para un país cansado de esperar en la cola de la Historia.
Ricardo Angoso: ¿Hacia dónde va Colombia, qué horizonte tiene este país?
Rafael Pardo: Estos años de Uribe, que han sido planteados en términos de que era necesaria la reelección del presidente porque era condición sine qua non para la estabilidad del país, han generado, sin embargo, una incertidumbre sin precedentes. A ocho meses de las elecciones presidenciales nadie tiene claro cuáles son las reglas de elección, de financiación de campaña, de participación; tampoco tenemos claro si Uribe va a ser candidato o no lo va a ser; y esa es la paradoja: la permanencia en el poder de alguien no genera estabilidad como se tiende a pensar, sino incertidumbre. Queda plenamente demostrado en este caso.
R.A.: ¿Qué oferta presenta diferenciada del resto de los candidatos a esta sociedad colombiana que tiene ante sí tantos desafíos?
R.P.: El gran eje de mi campaña es la equidad y la igualdad de oportunidades, porque es lo que requiere Colombia y América Latina. Y le digo varios argumentos: América Latina es el continente más desigual del mundo, no el más pobre, y Colombia es el segundo país más desigual de América Latina. Y los gobiernos, pienso, creo que pueden hacer mucho para sacar políticas igualitarias. Por ejemplo, los gobiernos de Lula, en Brasil, y de Uribe, en Colombia, difieren esencialmente en la lucha contra la pobreza y han tenido los mismos años –siete- para llevar a cabo políticas a favor de la igualdad social. Brasil, durante los años de Lula, ha conseguido reducir la inequidad y la pobreza, mientras que en la Colombia de Uribe ha aumentado la indigencia, la inequidad y la pobreza, pese a que gozábamos de un periodo de crecimiento económico sostenido. Por lo tanto, queda claro que un gobierno sí puede hacer mucho con sus políticas para reducir la inequidad y ese es el eje central de lo que yo pretendo plantear en mi campaña.
R.P.:¿Y ante la violencia de las FARC, qué planteamientos novedosos presenta para hacer frente a ese viejo conflicto?
R.P.:Yo creo que ese es el gran éxito de Uribe: haber situado la cuestión de la seguridad como un tema de patrimonio suyo…Creo que no es así; la seguridad es patrimonio de todos los sectores sociales, de todo el país. No obstante, reconozco que en los últimos años ha habido avances, pero creo que ahora también tiene que haber cambios y correcciones. Los cambios que propongo para hacer frente a ese desafío son: mantener la estrategia militar contra la retaguardia de los grupos armados; establecer seguridad rural permanente para el control del territorio, creando una fuerza especial profesional y que sea una suerte de guardia nacional que dé seguridad en el campo; y, en tercer orden, una política de seguridad en las ciudades que tiene más que ver con la prevención que con la fuerza pública; hay que prevenir la delincuencia en las ciudades con nuevas políticas y tratando adecuadamente los delitos. Hace falta una política nacional de seguridad para las ciudades. La seguridad es un todo que engloba a las FARC, pero es tan sólo parte del problema.
R.A.: ¿Qué medidas sociales concretas va a adoptar para luchar contra la pobreza, que algunos ligan al asunto de la seguridad?
R.P.:Hay que generar medidas más equitativas para los sectores sociales más vulnerables de la población y en las edades más vulnerables de la vida de una persona. Quiero decir: hay que tomar medidas para la primera infancia en la educación, estableciendo programas relativos a la nutricion pero también a la formación. La otra edad vulnerable en la vida de la población es la vejez y ahí el tema fundamental son las pensiones. Solamente el 18% de la población recibe pensiones en la vejez, según los cálculos del Gobierno, y en unos años llegaremos al 16%, lo que constituye un retroceso y significa que en lo social no se producen avances. Las reformas de las pensiones casi siempre atañen a los que ya reciben pensiones, pero no de los que no la tienen. Yo lo que estoy proponiendo de protección social que comience por los que no tienen posibilidad de pensión ni salario mínimo. El 40% de la población de Colombia gana menos de un salario mínimo; son trabajadores informales y trabajadores por cuenta propia que no tienen ninguna posibilidad de acceso en el futuro al sistema de pensiones. Ni público ni privado. Mi propuesta inicial es crear un fondo de ahorro para todas esas personas que ganan menos de un mínimo.
R.A:: Vayamos ahora con otro de los grandes problemas de Colombia es el narcotráfico, ¿qué más se podría hacer aparte de lo que ha hecho hasta ahora?
R.P.: Es un aspecto fundamental. Hemos hecho mucho y quizá más de lo que han hecho otros países hasta ahora. Colombia ha cambiado su sistema judicial, ha extraditado más que cualquier otro país del mundo, hemos destruido más hectáreas de coca que nadie, ha combatido los carteles más grandes de la historia del narcotráfico, ha establecido mecanismos de justicia y fuerzas públicas especiales para la lucha contra esta lacra, ha desmantelado grandes redes de tráfico de drogas, es decir, en resumen, hemos hecho todo lo posible y a pesar de ello el narcotráfico sigue y está presente. Por lo tanto, Colombia debe seguir en esta lucha y en esta línea pero planteando al mundo que esta política de control de la oferta ha fracasado; seguir insistiendo sólo en el asunto de la oferta y la persecución de las drogas, controlando los tráficos, sólo nos lleva al fracaso. Salen las mismas toneladas de coca ahora que antes del Plan Colombia. Por cada narcotraficante que se captura o es extraditado nos encontramos con que es reemplazado por otro; incluso el que lo reemplaza a los pocos meses es más rico y poderoso que el anterior. Se reproducen.
Yo creo que uno de los grandes problemas es que una buena parte de los consumidores de drogas viven en países donde no es delito consumir estas drogas que están ligadas al tráfico de estupefacientes. Hay muchas leyes nacionales que excluyen estas drogas y no están penalizadas. Lo que sí está penalizado es la oferta en ese mercado y eso es precisamente lo que no controlamos. La política mundial antidrogas debe de pasar por reducir la demanda y en investigar porque la gente es adicta a las drogas. Con el dinero de dos helicópteros de los servicios antidrogas de un país se podrían poner en marcha políticas para luchar contra la adicción. Hay es donde está el gran desequilibrio; tampoco creo que la despenalización sea la solución al problema y la gente la entiende como acceso libre. Es un camino inconveniente y no camina por la solución. Pero también soy consciente que el prohibicionismo no ha funcionado, y es por ello que he llegado a la conclusión que en aquellos países donde no se persiga el consumo al menos se establezcan políticas para el tratamiento de las personas que sufren estas adicciones. Luego otro problema relativo a las ganancias y beneficios que genera la droga, pues se pueden quemar todas las hectáreas que se quieran y eso no afecta al precio final con que la droga llega a los mercados, donde se multiplica su valor espectacularmente. El dinero se genera en la distribución en los países donde hay un consumo alto.
Otra idea que se debe combatir en este tema es la creencia de que hay países productores y países consumidores. Esa dicotomía no le ha hecho bien a la política antidrogas a nivel global y lo digo por Colombia; nosotros, por ejemplo, ya somos productores y consumidores de cocaína en un grado muy alto. Estados Unidos, por ejemplo, consume marihuana y también la produce. Esa dicotomía a la que me refería antes es equivocada e induce a un cambio en la política antidrogas. No podemos hacer nada distinto de lo que estamos haciendo, pero no esperemos que siguiendo por esta senda vayamos a obtener más resultados los que hemos obtenido hasta ahora. Por eso hay que replantear las cosas y, en mi opinión personal, creo que tenemos que avanzar en lo que es el tratamiento de la adicción. Y, en este sentido, el asunto de la salud pública es fundamental en el tratamiento de la adicción; hay que empezar trabajando desde la familia, pues tiene un problema que le resultará muy difícil asumir por sí misma y pienso que hay se tendría que asumir el problema por la sociedad y ayudar a esas familias con esos problemas concretos. Esta es una propuesta para Colombia: que los planes de salud pública incluyan el tratamiento de las adicciones concernientes a todo tipo de drogas. Hay que dotar de más medios a la investigación, a la neurociencia, para avanzar en la solución de estas adicciones, para crear tratamientos concretos. Aquí seguimos con esquemas de tratamiento de principios de siglo, de tal forma que se sustituye una droga por otra en el proceso de abandono de las adicciones; tenemos que investigar más y trabajar por desarrollar nuevos tratamientos. Estamos disparando contra los problemas con escopetas de feria y no hemos sido capaces de desarrollar tratamientos efectivos; hay que combatir las adicciones en general y ser capaces de prevenirlas.
R.A.;¿No tiene la impresión de que Colombia está muy aislada en el continente, demasiado vinculada a los Estados Unidos y muy alejada de sus vecinos?
R.P.:Uribe sustentó toda su política exterior en una relación muy estrecha con Bush. Era una relación fuerte con el ex presidente norteamericano y ligada al Partido Republicano de los Estados Unidos. Sucede que ahora ha habido un cambio significativo y el Gobierno colombiano se quedo sin política exterior, clamando en el desierto para que le aprobaran un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos y pero que no le redujeran la ayuda militar. Pero los condicionantes de política exterior habían cambiado en ese país, y esa dependencia de Bush fue total. Fuimos el único país de América Latina, por ejemplo, que votó a favor de la guerra de Irak. Y, además, Colombia dio la espalda a un proceso que venía liderando Brasil en América Latina en pro de la integración regional. Colombia, mientras tanto, veía ese proceso con distancia, displicencia y sin querer participar de un proyecto fundamental para el continente. Ese proyecto, además, era el anhelo compartido de Brasil, Argentina y Chile, que es de integración latinoamericana. El resumen del proyecto ahora es UNASUR y Colombia ha partido a regañadientes en ese proceso; yo creo que debemos de implicarnos en el mismo, de ir más allá y ser parte activa en el mismo, liderando iniciativas regionales y trabajando por el bien común de toda América Latina. Por supuesto, considero que la relación con Estados Unidos debe seguir siendo buena pero no puede ser la única.
R.A.:¿Y Europa qué papel jugaría en el nuevo diseño de las relaciones exteriores de Colombia?
R.P.: Yo tengo una visión crítica frente a Europa. La política exterior colombiana ha utilizado a Europa como un balance frente a Estados Unidos. Colombia buscó que Europa fuera la política social del Plan Colombia en la lucha contra la droga. Y Europa, a su vez, trataba de mostrar a los Estados Unidos que su política era equivocada en esta lucha. Yo creo que uno de los problemas, siendo sincero, es que Europa no tiene una política antidroga y para Colombia es fundamental que haya una política antidrogas europea. La mayor parte de los países europeos tiene una pero no hay un diseño de política antidroga en lo que es el acervo europeo. Así, Colombia acaba atrapada en un sándwich porque a los europeos no les gusta la política antidrogas norteamericana, que es la que tiene mi país, pero tampoco aportan ideas distintas. Entonces nos encontramos con vetos y problemas al desarrollo que ejecuta Colombia por parte de Europa simple y llanamente porque no les convencen las acciones llevadas por los Estados Unidos en esta materia tan compleja. Me parece que este un asunto capital que tendremos resolver en el futuro.
Luego está el asunto de la seguridad, donde tampoco Europa tiene una política definida y clara. Tiene una política de venta de armas, donde cada país busca sus mercados y vender al mayor número de países. Para nosotros, desde aquí, echamos en falta esa política de seguridad para América Latina por nuestro propio conflicto interno y la dinámica en que se desarrolla el contencioso armado.
R.A.:Hablemos de España, ¿qué cambios introduciría en esta relación, estamos en un buen momento?
R.P.: Yo creo que están en un buen nivel en este momento, parece que en términos de América sólo objetaría que habría que repensar las cumbres americanas. América Latina tienen varios niveles de interlocución –el grupo de Río, la Organización de Estados Americanos (OEA) y las cumbres latinoamericanas, donde participan España y Portugal-, y creo que este esquema es muy formalista. Se deberían definir nuevos ejes de trabajo y pasar de la retórica al trabajo. Las cumbres son la expresión de la política latinoamericana más España y Portugal y creo que es algo demasiado gaseoso; tiene poca profundidad estratégica y da pocos resultados a la larga.
R.A.:¿Cómo examina la grave crisis que vive su país con Ecuador que incluso ha llevado a la ruptura de las relaciones diplomáticas?
R.P.: Todos los conflictos generalmente vienen derivados de problemas fronterizos y con los vecinos más cercanos. La mayor parte de los conflictos tienen su origen en la escasa cooperación entre las partes y para avanzar en los procesos de paz, en el acercamiento entre los países, hacen falta grandes dosis de cooperación. Francia y España tras la muerte de Franco fue un buen ejemplo de cómo a través de la cooperación se puede avanzar en la resolución de los conflictos y los problemas entre los pueblos. Lo mismo se podría decir de la crisis entre Afganistán y Pakistán en lo que respecta a sus problemas fronterizos. La llave para superar estos contenciosos y crisis es la cooperación, no hay otro camino, no queda elección. EL Gobierno colombiano ha descalificado insistentemente a los presidentes de Venezuela y Ecuador en lugar de buscar la cooperación con sus vecinos; esa descalificación ha creado abismos en las relaciones, independientemente de que simpatía tenga uno y otro sobre esos países. Hay que profundizar en la cooperación con esos países, que está en estos momentos en un nivel muy superficial y formalista.
R.A..¿Y con respecto a Venezuela?
R.P.:Pienso lo mismo: hace falta una cooperación más activa y efectiva para superar la crisis y poder trabajar juntos sin conflictos.
R.A.:¿No cree que tras el debate ideológico entre Venezuela y Colombia se asiste a una cierta resurrección de una “guerra fría” latinoamericana?
R.P.:Yo tengo una visión de determinismo económico sobre este asunto. América Latina ha padecido en los últimos años dos graves crisis económicas, pero me voy a referir a la última, del 99 al 2003. Toda América Latina entró en recesión y tuvo consecuencias fatales para la mayor parte de los gobiernos, que fueron sustituidos por otros. Hubo un cambio espectacular en el continente. Donde había elecciones había cambio de gobierno. Cayó el PRI, los partidos tradicionales en Venezuela, en Uruguay hubo cambios, el de Bolivia pasó a mejor vida, el de Perú, en Ecuador cayeron seis gobiernos, en Paraguay también…La oposición llegó al gobierno por primera vez en muchos años en la mayor parte de los países de América Latina. Más concretamente, la izquierda por primera vez conquisto el gobierno por primera vez en la historia porque la gente buscó nuevas alternativas en una situación de grave crisis económica y recesión. No olvidemos que en la crisis de los años treinta se provocó un auge del militarismo en toda América Latina; ahora, con la nueva crisis, se produjo el cambio hacia la izquierda. Luego ha llegado el auge económico propiciado por la subida de los precios de las materias, es decir, que la mayor parte de estos gobiernos se encontraron con las cajas llenas de los Estados que heredaban y lideraban. Entraron por la crisis económica y aplicaron después las políticas que les dictaba el Banco Mundial de transferencia en efectivo a los pobladores más pobres. Eso generó una nueva base política.
En Colombia no fue así porque aquí el problema era la guerra y Uribe ganó porque tenía una propuesta distinta y diferenciada de la que tenía Pastrana. Pero en la elección del 2003 en las grandes ciudades de Colombia también ganó la izquierda, sumándonos a la misma ola que había en el continente. Quiero decir que estos gobiernos se consolidan porque tienen una gran caja de recursos públicos para hacer sus políticas; así puedes hacer populismo y generar bases sociales que te sustenten políticamente. Así ocurre en Argentina, Brasil y México, pero también en otros países. No son políticas sociales, sino entregas de dinero. Todos los gobiernos que fueron a elecciones con estas políticas fueron reelegidas. Los determinantes del ciclo económico son claves en la política en América Latina más allá de si atienden a demandas ideológicas de derecha o izquierda. Nos encontramos en muchas partes del continente, incluso a veces en Colombia, con políticas muy parecidas a las de Chávez.
Luego una reflexión: la izquierda en el mundo está integrada en la Internacional Socialista en términos generales, pero en América Latina no ocurre así donde los partidos de izquierda que gobiernan no están integrados en dicho movimiento y, por tanto, constituyen una izquierda muy sui generis continental con unas características propias. Los partidos de la Internacional Socialista en el continente están fuera del gobierno en términos generales, salvo si descontamos Chile. La corriente principal del socialismo ya no lidera estos procesos y están fuera del poder.
R.A.:¿Qué es el liberalismo que propone hoy para Colombia?
R.P.:El liberalismo colombiano de hoy es policlasista, histórico y con poca adherencia ideológica cuando fue mayoritario. Existía una derecha y una izquierda claras dentro del mismo. Laicos y católicos. Centralistas y federalistas. Moderados y radicales. Incluso castristas había dentro del partido. Hoy es esencialmente un partido tradicionalmente socialdemócrata, defensa de lo social y las libertades. El liberalismo colombiano tiene una esencia libertaria, defendiendo los derechos de las mujeres, los homosexuales y las minorías. Somos casi un partido socialdemócrata al estilo convencional.
R.A.:¿Y qué eso de la “nueva mayoría” que pretende liderar para Colombia?
R.P.: El sistema colombiano ya es multipartidista y exigirá grandes consensos entre las distintas fuerzas. Esto obligará a grandes coaliciones y pactos entre las distintas fuerzas. Habrá que mirar en el largo plazo y ser capaces de buscar acuerdos entre las distintas fuerzas con un programa común, siempre compartiendo objetivos comunes y respetando las identidades de cada fuerza. La consulta multipartidista que planteamos camina en esa dirección y por ejemplo la Concertación de Chile, donde conviven varios partidos, es una buena muestra de hasta donde se puede avanzar. Ya hemos hablado, incluso, con el Polo, y si son capaces de superar su crisis interna caminaremos en la buena dirección. Hay que buscar grandes bases sociales con programas comunes que sean capaces de formar alternativas de Gobierno.