EL MUNDO CAMBIA, PERO ESPAÑA PIERDE EL TREN DE LA COMPETITIVIDAD
LA INACCIÓN DEL GOBIERNO GENERARÁ UN ESCENARIO INCIERTO Y ADVERSO PARA LA ECONOMÍA ESPAÑOLA EN UN ENTORNO GLOBAL CADA VEZ MÁS COMPETITIVO Y ÁGIL
RICARDO ANGOSO, 2009.
El mundo será otro tras la crisis económica
Una de las grandes transformaciones que traerá esta crisis es una cambio radical en la estructura económica internacional, es decir, el mapa económico que conocíamos antes de la crisis ha cambiado y las que antes eran potencias emergentes, como Brasil, Rusia, India y China (el grupo Bric, en el argot económico), una vez superada la crisis estarán entre los quince grandes del mundo, desplazando a países como Italia y España a lugares más remotos en la lista de grandes potencias económicas. Se producirá un desplazamiento, a suerte de grandes montañas de hielo en los océanos, de unas potencias por otros; el darwinismo económico, en que sólo sobrevivirán los más aptos, impondrá su nuevo orden sin remisión.
Luego está la reconfiguración de los nuevos bloques regionales, observándose la consolidación de América Latina, que lideran Brasil, Chile y México, inequívocamente, y Asia, como zonas en emergencia positiva y sin grandes contratiempos a la vista, pese a la dureza de la crisis. Queda claro también, para gran decepción de Europa, que el mundo árabe –más de una veintena de naciones- y África quedarán al margen de los grandes “corrientes” de la economía internacional y con indicadores distorsionados por el peso que tienen en sus economías las riquezas naturales. Es la maldición del petróleo, tal como señala el analista económico Porfirio Cristaldo Ayala: “La abundancia de recursos naturales a menudo resulta en el estancamiento de los países pobres, no en su desarrollo. Así, el nivel de vida de los miembros de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) ha caído sostenidamente durante los últimos treinta años”.
La Unión Europea (UE), si sumamos los PIB (Producto Interior Bruto) de los 27 miembros, lidera el PIB mundial por delante de los Estados Unidos, cuyo descrédito por haber sido la principal responsable de la actual recesión internacional tendrá efectos colaterales en su moneda –ya lo está pagando y no para de depreciarse frente a otras divisas, incluido el Euro-, en su proyección exterior por la escasa competitividad de algunas de sus empresas, sobre todo en el sector automovilístico, y en su impacto global dada su escasa capacidad de inversion en un momento especialmente adverso y en abierta recesión. Por no hablar de su crónico deficit, que nadie, ni siquiera la nueva administración, parece poder poner coto.
Pero, en definitiva, pese a sus peculiaridades, tanto la UE como los Estados Unidos tendrán que hacer frente a problemas parecidos en un mundo en cambio y en transformación. Sus altos costes laborales, su mantenimiento de un mínimo sistema de prestaciones sociales, el escaso dinamismo de su mercado laboral, sobre todo en Europa, y su dependencia energética para poder mantener su pulso productivo, junto con otros desafíos, constituyen un cuadro que implicará respuestas efectivas y prácticas, capaces de afrontar el reto de un mundo que no será el mismo tras la crisis.
España, ¿cómo prepararse para el día después de la crisis?
Desde que oficialmente comenzó la recesión en España, que fue maquillada hábilmente por el Gobierno, los agentes sociales, incluidos los sindicatos, exigieron al ejecutivo medidas anticrisis efectivas y capaces de frenar la destrucción de empleos y el cierre de empresas. De nada sirvió, el crecimiento siguió en clave negativa, el paro continuo acercándose peligrosamente al 20% -pese al optimismo por los ultimos datos en clave optimista (¿?)- y el cierre de empresas, debido a la alta morosidad que la crisis económica ha generado en España, continua imparable. Incluso la industria turística, según las previsiones oficiales, podría caer este verano hasta un 10% o más.
Así las cosas, parece que sería el momento de llevar a cabo acciones audades y tomar medidas radicales que frenen la sangria. Pero no, nada de eso ha ocurrido, pues el actual Gobierno parece haber adoptado la política del avestruz, de mirar hacia otro lado ante la que está cayendo, y esperar a que la recuperación económica llegue de la mano de la tímidas luces que se ven al final del túnel de la crisis que se percibe en algunos países europeos.
La “doctrina” Zapatero se asienta sobre premisas falsas y traerá fatales consecuencias a nuestra estrutura económica si no se toman las necesarias medidas correctoras en el sistema. De seguir así, sin llevar a cabo los cambios oportunos que nuestra economía demanda, nuestro destino no podrá ser más incierto y mediocre. Convertidos en el corto plazo en un país de segunda por nuestra inacción y nuestras propias carencias, sobrevenidas de décadas de errores y por una apuesta económica meramente especulativa sustentada en el monocultivo del ladrillo, España tiene que hacer diagnóstico sereno y objetivo de la crisis para aplicar medidas quirúrgicas urgentes. Es un demanda objetiva que atiende a la realidad de un sistema colapsado y agónico, aunque sea aplicando medidas impopulares y llevando a cabo ajustes sociales que nunca serán aceptados por unos sindicatos subsidiados y ajenos a la realidad del mundo de la empresa.
¿Y cuáles son estas medidas para salir adelante en un esfuerzo colectivo que implicará sacrificios y recortes? En primer lugar, la rigidez del mercado laboral en España es algo ya constatado y criticado abiertamente por numerosos expertos económicos y empresarios. Hace falta un nuevo mercado laboral más dinámico y con menos costes económicos en el despido. No puede ser que cada vez que se hace un ajuste laboral se tenga que cerrar una empresa. Y, en segundo lugar, pero no menos importante, la administración pública tiene que adelgazar para ser un país con menores cargas fiscales y más efectivo. Es increíble que la administración pública española se haya multiplicado por cinco en tres décadas y todo siga funcionando igual mal o peor. Registrar una empresa en España una tarea de locos que tarda siete semanas, mientras que en los Estados Unidos o el Reino Unido es cuestión de días. Algo haremos mal, ¿no? Para terminar, y como tercera reflexión, tiene que haber una refundación del sistema fiscal, con incentivos a las PYMES y a los autónomos, que redunden en una nueva cultura social y empresarial que haga atractiva la figura del emprendedor y no del funcionario.
Estos son, en grandes líneas, algunos de los cambios fundamentales, casi de librillo, que demanda el país para salir del atolladero, pero quedan otros cuestiones pendientes, como el deficiente sistema educativo que poseemos, los altos costes laborales en la producción y la escasa calidad del trabajo del español medio. Si no emprendemos medidas ágiles y de una forma rauda, quizá perdamos el tren de la competitividad para siempre, si es que no lo hemos perdido ya y esta inacción a la que me refería antes tenga consecuencias fatales para nuestro bienestar futuro y el de nuestros hijos. Receta fácil para la crisis: trabajar más tiempo, mejor y por menos dinero. ¿Aceptará el español medio, por lo general tendente la holgazanería, el reto?