Francia se deja seducir por Le Pen

Francia castiga a Macron y encumbra a Le Pen

Es evidente que la política francesa ha experimentado un giro profundo en estas elecciones legislativas, con unos efectos que van a marcar el destino de Francia en los próximos años.

La coalición de derechas liderada por Marine Le Pen consiguió una victoria espectacular en la primera vuelta de las elecciones legislativas francesas celebrada este pasado domingo. Al frente de su partido Agrupación Nacional (RN por sus siglas en francés), Le Pen se impuso claramente al bloque de izquierdas, liderado por el ultraizquierdista antisemita Jean-Luc Mélenchon, y aplastó al centrista Emmanuel Macron, contra el que había perdido las dos últimas elecciones presidenciales, y cuya coalición ha quedado relegada al tercer puesto de la política francesa.

El modelo mayoritario a dos vueltas que caracteriza al sistema electoral francés convierte la convocatoria a las urnas del próximo domingo en un momento decisivo para saber si Marine Le Pen podrá acceder al Gobierno en solitario o, por el contrario, las maniobras del resto de partidos a favor de los candidatos locales de la coalición ultraizquierdista acabarán imponiendo su control en la Asamblea Francesa. Pero, más allá de la composición final del parlamento francés y de su próximo Gobierno, es evidente que la política francesa ha experimentado un giro profundo en estas elecciones legislativas, con unos efectos que van a marcar el destino de Francia en los próximos años.

Los franceses han otorgado de forma mayoritaria su apoyo al partido de Le Pen, sobre todo, por el fracaso contumaz de los partidos clásicos de la V República para solucionar los problemas reales de la gente de a pie. Perdidos en su política de salón basada en los dogmas progresistas, la Francia real tiene que lidiar con los problemas derivados, sobre todo, de la inmigración ilegal y del islamismo creciente que se ha enseñoreado de amplias zonas de las ciudades y pueblos franceses, con los problemas de inseguridad que un fenómeno masivo de estas características acaba siempre generando. Los republicanos y socialdemócratas prefirieron mirar para otro lado y la consecuencia es su desaparición de la política francesa, un camino hacia la irrelevancia que el movimiento centrista de Macron, creado precipitadamente para servir de contrapeso a los partidos extremistas, comenzó a recorrer también este pasado domingo.

Los principales medios y analistas europeos ponen el énfasis en el riesgo que supone para Francia y Europa la victoria del partido de Le Pen. Asombrosamente, no dicen lo mismo de la coalición ultraizquierdista de Mèlenchon, cuya clara filiación comunista y antisemita debería despertar las alarmas de los biempensantes en mucha mayor medida.

Ambos partidos se enfrentarán este próximo domingo en la segunda vuelta de estas elecciones legislativas y con ellos se decidirá la composición del nuevo Gobierno de Francia. Lo único claro en estos momentos es el rotundo rechazo de los votantes a un melifluo Macron, cuya opinión sobre sí mismo se ha demostrado diametralmente opuesta a la de los ciudadanos, que vienen soportando durante años su condescendencia con los problemas reales de la mayoría de la población francesa.

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