Anda el rojerío local escandalizado por la reciente publicación de una biografía de Francisco Franco políticamente incorrecta, es decir, que no comulga con la verdad oficial que durante casi tres décadas nos han vendido del que fuera Jefe de Estado español entre los años 1936 y 1975.
Para nuestros ilustres progres, que sientan cátedra y tienen el don divino de orientarnos en el camino de la verdad suprema, la biografía constituye un injustificable ejercicio de falsificación histórica y apasionado acercamiento a la figura de este militar y político que para bien o para mal gobernó este país durante 39 años; algo que, claro, no se puede tolerar en el universo orweliano en que se manejan donde todo es manipulable y manejable y donde la verdad es la mentira. Las instituciones sirven cuando sirven a sus fines, y si no es así, las descalifican, como ahora han hecho ahora con la Real Academia de la Historia.
La enseñanza de la historia en los últimos años ha estado dominada por la manipulación interesada, la fabricación de estereotipos al servicio de la causa y la presentación maniquea de determinados episodios de nuestra vida reciente, como la Guerra Civil y los luctuosos sucesos que acontecieron en la misma. Como ha revelado de una forma profesional y eficiente el historiador Paul Preston, en su antológica obra El Holocausto español, las dos partes en conflicto cometieron crímenes abominables y horrendos, sucesos incalificables a los ojos de cualquier ciudadano civilizado, pero tratar de minimizar las responsabilidades de una de las dos partes en aras de su supuesta superioridad moral descalifica intelectualmente a quien lo sustenta.
EL HOLOCAUSTO ESPAÑOL
Por suerte para los españoles, los mejores textos acerca de nuestra bárbara contienda han sido escritos por ingleses, que escriben con menor pasión y más objetividad, bastante lejos de los panfletos y libelos de algunos de los bien considerados historiadores castizos, y el texto de Preston se inscribe en esta línea, denunciando quizá ya para la posterioridad las salvajes matanzas de Paracuellos y la responsabilidad, casi siempre cuestionada, de un antiguo dirigente comunista hoy en el retiro.
Si bien hay que asumir y reconocer que la represión en el bando franquista es un asunto innegable que no escapa ya al juicio de la historia, hay también episodios y capítulos que acontecieron en el territorio controlado por los republicanos que se asemejan en brutalidad y crueldad a los de la otra zona. A estas alturas de la “película”, y cuando ya han pasado setenta y cinco años de aquellos hechos que aún hoy avergüenzan, conviene la pena recordar que en la zona del gobierno de Madrid, que presidía Manuel Azaña, entre 8.000 y 9.000 religiosos, algunos jóvenes novicios e incluso monjas, fueron asesinados sin pestañear por el simple hecho de ser católicos. La persecución religiosa en la España republicana sólo tiene parangón a la sistemática destrucción de los credos religiosos en la Unión Soviética estalinista, en la Albania comunista y en la Camboya de aquel iluminado que respondía al nombre de Pol Pot.
¿REGRESAN LOS FRANQUISTAS?
Ahora, la Real Academia de Historia ha publicado una serie de biografías de personajes ilustres de España sin ánimo de polemizar, algo que en cualquier otro país sería un asunto que pasaría desapercibido y no acapararía las páginas de los principales diarios, pero parece que no somos un país normal y los “indignados” de la progresía han salido en tromba a descalificar a los académicos. Cuando no se tienen argumentos, ¿qué mejor respuesta que “matar” al mensajero y desacreditarlo? Puro estalinismo en su versión light.
Al parecer, dice la cadena Ser y otros medios de la caverna roja, los señores académicos son iletrados, aparte de franquistas, y unos indocumentados que no conocen las sagradas escrituras de los historiadores del Régimen, con mayúsculas. Aquí, como en todos los regímenes que merezcan ser llamados como tales, ya hay una verdad oficial que debe ser aceptada como las tablas de la ley de Moisés, enseñada en los colegios y no contestada por nadie. Los contestatarios, para estos pontífices de la neolengua del Régimen, son, ni más menos, que unos fascistas resentidos y unos reaccionarios trasnochados, puros franquistas para decirlo de una forma resumida.
Sin embargo, esta vez el tiro les va a salir por la culata y se van a tener que aguantar. Estos años de mediocridad, cutrez y ruindad moral y política van a llegar a su fin; la gente se ha cansado de tanta mentira y tanto dogma, de discursos huecos y boutades progres. La gente está harta, y lo único que quiere es que pase de una vez por todas este interminable ciclo socialista que ha sido uno de los más funestos de la historia de España y que deja cinco millones de parados, un país deshecho y empobrecido y, por si no fuera poco, cabreado, pero que muy cabreado. Que cesen ya en reabrir la historia y dejen a los muertos en paz; bastantes problemas tenemos para ponernos ahora a desenterrar las tumbas.
Después de haber sido gobernados durante ocho años por una tropa repleta de incultos e incultas, gente rencorosa que abrió de nuevo las heridas de la Guerra Civil y absolutamente incompetente en todos los ámbitos de la vida, lo mejor que pueden hacer ahora es callarse e irse para siempre. Más vale que les olvidemos y pasemos página, pues de lo contrario acabaremos estableciendo comparaciones, para algunos muy dolorosas, que quizá se queden cortas en la apreciación histórica realizada por la Real Academia.