G. Petro: “El principal problema de Colombia es la inequidad social, la injusticia”

gustavo-petro-presentacion_250_108Gustavo Petro es uno de los senadores colombianos más populares de su país. Hombre curtido en las luchas políticas y procedente de la antigua guerrilla, que abandonó por el debate en el terreno de las ideas, ahora afronta su batalla más importante: ser capaz de ganar como candidato para la principal fuerza de la izquierda colombiana, el Polo Democrático, la presidencia de la República del país, una labor titánica para la que le harán falta algo más que buenos argumentos, ya que la contienda será larga y competida. En esta entrevista, realizada tras conocerse que va en segundo lugar en los sondeos, nos explica su proyecto político para este país tan complejo y, a sus vez, tan rico y diverso. El camino hacia la presidencia no será fácil, pues el Polo ha cosechado unos pobres resultados en las elecciones legislativas celebradas el pasado domingo.

Ricardo Angoso: ¿Qué balance hace de estos años de largo uribismo?

Gustavo Petro: Dos datos fundamentales me sirven para ilustrar este período: hay unas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) arrinconadas y casi derrotadas, es cierto, pero también hay una clara desigualdad social en el país. Tenemos, en Colombia, la sociedad rural más desigual del mundo. Se avanzó en la política de seguridad en todo el país, pero no se implementaron políticas sociales. Hacen falta otras políticas para el desarrollo.  Ese es el balance real del largo gobierno uribista. Luego está el desempleo, que sigue siendo muy alto, pues hay una tasa oculta que no reflejan las cifras oficiales, y hay una colapso absoluto de las políticas sociales.

Sin embargo, el presidente Uribe ha logrado mantener una popularidad muy alta debido a sus éxitos en la política de seguridad, gracias a la lucha contra las FARC,  pero creo que ese esquema ha llegado a su final. No se puede mantener esa seguridad en el país sin afrontar el problema de la justicia social y la equidad; ya no funciona, no es asumible para la nación y hay un rebrote de la violencia constatado. El principal problema del país es la inequidad social. Luego, por suerte, el Estado de Derecho, la vía jurídica, ha dejado las cosas en su sitio y le ha impedido a Uribe continuar con este proyecto imperfecto. Yo creo que aquí lo que ocurre es claro: se confrontan dos proyectos totalmente distintos; por una parte, uno que sólo contempla la seguridad sin un proyecto social y sin atajar los grandes problemas que hay; y, en el polo opuesto, donde me encuentro, un proyecto que pasa por la seguridad con equidad social y por la lucha contra la pobreza. Considero que esos los dos grandes proyectos por los que tendrán que decidir los colombianos en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales y, en definitiva, ellos tendrán la última palabra y pondrán las cosas en sus sitio.

R.A.: ¿Qué hacer con las FARC? ¿Cómo acabar con la lacra terrorista tras más de 46 años azotando al país?

G.P.: El proyecto de país que yo tengo pasa por seguridad con equidad social, para que funcione el Estado y los ciudadanos lo perciban así. Debemos comenzar por una transformación social del campo, que es el más desigual del mundo, como he dicho antes. Dos terceras partes de nuestras tierras fértiles están en manos del narcotráfico y la mafia, mientras que la mayoría de los campesinos no tienen nada. Hay que cambiar, en primer lugar, nuestra política de antinarcóticos y orientarla hacia la generación de un cambio en las estructuras de la propiedad. El Estado debe ser capaz de embargar algunas de estas tierras en manos del narcotráfico y transferir las propiedades a los campesinos que no poseen nada. Hacen falta nuevas políticas sociales, sobre todo en el mundo rural, algo que, a la larga, aislará a las FARC en este mundo donde todavía perviven y gozan de alguna influencia. Tenemos que restar a esta banda armada de apoyos sociales en el campo y la organización caerá en una disyuntiva que la atrapará y se acabará dividiendo. Creo que acabarán siendo derrotadas en un proceso que implique la inclusión social de los campesinos de las zonas más desfavorecidas del país.

R.A.: Habla de inequidad social, ¿cuáles son sus “recetas” económicas para superar la grave crisis del país?

G.P.: El capitalismo, por sí solo, se ha demostrado como ineficaz para generar empleo en el mundo y en Colombia, y a los hechos me remito. Creo, fundamentalmente, que debemos de cambiar el modelo productivo que tenemos en la actualidad y crear otro sobre nuevas premisas, tales como educación, tierra y crédito. Hay que crear nuevos mecanismos, transformar el sistema educativo y y dotarle de nuevos contenidos. Luego también hay que crear instrumentos que hagan de la banca un herramienta transformadora y que hagan realidad  los créditos a todos aquellos que los necesiten. Por último, en este nuevo modelo de desarrollo, es muy importante la transferencia de las propiedades agrícolas a los que más las necesitan para que las trabajen. Como he dicho antes, este nuevo modelo de desarrollo pasa por educación, crédito y tierra. Tenemos suficientes recursos y tierras para generar oportunidades y trabajo para todos los desposeídos. Este país es muy diverso y ofrece muchas posibilidades para todos, nadie debe quedar excluido; podemos producir alimentos y superar las actuales desigualdades si somos capaces de generar un modelo de producción más justo.

R.A.: ¿Cuál es su modelo de izquierda, la chavista o la clásica al estilo Bachelet?

G.P.: Creo que no hay dos modelos de izquierda en el continente, eso sería reducir la izquierda continental a un concepto demasiado esquemático, incluso simplista, que no contempla la realidad plural y multicolor de lo que hoy hay en el continente. Hay muchas izquierdas y muchos movimientos populares. Nuestra propuesta para Colombia no es ni la venezolana, ni la chilena, pues queremos adaptar nuestras propuestas a la realidad de nuestro país y a nuestros propios problemas y desafíos. Colombia es diferente a esos dos países y tiene su realidad bien diferenciada. Las propuestas que nosotros hacemos para Colombia pasan por nuestra responsabilidad en sacar al país de la larga guerra y del subdesarrollo que padecemos. Además, tampoco tenemos petróleo y somos una sociedad muy distinta a las dos que se refería antes; Colombia es un país muy fragmentado y no tiene ninguna relación ni parecido con dichos modelos. Tenemos la responsabilidad de defender nuestra especifiquidad colombiana y adaptar nuestras propuestas a nuestra propia realidad nacional. En cuanto a mí, me considero representante de una izquierda plural, multicolor y una suerte de arco iris donde se pueden integrar varias corrientes desde el respeto y el compromiso con un proyecto común.

R.A.: De ser elegido presidente, ¿cuál sería su orientación en política exterior?

G.P.: En primer lugar, el principio de soberanía nacional de Colombia debe ser reconocido y desde ese principio se debería elaborar una verdadera estrategia en ese sentido. Nuestro país no ha gozado de soberanía plena desde el año 1948, pues estábamos en la Guerra Fría y sujetos a la dependencia de la política exterior norteamericana. Luego, en Colombia, se ejercía la violencia del Estado y vivimos períodos terribles. También creo que es muy importante trabajar en la integración latinoamericana y que Colombia participe de este proyecto, pues muchas veces ha quedado al margen. Y tratar de resolver, en este marco y con nuevas políticas, la lucha contra el narcotráfico, la trata de blancas, el tráfico de armas en la región, la erradicación de la violencia y la lucha contra el cambio climático global, entre otros asuntos que nos preocupan. En ese sentido, y con todos esos problemas, la integración con nuestros vecinos es fundamental, para más adelante avanzar en proyectos de cooperación económica o energética, como podría ser el desarrollo de la energía nuclear con fines pacíficos. Luego habría que tratar asuntos, como la reconstrucción de la comunidad andina, casi ya olvidada y sentenciada, y la firma de acuerdos de desarme regionales que sirvan para erradicar el problema de la violencia en el largo plazo. Por último, creo que nuestras relaciones con Estados Unidos tienen que estar basadas en un diálogo constructivo y sincero entre las dos partes, añadiendo nuevos elementos de una forma más positiva y redefiniendo las relaciones; tiene que haber cambios en esa relación entre el continente y la potencia del Norte, por supuesto.

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