EL PRIMER MES CON GUSTAVO PETRO EN LA PRESIDENCIA
Por Ricardo Angoso
Estar gobernados por Petro ha sido como ir en una montaña rusa, cargados de adrenalina, terror y miedo. Ha ocurrido de todo en el país en este primer mes. Vamos hacia el precipicio y si este es el desayuno, como dicen en Colombia, imaginen cómo será el almuerzo.
Las masacres se multiplican; la inseguridad se dispara hasta niveles desconocido; los líderes sociales son asesinados impunemente; sus ministros meten la pata un día sí y otro también; sus altos cargos, como el embajador de Colombia en Venezuela, Armando Benedetti, y un senador del Pacto Histórico (petrista), Alex Flórez, aparecen ebrios sin ningún pudor y amenazando a los policías o a quien se precie; los atentados terroristas, incluido el del Huila con el resultado de siete policías asesinados, están al orden del día…El país es un caos total y vive una etapa de desgobierno inusitada y desconocida, ¿hacia dónde nos adentramos? Solamente Dios lo sabe.
Para describirlo gráficamente, la revista Semana, con mucho tino, apuntaba: “Los números son los siguientes: en 27 días del nuevo gobierno han asesinado 10 líderes sociales, ocurrieron 13 masacres y aparecieron más de ocho cuerpos desmembrados en el corazón de las principales ciudades del país. Todo un récord penoso que sitúa nuevamente al país en una espiral de violencia que parece haberse trasladado de las zonas rurales a las urbanas. Hoy los muertos en Colombia aparecen casi al pie de las alcaldías, gobernaciones y hasta del mismo Congreso de la República”. En resumen, según este medio y volviendo a los números, desde hace un mes en Colombia asesinan a un líder social cada dos días y medio, cada 34 horas hay una masacre y aproximadamente cada 3.600 minutos aparece un cuerpo sin cabeza, desmembrado y en bolsas en cualquier parque principal del país.
Luego están los anuncios absolutamente desafortunados de sus ministros, entre los que destacan: el de la de Agricultura, la incombustible Celicia López, anunciando una reforma agraria que hace temer a todos, agricultores y ganadores incluidos; el de Economía, José Antonio Ocampo, un fracaso de los noventa con el inefable presidente Ernesto Samper y recuperado por Petro, que anuncia una “reforma tributaria” que hace temer el estancamiento de la economía colombiana; y el de Defensa, Iván Velásquez, enemigo acérrimo del Ejército, y que ya anunciado “grandes cambios” en las Fuerzas Armadas, entre los que destacan obligar a negociar a la policía -no separada formalmente de los cuerpos militares- con los terroristas de Primera Línea y con el Ejército de Liberación Nacional (ELN).
Por no hablar de la escasa preparación y poca idoneidad para el cargo de muchos de los nombrados, como es el caso de la controvertida ministra Irene Vélez Torres, en el departamento de Minas, una “portento” de la oratoria y con poco conocimiento en los temas de los que se ocupa y escasamente formadas para la materia. Vélez Torres, “atrapada” en una rueda de prensa por cuestiones que no podía responder por su supina y congénita ignorancia, salió huyendo de una rueda de prensa ante el general estupor de la audiencia sin responder a los cuestionamientos que se le hacían.
UNA POLITICA EXTERIOR AL SERVICIO DE LA CAUSA BOLIVARIANA
En menos de un mes, el gobierno de Petro se ha solidarizado con la ex presidenta de Argentina procesada, la corrupta Cristina Kirchner; se ha negado a condenar a la brutal dictadura de Daniel Ortega en la Organización de Estados Americanos (OEA) retirando a su embajador en el momento de la votación de condena a la misma; ha vuelto a recibir de brazos abiertos a la dictadura venezolana de Nicolás Maduro al concierto internacional sin contrapartidas a cambio en materia de derechos humanos; y ha criticado a los chilenos, en un grave caso de intromisión en los asuntos internos de otro país supuestamente “hermano”, por haber votado en contra de la Constitución comunista que les trataban de imponer por la fuerza.
Aparte de todas estas consideraciones en el plano exterior, la Cancillería sigue siendo el botín de guerra para colocar a los amiguetes y conocidos del presidente, tal como ha ocurrido siempre en Colombia, todo hay que decirlo. Ninguno de los primeros nombramientos en embajadas clave para el país ha recaído en profesionales del cuerpo diplomático y el ansiado “cambio” que se anunciaba para Colombia ha quedado en aguas de borrajas. Más bien lo contrario: muchos de los nuevos nombramientos están procesados por la justicia y carecen de la necesaria preparación para ejercer sus cargos.
La Cancillería colombiana sigue siendo un nido de arribistas donde abunda y reina la corrupción y el nepotismo, la falta de profesionalidad y el descarado amiguismo. Incluso el nuevo canciller, Alvaro Leyva, un tipo controvertido y de oscuro pasado donde los haya, tuvo en el pasado nexos nunca aclarados con el narcotráfico y participó con algunos de los peores gobiernos de Colombia, como el de Ernesto Samper, en operaciones de blanqueamiento de las organizaciones terroristas, como las FARC, y los grupos paramilitares que operaban en el país. Por no hablar de Laura Gil, su viceministra uruguaya, cuyo trayectoria pasa por haber sido una gran antiuribista que ha hecho carrera en el grupo castrochavista que asesora a Petro y cuyo mayor mérito es defender a todas las tiranías comunistas de la región sin ambages de duda.
La guinda de la tarta en este primer mes de Petro han sido las ocupaciones de tierras en al menos cuatro regiones del país por parte de los indígenas, que se sienten crecidos y amparados por un gobierno que consideran “amigo”, y que ha agravado las tensiones étnicas entre los ocupantes y los afrocolombianos, rivales en esas zonas, como el Cauca, por las que consideran sus tierras, pero también con los legítimos propietarios de las mismas. El presidente de la patronal ganadera (FEDEGAN), José Félix Lafaurie, no descarta defender las tierras incluso por la fuerza y armar a un grupo de ganaderos para defender las tierras que considera legítimamente de su propiedad.
En fin, que hemos tenido de todo en este circo petrista en este primer mes y que se anuncian cuatro años que, en palabras de la gran intelectual y vicepresidenta Francia Márquez, vamos a vivir sabroso, pero que muy sabroso. Intuíamos que la izquierda colombiana sería un desastre al frente del gobierno, pero nunca pensamos que nos lo demostrarían tan rápida y súbitamente, casi como un cohete que se dispone a estallar en el aire sin control y desperdigando sobre la faz del país los restos de un gran ocaso espeluznante, mediocre y seguramente trágico. Apenas comenzamos y ya nos imaginamos el final del sainete.