COLOMBIA, ¿HACIA DÓNDE VAMOS?
Por Ricardo Angoso
O el presidente Duque endereza el rumbo y enfoca su agenda en la economía, la seguridad pública, poner orden en la justicia, acabar con los cultivos de coca y el desafío del éxodo venezolano, por citar tan sólo algunos asuntos, o Colombia puede vivir los próximos cuatro años como uno de los mandatos más estériles de su historia reciente. ¿Pero hay agenda o el presidente improvisa?
20,28 millones. Al convertir este dinero haciendo uso de la tasa de hace un año y de la actual, los colombianos tuvieron una pérdida de US$993,91, pues pasaron de tener un PIB per cápita de US$6.894,29 a uno de US$5.900,37
En los primeros quince meses del presidente Iván Duque al frente el país, no se puede decir que las cosas le hayan ido muy bien al nuevo gobernante y me atrevería a decir que para un gran parte de los observadores neutrales de la situación política colombiana estos primeros meses al frente del timón han sido, cuando menos, caóticos. Y quizá absolutamente decepcionantes, tal como revelan la mayoría de las encuestas. Algunas incluso señalan que la favorabilidad del nuevo inquilino de la Casa Nariño ya se sitúa por debajo del 30% y la tendencia es decreciente. ¿Será capaz de Duque de amainar la tempestad y poner rumbo hacia otro escenario?
Hasta el expresidente Uribe, en un mensaje matizado después por este viejo tahúr de la política colombiana, ha llegado a pedir que Duque debe «enderezar» el rumbo. Pero ya se sabe que el máximo líder del Centro Democrático, verdadero jefe de campaña del actual presidente, practica desde hace tiempo el juego descrito por George Orwell en 1984 que consiste en» saber y no saber, hallarse consciente de lo que es realmente verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas, sostener simultáneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer sin embargo en ambas».
Las recientes protestas de los estudiantes en las calles se han desbordado y las mismas han mostrado la cara más violenta, agresiva y destructiva de una sociedad donde se echan en falta unos mínimos valores y principios cívicos y éticos. Los estudiantes más que demandar mejoras en el semejante educativo se asemejaban a una horda de Gengis Kan arrasando todo lo que encontraban a su paso, incluyendo el transporte público, las instituciones y los negocios privados sin que nadie fuera capaz de detenerlos. Sus métodos deslegitimaban sus exigencias, por muy legítimas que fueran de entrada. Y detrás de este movimiento, que no es del todo tan espontáneo, parece haber oscuros intereses políticos.
Pero lo peor del caso es se que constató la nula presencia de la autoridad del Estado para poner coto a tantos desmanes y una violencia indiscriminada que no se detenía ni ante la misma policía, convidada de piedra a un espectáculo dantesco y anárquico. Los miembros de los cuerpos de seguridad y la policía colombiana se vieron superados totalmente por las protestas y demostraron muy poca profesionalidad a la hora de devolver la seguridad pública a los atemorizados ciudadanos que se vieron, sin buscárselo, envueltos en las mismas. Se nota y se percibe en las calles la ausencia del Estado y el necesario monopolio que debe de ejercer, como ocurre en todos los países, sobre el orden público y la seguridad necesaria en las ciudades. Mientras el país ardía literalmente, sin eufemismos, el presidente Duque se dedicaba a cantar ballenatos con el cantante Carlos Vives y a recibir a Maluma. ¿Es que el nuevo presidente de Colombia no tiene asesores ni equipo que le digan lo que estaba ocurriendo en las calles mientras se dedicaba a frivolizar en los medios?
Por otra parte, la inseguridad reinante en el país coloca a Colombia con los peores ejemplos del mundo si analizamos su tasa de homicidios, sólo superada en la región por Brasil, Guatemala, Honduras y Venezuela, y tener el dudoso honor de tener a varias de sus ciudades -Calí, Cucutá, Palmira…- entre las cincuenta más peligrosas del mundo. Es cierto que en esta materia la herencia recibida del su antecesor, el inefable Juan Manuel Santos, es pésima pero al menos en estos primeros meses de gobierno se podría haber bocetado o anunciado un plan de choque ante la gravísima situación reinante, que ha colocado a este problema en el asunto central que más les preocupa ahora a los colombianos. Pero no, nada de eso ocurrió; por el contrario, mucha exhibición mediática y pocos contenidos, como se dice vulgarmente mucho ruido y pocas nueces.
DEL CASO ODEBRECHT AL VIDEO DE PETRO
Luego está el caso del Fiscal General de la Nación, Néstor Humberto Martínez, que se ha convertido en el mayor protector, con sus estrategias desviacionistas y dilatorias, de los implicados en el caso Odebrecht, responsabilidades que apuntan muy alto y que algunos incluso creen que podrían llegar hasta el predecesor de Duque, el siempre esquivadizo y ladino Santos, maestro de la equidistancia y la ambiguedad desde sus más tiernos comienzos en la política. El asunto se le ha complicado a Martínez porque hay demasiados señalamientos en su contra y dos crímenes sobre la mesa, precisamente posibles testigos en el caso Odebrecht para llevar a la cárcel a más de uno. Los asesinados eran padre e hijo y sus crímenes parecen propios de una novela de Aghata Cristie.
El caso Odebrecht en Colombia apunta a una colaboración entre poderosos carteles económicos colombianos de dudosa respetabilidad pese a llevar años manejando al país a su antojo y el poder político, más concretamente una buena parte de la camarilla que rodeó a Santos en los últimos años. Estos dos asesinatos, por ahora sin responsables ni detenidos, vendrían a demostrar las sospechas que tienen algunos de que en Colombia no hay propiamente una mafia, sino que la misma mafia se hizo con el control de Estado, en un caso inédito en la historia de la humanidad.
Y como guinda de la tarta, para complicar aún más las cosas, aparece el video de Gustavo Petro, que desde luego le deja muy mal parado en unas imágenes en las que aparece recibiendo unos dineros de dudosa reputación como una suerte de gran capo de una organización criminal. Aunque acabe saliendo airoso de todo este tinglado, el problema es más estético que ético, pues no parece muy lógico y de un país desarrollado que sea el máximo líder de un movimiento el que esté al frente de manejar los dineros una campaña y menos cuando los donadores no parecen personajes de una una talla moral de indiscutible porte.
IVAN DUQUE, LOS SIETE ENANITOS Y LA UNESCO
Mientras el caso Odebrecht se iba a desarrollando a cámara lenta, para no desmontar la trama y dejar que los responsables de la misma sigan gozando de la impunidad de la que han gozado hasta ahora, el presidente Duque se estrenaba como estadista de talla internacional en la sede de la Unesco y desde luego que no decepcionó a sus interlocutores, que se quedaron atónitos a tenor de las imágnes. No se sabe a ciencia cierta quien le elabora los discursos e intervenciones pero esta vez el speech fue de premio. Habló sobre los siete enanitos que dominan a la economía naranja (¿?), que para él son el eje fundamental de su propuesta programática, aunque nadie se atreve a definir la misma con claridad, y desde luego no dejó indiferente a nadie; el texto parecía más una redacción infantil de colegio de párvulos que el discurso de un mandatario de talla internacional. O escrita por el mismísimo Walt Disney, tan admirado y querido por nuestro presidente.
Otro aspecto preocupante y realmente alarmante si de veras hubiera un verdadero equipo de gobierno al frente del país, es el descontrol reinante en las fronteras colombianas ante la llegada de una auténtica avalancha humana procedente de Venezuela y que ya inunda las calles de las principales ciudades. Entre los que han entrado ilegalmente y los que pasan irregularmente huyendo de la satrapía socialista, quizá la cifra total de venezolanos residiendo en el país podría acercarse a los dos millones y el éxodo –según los cálculos más pesimistas- no ha hecho más que comenzar, un verdadero desafío para un país que, como Colombia, no está preparado para recibir a esa población carente de todo y que necesita urgentemente cubrir sus necesidades básicas, comenzando por la comida, el acceso a la salud y a la educación y un techo donde resguardarse. Ya habido incidentes violentos graves entre venezolanos y la fuerza pública, y no deben descartarse en el futuro capítulos de xenofobia y rechazo por parte de la población local. El asunto está fuera de control, mientras que Duque sigue tratando de demostrar al país que sí hay gobernabilidad y que todo está en orden. Sigue tocando la lira, como Nerón, mientras Colombia está que arde.