UCRANIA, LA PERIFERIA EN DISCORDIA
Por Ricardo Angoso
Cuando han pasado treinta años desde la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), el balance no es muy alentador y nos deja en el camino numerosas guerras y contenciosos no resueltos, como es el caso del Donbas en Ucrania, país situado en la periferia de Rusia y también en los límites de la Unión Europea (UE) y la OTAN.
Con la implosión de la URSS, en 1991, y la consiguiente desaparición del bloque comunista, la mayor parte de los países del Este de Europa comenzaron sus transiciones a la democracia y dieron los primeros pasos para integrarse en la UE y la OTAN. A principios de este siglo, casi toda Europa Central y Oriental, desde Albania hasta el Báltico, se fue integrando en estas dos estructuras multinacionales y ambas organizaciones llegaron hasta las fronteras mismas de Rusia, Bielorrusia y Ucrania.
Asimismo, y como fruto del mismo proceso de integración en las estructuras occidentales, tres ex repúblicas soviéticas, Lituania, Letonia y Estonia, entraban en la UE y la OTAN, provocando el malestar de Rusia por ver extender los límites de la OTAN hasta su flanco báltico, aislando por tierra al pequeño enclave ruso de Kaliningrado.
Paralelamente a estos cambios políticos y diplomáticos en la escena europea, Rusia intensificaba las acciones contra algunos de sus socios soviéticos. Mucho antes de que Vladimir Putin se hiciera con el omnímodo poder que tiene hoy en Rusia, los rusos ya habían perpetrado varias intervenciones y acciones contra sus vecinos sin que Occidente apenas hiciera nada por ayudar a los agredidos y, en algunos casos, como fue el caso de Crimea, sin apenas reacciones rotundas y contundentes. Las sanciones impuestas a Rusia por la UE y los Estados Unidos apenas han hecho mella en la élite político-económica que lidera el país y mucho menos han provocado un cambio en la agresiva política exterior de Moscú.
NUMEROSAS INTERVENCIONES RUSAS DESDE 1991
La Federación Rusa lleva, desde el primer momento de la desordenada y casi caótica disolución soviética, ampliando sus fronteras, a costa de sus vecinos. Desde el año 1991, cuando estalló la guerra civil en Moldavia, entre el gobierno de Chisinau y las milicias separatistas de Transnistria, Rusia apoyó descaradamente a los secesionistas y fomentó la creación de una entidad ilegal en la región recién “independizada” con la ayuda del XIV Ejército ruso. La situación de Transnistria se ha mantenido desde 1992 inalterable y todas las tentativas de búsqueda de una solución política entre las partes han fracasado, en gran medida porque Rusia quiere mantener su papel de mediador y evitar, a toda costa, la entrada de este país en la UE y la OTAN.
Después, entre 1992 y 1993, la región de Abjasia se levantó en armas contra Georgia, en una mini guerra civil que perdieron los georgianos, y que costó miles de vidas -algunas fuentes hablan de hasta 40.000 víctimas, sobre todo civiles-. Además, el conflicto provocó miles de refugiados y la destrucción material y económica de un país ya de por sí muy depauperado. Las consecuencias fueron desastrosas para Georgia, que un año antes, bajo presión de Rusia, tuvo que aceptar la secesión de otra de sus regiones, Osetia del Sur, que intentó arrebatar, en el año 2008, en una guerra fallida contra las milicias osetias armadas y apoyadas por los rusos. En otra guerra más perdida por los georgianos, finalmente la Federación Rusa, de la mano de su presidente, Vladimir Putin, reconoció como “estados independientes” a Osetia del Sur y Ajbasia, regiones que al día de hoy siguen bajo la órbita rusa.
Ucrania también ha sufrido las apetencias territoriales rusas, cuando en marzo del 2014 Rusia apoyó un proceso de secesión de Crimea para, a renglón seguido, declarar oficialmente su anexión, en una acción tan súbita y rápida que dejó desconcertadas y casi sin capacidad de maniobra a las autoridades ucranianas.
Mención aparte, porque daría para una nota mucho más amplia, es la situación en el Donbas, una región que se ha levantado en armas contra el gobierno de Kiev y que resiste numantinamente a merced del descarado apoyo de Rusia a su causa, en una guerra que ya ha causado 14.000 muertos y que desangra a Ucrania desde hace ocho años. Quizá en el epicentro de esta crisis, aunque los occidentales siguen mirando para otro lado y tratan de no implicarse en este guerra, está el presumible deseo de Rusia por anexionarse esta estratégica zona del continente, que dotaría a esta nación definitivamente de su anhelada salida directa al mar Negro y el cierre del mar de Azov a la flota ucraniana, lo que significaría un duro golpe para la economía de Ucrania.
PREVISIBLES ESCENARIOS DEL CONFLICTO ENTRE RUSIA Y UCRANIA
El primer y más previsible, siguiendo guiones previos de Moscú, es la declaración de “independencia” de los levantados en armas contra el gobierno de Kiev como primer paso para después ejecutar la anexión rusa, algo que sería totalmente ilegal y contrario al derecho internacional, pero que a Putin no parece importarle mucho. Por ahora, el legislativo ruso ha instado al gobierno de Moscú a reconocer a estas dos regiones alzadas en armas y no sería descartable, como ya hizo en su momento con Crimea, que después se consume la anexión. ¿Será ese el objetivo final de Putin en esta guerra de nervios contra Occidente y también contra Ucrania?
Putin ha pasado ya todas las líneas rojas y no parece dispuesto a cumplir con sus obligaciones internacionales, habiendo roto descaradamente el consenso europeo con respecto a no cambiar las fronteras del continente por la vía militar. Si Rusia ya se anexionó territorios por la fuerza en Moldavia, Georgia y Ucrania, contraviniendo todas las normas del derecho internacional sin que nadie hiciera nada, ¿por qué iba a ser distinto ahora? A Occidente solamente le quedaría el camino de imponer nuevos sanciones, que seguramente serían tan inútiles como las anteriores, y a Ucrania, militarmente mucho más débil que Rusia, tendría que aceptar estoicamente la nueva amputación por la fuerza de uno de sus territorios.
Estados Unidos y el Reino Unido, más concretamente sus servicios de inteligencia, siguen manteniendo que Rusia atacará e invadirá a Ucrania, aunque todavía no se han agotado todas las vías políticas y diplomáticas. La resolución de este contencioso por la vía política, a la espera de que se produzca la importante reunión entre los presidentes de los Estados Unidos, Joe Biden, y Rusia, Vladimir Putin, podría dar algunos resultados y que se evitara la intervención militar rusa. Occidente sigue insistiendo en que no se ha producido ninguna desescalada y que, por el contrario, Rusia ha elevado hasta los 150.000 efectivos sus tropas en las fronteras alrededor de Ucrania. El riesgo de un enfrentamiento militar o una intervención como segundo previsible escenario, pese a la consabida debilidad ucraniana sobre el terreno, sigue presente, a pesar de que Putin lo sigue negando, y ya ha habido incidentes graves en la “frontera” entre Ucrania y las regiones secesionistas del Donbas.
Rusia exige a los países occidentales, pero especialmente a los Estados Unidos, que la OTAN, organización político-militar que agrupa a treinta países, no siga extendiendo sus fronteras más allá de sus actuales límites y ha expresado claramente su veto a que Ucrania y Georgia, dos antiguas repúblicas soviéticas, ingresen algún día en la Alianza Atlántica. Quizá ese veto será el precio que tendrían que pagar los occidentales por evitar una guerra generalizada entre Rusia y Ucrania a causa de estas regiones habitadas por la minoría rusofona. ¿Aceptaría Putin un acuerdo sobre esta asunto en aras de evitar que el conflicto vaya a mayores? ¿Estarían los occidentales dispuestos a claudicar en sus principios y ceder parte de la soberanía ucraniana con tal de evitar un enfrentamiento mayor con Rusia? En los próximos días tendremos las respuestas a estas cuestiones realmente complejas que dibujan un escenario de concesiones mutuas por las dos partes.
Sin embargo, la desconfianza reina entre las partes y el intercambio de acusaciones entre Rusia y Ucrania ha ido elevando el tono. Putin sostiene que Ucrania no respeta los acuerdos de Minsk rubricados en su momento para tratar de resolver por la vía política el contencioso de Donbas, mientras Ucrania sigue manteniendo que los rebeldes levantados en armas son atizados y armados por Moscú. Rusia, como parte de su estrategia por arrebatar estos territorios a Ucrania, ha entregado 700.000 pasaportes a los habitantes del Donbas, con lo cual, llegado el caso, podría invocar la legítima defensa de sus ciudadanos si Ucrania tratara de tomar por la fuerza esos territorios hoy en disputa.
Putin, por otra parte, ha endurecido su retórica en los últimos días y ha amenazado con “medidas técnico-militares de represalia apropiadas” si no se cumplen sus demandas de “garantías de seguridad”, entre las que estarían su veto a nuevas ampliaciones de la OTAN. Además, en las últimas maniobras militares realizadas conjuntamente con Bielorrusia, Putin exhibió su poderío nuclear frente a la OTAN y mostró al mundo la peor de sus caras. El riesgo de una guerra sigue presente y los próximos días, o quizá semanas, serán claves para ver si el contencioso se reconduce por las vía diplomática o las armas vuelven a hablar en el Donbas.