HUGO CHÁVEZ, EN SU LABERINTO
El régimen tiene ante sí el desafío de cambiar y rectificar o seguir en su peligrosa huida hacia adelante desoyendo las voces que le invitan a una reflexión. Chávez, mientras tanto, sigue firme en la defensa de su proyecto bolivariano sustentado en el “socialismo del siglo XXI” y otras ideas ya fracasadas y muertas. ¿Persistirá en su empeño?
POR RICARDO ANGOSO
En un año decisivo para Venezuela, en que están en juego muchas cosas, pues están previstas para septiembre las elecciones parlamentarias que sabrán medir la popularidad del ejecutivo chavista, la oposición tiene que demostrar que puede actuar unida y sin fisuras en un momento en que el país se encuentra, en términos económicos, al borde del abismo, tal como señalan numerosos analistas e informa la CNN. Pero también el presidente Hugo Chávez tendrá que demostrar si es un verdadero líder capaz de gestionar el país y rectificar aquellos errores incuestionables que está cometiendo durante su gestión o si proseguirá su suicida huida hacia adelante, desoyendo todos los llamados que le envía la caótica y cruda realidad. El país camina hacia un destino incierto que no hace presagiar nada más allá que el colapso total de su economía, que importa casi todo y el 95% de lo que exporta es petróleo, y de su propio régimen. ¿Será Chávez capaz de cambiar o, por el contrario, preferirá sucumbir y morir ahogado en su propia retórica falaz y gratuita del inútil “socialismo del siglo XXI”?
El país está desabastecido, la inflación disparada, los alimentos custodiados por la maquinaría del Estado para supuestamente ayudar a los más pobres se pudren por toneladas, la corrupción mina todas las administraciones y el despilfarro, tras diez años de bonanza petrolera, tan sólo ha sido capaz de generar una de las economías más infuncionales, obsoletas y poco competitivas no ya de América Latina, sino de todo el mundo. Es el mayor caos conocido organizado desde arriba, desde el poder total que ejerce el mismísimo Chávez.
Como señala el analista Moisés Naim, en una reciente entrevista a al periódico colombiano El Tiempo, al que cito literalmente: “¿Qué más hace falta decir de un país que tiene simultáneamente extraordinarios ingresos petroleros y la más alta inflación del mundo? Ni siquiera los países africanos sin gobierno y devastados por la guerra tienen una inflación más alta que la de Venezuela. ¿Qué decir del manejo de un país que cuenta con los mayores recursos energéticos del hemisferio, pero que obliga a sus habitantes a vivir en una constante pesadilla de apagones y racionamiento eléctrico? Un país cuyas políticas tienen el efecto de expulsar al exterior masivas cantidades de capital y lo mejor de su talento humano y cuyo gobierno regala a otros países y sin la autorización de nadie las riquezas de la nación mientras la gran mayoría vive en la miseria? La más cruel ironía de todo esto es que el Presidente que dice entender y sufrir por la situación de los pobres es el que ha impuesto las políticas más devastadoras para esos mismos pobres”.
MUCHAS SEÑALES DE ALARMA, POCAS RESPUESTAS
Las señales de alarma en todos los ámbitos de la vida común y corriente ya se han encendido hace tiempo, sin que se hayan tomado medidas correctoras, y en el país se podría generar un estallido social de impredecibles consecuencias al estilo del “carachazo” de finales de los ochenta. La violencia en las ciudades está disparada, y Caracas es considerada hoy una de las ciudades del mundo más peligrosas, con dos centenares de muertos por el crimen cada fin de semana, y también la urbe de América Latina donde peor se vive, en un estudio que medía todos los indicadores. Frente a esta situación alarmante, en una nación donde ya casi no es posible viajar por carretera por la violencia indiscriminada y cada vez más creciente, Chávez, en su alocada huida hacia la nada, responde con que la culpa es del capitalismo y de los “pitiyankees”, que somos todos aquellos que en el mundo disentimos de la locura totalitaria que hoy gangrena a Venezuela y amenaza con destruirla por décadas.
Luego está la crisis de los valores, pues la corrupción es galopante y absolutamente descontrolada, tal como incluso ha reconocido el propio Chávez en numerosas ocasiones, aunque no haya hecho nada por poner coto a tal estado de cosas, y el deseo de marcharse de un país que es un barco que se hunde frente a las costas de la racionalidad política se ha generalizado; miles de venezolanos hacen largas colas, incluso duermen a la intemperie, frente a los consulados de los países occidentales que todavía les dan visas para abandonar la satrapía de nuestro tiempo en el continente americano. Es la imagen más reveladora del fracaso total del sistema inspirado por este caudillo “bolivariano”, el Puerto Mariel del régimen venezolano.
Frente a este estado de cosas, y la cada vez creciente contestación de una sociedad cansada de esperar en la cola de la historia, el régimen de Chávez ha respondido con la cubanización intensa del país, es decir, quiere convertir a la Venezuela supuestamente socialista en un gran campo de concentración al estilo de la dictadura cuartelera de los hermanos Castro. Los medios de comunicación no afines son cerrados sin contemplaciones, los periodistas disidentes, perseguidos, las organizaciones de derechos humanos, como bien sabe Human Rights Watch, son expulsadas del país de una forma arbitraria y ajena a todo derecho y los activistas de la oposición, en un país donde ya hay presos políticos, contemplan como sus derechos son cercenados por un régimen implacable y corroído por el oxido de la represión política. Las recientes órdenes dadas por Chávez para que se detenga al dueño del canal opositor Globovisión, el ya prófugo Guillermo Zuloaga, y a su hijo muestran a las claras que el aparato policial del sistema chavista ha decidido pasar a la acción y que no se va a andar sólo con simples advertencias, sino que está vez queda bien claro que las amenazas vertidas por el máximo líder en su pútrido “Aló Presidente” van en serio.
Así las cosas, y en un momento en que convergen la crisis energética, política, social y el desabastecimiento, junto otras lacras que minan el primigenio espíritu revolucionario, la popularidad del máximo líder está en sus horas más bajas, pero no olvidemos que Chávez ya utilizó el fraude electoral y las prácticas clientelares, que no son más que sus famosos misiones sociales, para continuar en el poder y que ha amenazado, al margen de lo que pase en las urnas, con quedarse otros veinte años más, para horror de todos los demócratas venezolanos y continentales.
Pese a todo, Chávez debe ser consciente de la difícil coyuntura que atraviesa su régimen, pues debe conocer de primera mano el caótico estado de cosas en el interior del país y del fracaso total de su infuncional sistema cimentado sobre ideas fracasadas o muertas, como el “socialismo del siglo XXI”, en una suerte de necrológico amor por un ideal destinado a los libros de historia y no a la praxis política. “Yo no quiero ofender al público de la República venezolana, pero no existe un proyecto bolivariano, existe un proyecto de Chávez, y eso es nada. Nada más que dinero de petróleo, la ideología bolivariana de verdad no existe como institución”, explicaba muy gráficamente el analista y sociólogo de la Universidad de Yale Miguel Ángel Centeno.
Chávez, al que le gusta la historia, aunque no haya aprendido mucho de la misma, y la literatura de García Marquez, puede acabar sus días como el personaje que retrata el Nobel colombiano en El general en su laberinto, abandonado por todos, desterrado y fracasado en su proyecto continental. Cada día que pasa tiene menos tiempo para rectificar y enderezar el rumbo del maltrecho proyecto bolivariano que un día “diseñó” para su país; no hay mucho margen de maniobra y el arcaico modelo puesto en marcha está a punto de agonizar. O, quizá, como el personaje de García Marquez, ese Bolívar abatido y derrotado por los acontecimientos, prefiera el destino heroico del fracasado, algo que casa y mucho con su peculiar psicología, para acabar un día susurrando al oído de quien quiera oírle: “Carajos. ¡Cómo voy a salir de este laberinto!”, que es lo que al parecer dijo el líder bolivariano antes de expirar en su lecho mortuorio en la genial novela del colombiano. La historia nos dará la respuesta.
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