Si Occidente no detiene a Irán clérigos chiítas gobernarán el mundo
Hoy el mundo está más cerca del abismo que ayer, y nadie parece dispuesto a desinflamar la situación
Fauno, era un Dios de la mitología romana que no sólo adivinaba el porvenir, sino que además lo transmitía a través de voces en los bosques o en sueños. Si Fauno nos tuviera que explicar ahora qué está pasando en Oriente Medio y en particular en Irak e Irán, y sobre todo qué va a ocurrir en las próximas semanas, quedaríamos totalmente desorientados.
El ataque de fuerzas regulares de un país, en este caso Irán, a instalaciones militares de otro país, como, asimismo, la ejecución de un alto oficial iraní por parte de otro estado, en cualquier otro momento de la historia, incluso en otro lugar, sería considerado un acto de guerra, y activaría toda la maquinaria militar para destruir al enemigo. Pero en Oriente Medio, nada es previsible.
La única diferencia entre el ataque perpetrado contra las bases militares norteamericanas de Al Asad en la frontera entre Siria e Irak, a unos 30 kilómetros de distancia de las bases iraníes de misiles, y en Erbil en el Kurdistán, de los otros muchos orquestados en la sombra por el régimen iraní en las últimas décadas, es su reivindicación. Irán reconoce atacar a los Estados Unidos y además declara hacerlo en venganza por la muerte del general Qasem Soleimaní, cuya autoría proclama el presidente Trump
¿Pero porqué hemos llegado a esta situación?
Cuando llegué a Irak en plena guerra en el año 2003, el entonces obispo de Basora me afirmaba que el mayor error que había cometido Estados Unidos había sido permitir el regreso a Irak de las milicias chiitas que habían luchado contra Sadam. “Si éste había sido un terrible dictador, la violencia sectaria de las milicias chiitas, le dejaría en pañales”.
Cuando el Estado Islámico, nacido del mundo cercano a Sadam Hussein, estaba a punto de derrotar a Irak y Siria, y golpeaba en Europa, Irán recurrió a los viejos resortes que le habían permitido generar una red de organizaciones terroristas para atacar a Israel y a sus enemigos sunitas en la región. Esos viejos resortes los representaba el general Suleimaní, que tenía a su disposición no sólo el apoyo directo y sin fisuras del máximo líder de Irán, sino todos los medios de su potente estructura militar. Suleimaní lo mismo se reunía con los agentes de China en Siria, que viajaba a reunirse con Putin y diseñar la colaboración en Siria, que armaba a las milicias de Hizbullá e incluso de Hamas para atacar a Israel, y organizaba y armaba a los chiitas iraquíes para desestabilizar el país.
La victoria sobre el Daesh, en la que Irán ha sido pieza clave, sobre todo en Irak, le devolvió a las milicias chiitas en Irak la capacidad para desestabilizar el país, y resultaba evidente en las últimas semanas que un golpe de estado, como el que Suleimaní estaba orquestando, sumiría al país en un caos de nuevo, y con tropas occidentales en medio de esta clima de guerra civil. La muerte del principal actor de todas estas intrigas políticas y terroristas ha sido quirúrgica, porque difícilmente tendrá un reemplazo.
Los Estados Unidos sabían perfectamente que habría respuesta iraní, y que sus bases serían atacadas, aunque lo cierto es que la gran mayoría de efectivos americanos han dejado la zona en las últimas semanas.
La retirada de la frontera entre Siria y Turquía y de Irak en los últimos días se enmarcaba en una estrategia perfectamente planeada de minimizar riesgos ante los acontecimientos que se sabían iban a tener lugar. De ahí que la respuesta de Trump, lejos de seguir su línea habitual, sea de tranquilidad, ya que esta respuesta iraní era esperable y hasta ahora ha sido proporcionada, aunque debemos esperar todavía algunos golpes más para regresar al estatus anterior de inestabilidad controlada; así se hace la política en Oriente Medio.
Si la situación se normaliza en las próximas semanas, el petróleo volverá a bajar, las bolsas se recuperarán y se respirará cierta tranquilidad en la zona. Pero mucho me temo que no va a ser así, porque los fundamentos de este desaguisado, no sólo permanecen, sino que se acentúan, y una vez más el problema siempre es Irak. Casi sería una paradoja que el lugar donde empezó la civilización sea donde se cave su final.
El gran error estratégico en la región fue la invasión de Kuwait por Sadam Hussein en 1990, lo que creó una profunda división en el mundo sunita que quedó partido entre los aliados de Occidente liderados por Arabia Saudita y un conglomerado de grupos sunitas enemigos acérrimos de los estados Unidos. La derrota de los sunitas en 2003 en Irak y la consideración de que los chiitas iraquíes harían de contrapeso al terror del régimen de Hussein, abrieron dos frentes en el mundo islámico radical contra Occidente: el sunita radical liderado por Bin Laden y el Estado islámico, y un Irán que encontró en la guerra de todos contra su enemigo natural, el Estado Islámico, una forma de ganar tiempo para seguir con su programa nuclear y de rearme, ganar cierta consideración en Europa y Rusia y desestabilizar Irak.
Derrotado el Estado Islámico, volvimos al conflicto original ente chiitas y sunitas que tiene distintos campos de batalla, aunque el principal es Irak. De ahí que en el último año el clima de guerra civil en Irak alimentado por Irán nos haya devuelto al mismo escenario de los años ochenta. Si Irak cae bajo el dominio de Irán, las posibilidades de una guerra generalizada en la región crecerían exponencialmente. La salida de las tropas occidentales y la pérdida de influencia y capacidad sunita en Irak, que quedó hecha pedazos cuando el Estado Islámico les derrotó con apenas el 10% de sus efectivos, han pavimentado el camino para un Irak dominado por Irán. Si a eso unimos el cada vez más evidente asentamiento de Asad en Siria y la fuerza creciente de Hizbullá en Líbano, y las tensiones en Egipto, no podemos imaginar el galimatías que se puede producir en Oriente Medio en un par de años.
Si Occidente no detiene a Irán en Irak, la escalada del conflicto nos llevaría a una situación de crisis a nivel global, en la que los grandes aliados de Irán, Rusia y China, buscarían cómo cumplir su sueño histórico, acceder política, económica y militarmente a Oriente Medio y de ahí a África.
El diseño del tablero mundial de la segunda mitad de este siglo se está produciendo ahora en Oriente Medio, y si Occidente no reacciona con inteligencia, apoyando a sus aliados en la zona, y reforzando su presencia económica y militar, el mundo estará dirigido en un par de décadas por clérigos chiitas y gobiernos que no respetan ni los derechos humanos ni políticos de sus ciudadanos, así que no imaginemos qué respetarán de los que no somos sus súbditos.
Las elecciones presidenciales norteamericanas en noviembre, la nueva Comisión Europea que apunta por más neutralidad estratégica y por centrarse en los asuntos domésticos de sus miembros que lo le incumben, el desgobierno en Israel, por un lado, la creciente y agresiva presencia rusa y china en la región y un gobierno iraní que anuncia volver a su programa nuclear militar, que realmente nunca pensó abandonar, no son precisamente buenas noticias para que podamos dormir tranquilos. Hoy el mundo está más cerca del abismo que ayer, y nadie parece dispuesto a desinflamar la situación.
Si occidente no reacciona en oriente medio y apoya a sus aliados con presencia económica y militar en la zona, el mundo estará dirigido en un par de décadas por clérigos chiitas.