José Obdulio Gaviria ha sido hasta hace muy poco tiempo asesor del presidente colombiano, Álvaro Uribe, y es considerado por sus amigos e incluso sus enemigos como el principal ideólogo del máximo mandatario colombiano. La prestigiosa revista colombiana Semana le llegó a considerar como el “Rasputín de Uribe”. También se le considera como el “diseñador” de la denominada doctrina de “seguridad democrática”, que consiste en intensificar la lucha contra el terrorismo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) desdeñando cualquier forma de acuerdo y el diálogo con esta organización terrorista. Ahora, desde un discreto segundo plano, es el principal valedor de los movimientos uribistas que apuestan la continuidad de su estrategia política. También preside la prestigiosa Fundación Centro de Pensamiento Primero Colombia.
¿Qué balance hace de estos ocho años de largo mandato uribista?
En el año 2002 la prestigiosa revista Foreign Policy denominaba a Colombia como un “Estado fallido” con pocas expectativas de salir adelante y sumido en una grave crisis política y económica, incluso donde cabía la posibilidad de que el grupo terrorista las FARC se hiciera algún día no lejano con el Gobierno del país. Se hablaba así, de esta forma tan natural y normal, de nuestro país, de Colombia. Hoy, en el año 2010, esa aseveración carece de sentido y ha perdido toda vigencia. Colombia es un país seguro, tiene credibilidad mundo y hemos recuperado la seguridad, un valor esencial.
¿No hay aspectos negativos en esa gestión, nada que criticar o que debe enmendarse de cara al futuro?
Creo que se ha recuperado la cohesión social y política, algo que era fundamental, y se avanzó en la seguridad, aspecto éste que era importante porque un Estado no es tal sino hay seguridad. Sin embargo, creo que debemos mejorar en muchas cosas: la Justicia sigue siendo débil; la infraestructura del país, mediocre, y la pobreza es elevada. Pero hay esperanza, es un aspecto fundamental que hemos recuperado en los últimos años, el país está con el anhelo de que se pueden resolver los problemas y seguir el camino hacia delante.
¿Qué tareas le aguardan para el futuro al próximo presidente?
Hay que seguir luchando contra el terrorismo, esa es nuestra tarea más inminente, y darle duro a la seguridad. No podemos avanzar en los demás terrenos si no se afianza y consolida la seguridad, esa es el principal desafío para los próximos años. Las FARC siguen ahí acechando y golpeando. Pero sin desdeñar otros aspectos que considero esenciales e importantes, como seguir desarrollando nuestras infraestructuras, las carreteras, las plantas hidroeléctricas, las zonas francas que tantos éxitos han dado al país y las comunicaciones en general. Luego, si conseguimos vencer la batalla al terrorismo, otro objetivo es el transferir los ingentes recursos económicos y humanos que ahora aportamos a la lucha contra las FARC a la seguridad ciudadana, que siempre nos preocupa. También sería importante el concentrar nuestros esfuerzos transferidos de ese presupuesto a la investigación científica y al crecimiento tecnológico, aspectos vitales para el desarrollo de un país.
¿No cree que la política exterior que ha llevado el presidente Uribe ha sido la responsable del actual aislamiento de Colombia?
En la vida, como en la política exterior, a veces es mejor estar solo que mal acompañado. No queremos estar en una alianza marxista como el ALBA, dirigida por Venezuela, y que está hipotecando el futuro de las generaciones venideras de los países que la componen. No queremos tampoco pertenecer a un bloque que es intervencionista en lo económico y ahuyenta las inversiones extranjeras. Nuestra apuesta no es un por unas políticas caracterizadas y condicionadas por lo peor del pasado y el marxismo. Creemos en otro tipo de sociedad. Colombia, por ejemplo, ha pasado de 500.000 barriles de petróleo que teníamos antes a 750.000 diarios, mientras que nuestro vecino venezolano ha pasado de 2,7 millones a 1,8, es decir, ha bajado y sigue bajando. Nosotros sufrimos, como todos los países de la región, una durísima sequía, pero sin embargo, a diferencia de Venezuela, no hemos sufrido cortes ni apagones.
Aquí, a Colombia, por el contrario, han llegado las inversiones extranjeras y somos un país receptor de las mismas, mientras que en el ALBA, por ejemplo, se expropian las empresas, como ha ocurrido con la cadena ÉXITO en Venezuela. También nos hemos mantenido firmes en la defensa del mercado y la libre competencia, mientras en los países del ALBA se constriñen las libertades y apenas llega la inversión extranjera. Nosotros no somos marxistas, sino demócratas que mantenemos el mercado sin intervenciones y defendemos las libertades, no como ocurre en los países del ALBA. Aparte no estamos tan solos: países como Honduras, Panamá, Perú, Chile e incluso Brasil, por citar algunos, comparten nuestros valores en América Latina y se han distanciado claramente de los lineamientos del ALBA. Hasta El Salvador comienza a cambiar y ya ha anunciado que no se alineará con la organización que lidera Chávez, en un claro desafío al máximo líder venezolano.
¿No es una gran frustración para ustedes que siendo el principal aliado de Estados Unidos en la región, Washington no haya firmado el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Colombia?
Hubo por parte del anterior ministro de Comercio un mal manejo de estas negociaciones con Estados Unidos, no fueron llevadas de una forma profesional y no se le dio al asunto la importancia que realmente tenía. Reaccionamos tarde y mal, a destiempo. Luego, dentro del país, ciertos sectores izquierdistas y una parte de los sindicatos marxistas le apostaron duro al rechazo del TLC, ya que no creen en el libre mercado y siempre se dedican a obstruir el mismo. Hay una izquierda que sigue sin creer en la Ley de la oferta y la demanda, considerando que lo mejor para la economía es el intervencionismo estatal: esa, por supuesto, no es nuestra apuesta. Pero también en Estados Unidos hubo problemas: los que se oponen, como Pelosi y los sindicatos, viven en el pasado, en un mundo absurdo, y no entienden nada de lo que está ocurriendo en el continente. Han bloqueado y obstruido, con esta decisión que es absolutamente absurda, un camino que es el mejor para las relaciones económicas entre los dos países.
Luego están las relaciones con Venezuela, ¿parece que no atraviesan su mejor momento?
Marx decía que la historia se repite primero como tragedia y luego como comedia. El caso de la Venezuela de Chávez es una tragicomedia. Chávez ha cometido innumerables errores y ahora Venezuela presenta un estado lamentable, pues la economía ha sido estatalizada y la corrupción campa a sus anchas, nada funciona a derechas. Es, como decía Clinton, la economía, estúpido. Ha tenido ingentes recursos procedentes de la industria petrolera, cuando los precios estaban altos, y los ha derrochado de una forma irresponsable. Luego está el desafío democrático, pues Venezuela ha retrocedido en libertades y derechos, y veremos si Chávez aceptaría un resultado adverso en unas elecciones, siempre y cuando se celebren de una forma limpia y sin interferencias por parte de los poderes del Estado. De no acatarse una victoria democrática de la oposición en el futuro, algo que puede suceder dada la deriva que ha tomado el régimen chavista, se sentarán las bases para estallidos de violencia e incluso la insurgencia civil.
Para terminar, ¿cuáles son los grandes desafíos de Colombia?
El gran desafío sigue siendo la victoria sobre el terrorismo. Sin ganar esa lucha al terrorismo, lo demás carece de sentido y ocupa todo un segundo lugar. Tenemos que ser capaces de ganar a la batalla a las FARC, ese el gran desafío de Colombia y no otro, no se engañe.
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