La derrota de Barack Obama explicada más allá de la economía
Ricardo Angoso
Intentar explicar la contundente, anunciada y previsible derrota del presidente norteamericano Barack Obama sólo en función de la marcha de la economía norteamericana y del pésimo estado de las cuentas de la administración recibida por el primer mandatario afroamericano en la historia de este país constituye una simplificación. También revela un desconocimiento total acerca de la sociología del pueblo norteamericano.
La economía ha tenido un papel esencial, en tanto y cuanto no ha habido respuesta al desafío del desempleo, cuya tasa ya llega a los dos dígitos, el 10%, y al abultado déficit de la administración, el principal talón de Aquiles de la estructura económica norteamericana. También las ayudas sociales aumentaron espectacularmente en un país tampoco dado a estas políticas más propias de Europa que de los Estados Unidos.
El anunciado programa de cambio y renovación que se planteaba como ilusionante y casi “revolucionario” por Obama durante su campaña electoral se ha estrellado con la cruda realidad: un sistema político enrevesado, en donde los lobbys juegan un papel esencial, que implica grandes pactos y consensos y una sociedad que no anhela el intervencionismo del Estado.
Por ejemplo, el programa de salud universalizada lejos de ser visto como un proyecto ambicioso capaz de llegar a los más necesitados y de dar cobertura sanitaria a aquellos que no la tienen, que es lo que inicialmente pretendía Obama, fue visto como un suerte de salto hacia delante de carácter izquierdista, en una sociedad donde los lobbys condicionan muchas de las políticas de la administración y “orientan” a numerosos medios. Obama fue presentado como un peligroso “comunista” y un intervencionista al estilo europeo, algo que es casi un insulto en Estados Unidos.
Luego ha habido la percepción, bastante evidente por cierto, de una constatada y acusada falta de liderazgo, tanto en el interior como en el exterior, que acabaron pasando factura al presidente norteamericano y, por ende, a su partido. El descontento en las calles se hizo presente, la desilusión por la falta de un timón capaz de hacer frente a la crisis hizo mella en el tejido social que había aupado a Obama y su electorado se mostró desmotivado. Paralelamente a este “divorcio” entre el máximo mandatario y la calle, en el bando republicano nació el Tea Party que demostró a las bravas que el Partido Republicano podía tomar la iniciativa en la calle convocando multitudinarios actos y renacer de sus cenizas. Así fue.
Poco contenidos en política interior, ausencia de liderazgo en el exterior
Mientras ocurrían estos fenómenos, en el interior del país se echaba en falta un verdadero programa con contenidos reales. En definitiva, una política capaz de hacer frente a una crisis económica y verdaderamente ejemplar en el manejo del gasto público, aun a costa de sacrificios sociales, como la del actual ejecutivo conservador en el Reino Unido. El presidente Obama, sin embargo, se perdía en el manejo del “maquillaje” de una economía casi devastada y en una escasa comunicación con sus bases sociales y electorales; su discurso era para los académicos y los grandes gurus de las finanzas. Nadie entendía cuál era su “artillería de guerra” para sacar al país adelante, en definitiva para generar riqueza, empleo y bienestar.
Luego, como se ha dicho muchas veces, el discurso oficial cada vez estaba más alejado del lenguaje de la calle; sobraba intelectualismo de Harvard y soberbia por parte del círculo más íntimo del presidente y faltaba más nervio, más conexión con el norteamericano de a pie y con aquellos sectores más desfavorecidos socialmente que estaban padeciendo la crisis. Así fue posible que la derecha populista, mediática y demagoga del Tea Party se hiciera con la calle y tuviera un éxito inicial realmente sorprendente, que se ha manifestado en las urnas y ha desbordado a los republicanos por la derecha. Los hombres y mujeres del Tea Party han ganado una elecciones, una batalla, pero no la guerra, es decir, la presidencia de los Estados Unidos; para ganarla tendrán que volver al centro político, pues desde la extrema derecha nunca se ganan elecciones transcendentales. Que no lo olviden.
Tampoco Obama ha tenido éxito en estos meses en el manejo del asunto migratorio, pues pese a sus deseos iniciales por resolver este auténtico embrollo -se habla de unos diez millones de ilegales y el flujo del sur hacia el norte continúa- no ha encontrado el apoyo social para llevar a cabo un proyecto legislativo que ponga fin al actual estado de cosas y regule definitivamente un problema que preocupa, y en mucho, a la sociedad norteamericana.
A las medidas migratorias resctrictivas del Estado de Arizona, claramente en la línea contraria a las que pretendía auspiciar el presidente Obama, se le ha venido a unir un estado de opinión bastante bipolarizado en cuanto a la “terapia” que se debe emplear para solucionar el asunto. Luego, como todo el mundo sabe, en tiempos de crisis la solidaridad es generalmente mal entendida y rechazada socialmente, sobre todo por aquellos que pagan los impuestos y también votan.
Finalmente, y para resumir las causas de este verdadera debacle electoral que no se puede minusvalorar, la ausencia de un liderazgo exterior ha sido una de las características fundamentales de estos dos primeros años de Obama. No ha habido un liderazgo ni en América Latina, ni en Oriente Medio, ni en Europa, el mundo sigue sin brújula y a la espera de que se defina un nuevo orden internacional.
Nada de propuestas serias, pocas ideas, escasas iniciativas e inconcreción táctica a la hora de desarrollar un proyecto estratégico para los Estados Unidos en un mundo en crisis. A las anunciadas retiradas de Irak y Afganistán, junto a la huida hacia delante del régimen iraní que sabe de la debilidad e inconsistencia de unos Estados Unidos que carecen de ideas para Oriente Medio, se le viene a unir la amenaza populista y chavista en América Latina y la falta de liderazgo en Asia y África. No es que se esperasen ideas revolucionarias por parte la nueva administración norteamericana en política exterior, pero al menos se anhelaban algunas iniciativas para hacer frente a las nuevas amenazas y desafíos. Pero como en la batalla interna, todo quedo en pura retórica, mucho marketing y nulas ideas. Vacuidad total, huida hacia la nada. El prólogo de todo fracaso electoral, como así ha ocurrido.
*Ricardo Angoso es sociólogo y periodista.
Ha sido observador electoral de la OSCE en
Honduras, Kazajstán y en los Balcanes.
Coordinador General de Diálogo Europeo