Soldados están a cargo del control de las calles egipcias. / EFE

Finalmente, después de las expectativas que había generado el ultimátum de 48 horas que las Fuerzas Militares le otorgaron al gobierno egipcio para resolver la crisis desatadas por las protestas en El Cairo, el golpe de Estado se consumó. No importó que una hora antes de que se venciera el plazo el presidente, Mohamed Mursi, anunciara que estaba dispuesto a iniciar conversaciones para la conformación de un gobierno de unidad, que era, entre otras, una de las recomendaciones de los militares.

Para entonces, ya las calles estaban custodiadas por soldados y tanques. Las tropas se tomaron la sede de la Televisión Nacional, desde donde el general Abdel Fatah al Sisi, jefe del Ejército y ministro de Defensa, anunció que debido a las protestas y respondiendo a las exigencias del pueblo, las Fuerzas Armadas derrocaban a Mohamed Mursi, suspendían temporalmente la Constitución y anunciaban un gobierno de transición de cara a la celebración de unas nuevas elecciones presidenciales.

Mursi, que el 30 de junio completó su primer año en el poder, pidió a sus seguidores resistir pacíficamente el golpe de Estado, mientras el Ejército emitía la orden de no permitir la salida del país de ninguno de los miembros del gobierno del mandatario depuesto.

Continúa así la inestabilidad política en Egipto, iniciada a comienzos de 2011 tras la renuncia, impulsada por protestas, del expresidente Hosni Mubarak, quien hoy enfrenta a la justicia de su país por presuntas violaciones cometidas durante más de 40 años en el poder.