La izquierda alemana, en la UCI

El ocaso de la izquierda alemana

Alemania acaba de cambiar a un contable por otro. Tampoco el nuevo irá muy lejos. AfD dispone de todo el campo libre por delante.

Alemania acaba de cambiar a un contable por otro. Tampoco el nuevo irá muy lejos. AfD dispone de todo el campo libre por delante.
EFE

Supongo que los lectores que me conozcan no se sorprenderán en exceso si les confieso que, en Alemania, yo habría votado a esa corriente de la izquierda heterodoxa que lidera Sahra Wagenknecht; algo que me hubiese convertido en extraparlamentario ya en dos de los países más poblados de la Unión Europea, asunto que no dejaría tampoco de tener su mérito. Lo que acaba de ocurrir en Alemania no remite a nada tranquilizador, como aquí tantos sanchopanzas predican, y sí, en cambio, a un horizonte inquietante a medio plazo.

Como sucede entre PP y PSOE, la CDU no deja de encarnar el alma casi gemela del SPD; un anodino recambio llamado a garantizar que, aunque roten los gobiernos, el consenso básico del establishment nunca se vea alterado en algo sustancial. En el fondo, unos y otros se perciben a sí mismos como gestores, no como políticos; de ahí que su prioridad compartida consista en que los números de la contabilidad cuadren, no en que la realidad se altere. Y los gestores al mando están muy bien cuando no pasa nada y las cosas funcionan. Pero cuando el mundo se derrumba ante tus ojos, lo último que necesitan los países son gestores. Alemania acaba de cambiar a un contable por otro. Tampoco el nuevo irá muy lejos.

Si bien la lección más relevante de las urnas apela a que el gran partido de los empobrecidos autóctonos del país, al igual que ocurre en Francia, es la extrema derecha. El triunfo arrollador de AfD en los territorios del Este no admite otra lectura racional. Y los pobres no autóctonos, los turcos, resulta que votan paradójicamente la izquierda woke, a Die Linke, y contra Wagenknecht por oponerse ella a la inmigración y postular el control de fronteras. Tenemos, pues, un electorado europeo y popular que impulsa a la extrema derecha y, al tiempo, un electorado popular pero de raíz no europea que rechaza a la izquierda anti posmoderna y anti woke por su programa migratorio. Dicho de otro modo: AfD dispone de todo el campo libre por delante.

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