¿GIRO A LA DERECHA EN ESTADOS UNIDOS?
RESUMEN:
La popularidad de Obama, a escasas semanas de las elecciones legislativas en Estados Unidos, está en su momento más bajo e incluso se acerca a los paupérrimos niveles de su predecesor, el segundo Bush. Varias son las razones que explican el final del “fenómeno Obama” y el repunte electoral de los republicanos, que, en palabras de uno de ellos, se debe a que lo mejor que les pudo pasar para ganar las próximas elecciones fue la presidencia del primer afroamericano en la historia de los Estados Unidos.
POR RICARDO ANGOSO
Si todas las previsiones electorales se cumplen, las próximas elecciones parlamentarias en los Estados Unidos, antesala no declarada para las presidenciales previstas para el 2012, los republicanos podrían obtener una rotunda y contundente victoria, que tiene más que ver con el estado de opinión desfavorable hacia la gestión del presidente Barack Obama que con el carisma y la capacidad de los candidatos republicanos a las dos cámaras en disputa.
¿Y a qué se debe esa caída en la popularidad del presidente Obama, que cada día que pasa se muestra más solo políticamente hablando y más aislado de la propia realidad de su país? Son varios los elementos que convergen y que, desde luego, sólo se explican en clave norteamericana, donde la forma de hacer política tiene siempre mucho que ver con el modo y estilo de vida de los ciudadanos de este peculiar país.
Auge y caída de Obama: las razones de un “divorcio” anunciado
En primer lugar, la situación económica, tras casi dos años de gobierno de Obama, sigue siendo muy mala y no se ven en el horizonte atisbos de cambio, sino más bien lo contrario, tan como vaticinan algunos economistas agoreros y los candidatos republicanos. El déficit público sigue siendo muy alto, el desempleo se acerca peligrosamente al 10% y el mercado inmobiliario, pese a una tímida remontada en agosto, no levanta el vuelo; en definitiva, un cuadro bastante adverso y negativo en el corto plazo.
Luego la gestión de la política exterior, como segunda razón que explicaría el declive, ha sido bastante discutible. A la retirada de Irak, que fue criticada y vista como un símbolo de debilidad más que como una corrección en la estrategia diseñada por su predecesor, se le vino a unir la anunciada en Afganistán, que seguramente dará un respiro a los talibanes y augura el comienzo de nuevas campañas por parte de los señores de la guerra.
Tampoco en otros frentes, como Oriente Medio, se “diseñaron” grandes iniciativas ni proyectos, pese a la reciente cumbre presidida por Obama y en la que, aparte de la escenificación pública del encuentro, no se percibieron grandes avances en el malogrado proceso de paz. La falta de nervio político y diplomático, junto con la inconcreción en los resultados que se pretenden obtener, caracterizan a la diplomacia norteamericana para Oriente Medio durante el mandato de Obama; no hay proyecto ni diseño regional, solamente vagas ideas desordenadas y algunas acciones que no despuntan ante la inconsistencia de las propuestas.
A reseñar en el debe de despropósitos, y como tercer elemento que explica el declive, está la reforma del sistema de salud, vista positivamente en Europa por razones obvias y generadora de desconfianza en un país como Estados Unidos donde las iniciativas públicas no gozan de una gran popularidad y que son vistas, la mayoría de las veces, como “socialistas”, en el sentido más despectivo de la palabra. La medida, que pretendía universalizar la sanidad pública, despertó a la derecha republicana, que acusó a Obama de “comunista”, y fue malentendida por la mayor parte de los norteamericanos, a tenor de lo que revelaban la mayor parte de los sondeos.
La polémica de la mezquita y la derechización de los Estados Unidos
Pero también están determinados gestos, como la aprobación por parte de Obama de la construcción de una mezquita en el corazón mismo de donde se produjo el masivo atentado del 11 de septiembre, tampoco le han servido para enderezar el rumbo y subir en las encuestas, en un país siempre tan atento a las mismas. Por no hablar del reciente viaje de la primera dama, Michelle Obama, a España, donde exhibió toda su frivolidad y amor por el gasto desmedido en un momento en que la mayoría de los ciudadanos norteamericanos pasan estrecheces económicas y son “invitados” por las autoridades a realizar grandes sacrificios. El viaje, que fue absolutamente inoportuno cuando apenas quedan unas semanas para las elecciones legislativas, agrandó aún más la brecha que separa a los Obama de la opinión pública norteamericana.
Así las cosas, y con la ola a su favor, los republicanos tienen muchas posibilidades de arrebatar el control del Senado a los demócratas, donde están en juego ni más ni menos que 37 de los 100 escaños, y obtener un buen resultado para la Cámara de Representantes, aunque dada la notable diferencia (257 demócratas por 178 republicanos) entre los dos partidos es más difícil que se produzca un cambio radical en la composición final.
En cualquier caso, la derechización del país, cuyo principal emblema es el Tea Party bajo el liderazgo de la popular y controvertida Sarah Palin, es un hecho constatable e innegable. Quizá este ascenso ultra se explica, en parte, a la crisis económica y a que las expectativas con Obama eran demasiadas altas para un sistema político donde el margen de maniobra es escaso y siempre está condicionado por los lobbys, la potencia de los media, los intereses incontestables del establishment y la presencia de potentes grupos de presión, tal como se vio con la industria farmacéutica durante el proceso de aprobación de la reforma del sistema de salud. O, tal como señala un experto norteamericano en martkéting, también puede ocurrir que el “producto” (Obama) estuviera, hablando ya en términos comerciales, “sobrevendido”, es decir, que tenía menos valor que lo que se anunciaba previamente. Veremos qué pasa el 2 de noviembre, día en que los norteamericanos tendrán la última palabra al respecto.