PSOE, ¿un final como el PASOK?

El PSOE, entre Corbyn y Papandreu

La verdad es que las primarias del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) se presentan, a priori, como una pugna política a medio camino entre el patetismo y la decadencia más total de la que fuera la primera fuerza política de España. Mientras que el ideario socialdemócrata atraviesa en toda Europa una grave crisis de ideas, liderazgo y propuestas para hacer frente a la crisis global, el PSOE parece definitivamente encallado en las aguas de la irracionalidad política y no se detecta -según señalan todos los satélites- vida inteligente en ese planeta naufragado desde hace años en su propia autocomplacencia y en su inerte decrepitud. Nada de nada, sólo la vieja retórica, la ausencia de un proyecto coherente y responsable que demanda el país y un sinfín de pequeños liderazgos sin la voluntad colectiva de sacar al partido de su hecatombe hiperbólica en la que se encuentra sumido desde la aparición de Podemos y varios batacazos electorales sin precedentes en su historia reciente. Pero la crisis se acentuará, si siguen empeñados en sus errores y sin plantear un cambio a fondo.

Ahora, aunque algunos pretenden presentar las cosas como si lo que está sucediendo es un debate de ideas y un proceso de reflexión que desembocará en un  nuevo liderazgo que ponga fin a este marasmo existencial que no parece tener fin, estamos en un momento realmente crítico para los socialistas, en ese punto de inflexión en que el partido más antiguo del mapa político español tendrá que definir su futuro: o permanecer como un proyecto político capaz de ser una alternativa a la derecha que capitanea el Partido Popular (PP) o, por el contrario, sumirse para siempre en la intrascedencia de una formación residual en la periferia del sistema. En suma, un cascarón vacío al estilo de lo que es hoy el PASOK griego o los antiguos socialistas italianos, desaparecidos ambos sin esperanza de resurrección quizá para siempre.

Cada día que pasa el supuesto debate (¿?) dentro de las filas socialistas muestra la futilidad y la esterilidad de una lucha que no tiene otro fin que el cambio de una persona por otra al frente una formación decrépita, sin un proyecto creíble y en cuyas filas abunda la desmoralización y el agotamiento progresivo de su liderazgo ante la emergencia de una nueva izquierda no ya sólo en España, sino en todo el continente. Los partidos socialdemócratas clásicos, que fueron una pieza fundamental en el sistema político, tanto en Alemania, como en Francia, España, Grecia y el Reino Unido, no han sabido vertebrar ni articular un discurso frente a la crisis económica, el agotamiento del Estado del Bienestar, los recortes y ajustes sociales impuestos por las organizaciones financieras internacionales y el final de un crecimiento económico que aunaba la implementación de una fiscalidad responsable con la convivencia de un notable desarrollo social justo y equitativo.

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