La capital rusa no veía unas medidas así desde las protestas contra el regreso de Putin al Kremlin en 2012
Hace un año el Kremlin reveló su jugada maestra para mantener a Vladimir Putin más allá del límite legal de 2024: una reforma constitucional para poder ‘eternizar’ al líder y un nuevo primer ministro para ofrecer resultados a la sociedad. La disidencia, cogida por sorpresa y con la amenaza del coronavirus asomando ya por oriente, apenas pudo reaccionar con unas concentraciones sin importancia.
Hoy el centro de Moscú ha amanecido como una ciudad fantasma que teme los efectos violentos del descontento. Siete estaciones de metro y algunas de las calles principales de acceso al Kremlin están cerradas para tratar de frenar las protestas de los seguidores de Alexey Navalny, que se manifiestan exigiendo su libertad.
Este domingo, al caer la tarde en Moscú, había más de 3.000 personas detenidas en toda Rusia en manifestaciones en apoyo a Navalny. Entre los detenidos, Yulia Navalny, la esposa del opositor. En la capital rusa la policía fue cerrando calles hasta ir sacando a los manifestantes del centro de la ciudad. Junto a la parada de metro de Komsomolskaya, la gente saltaba sobre los coches para escapar de las fuerzas de seguridad. En algunos lugares se vio a agentes usar descargas eléctricas.
En San Petersburgo se presentó una denuncia a un hombre por golpear en la cabeza a un antidisturbios. En las regiones, las concentraciones más numerosas tuvieron lugar enNovosibirsk y Ekaterimburgo, aunque en la mayoría de los casos sin alcanzar los niveles de la semana pasada.
UNA DISIDENCIA DIEZMADA
El veneno novichok que presuntamente le administró el servicio de inteligencia FSB en agosto ha funcionado como vitaminas para una disidencia que, diezmada por las detenciones, tiene por segunda vez en una semana a la capital rusa en jaque.
Las movilizaciones, igual que las del fin de semana pasado no están autorizadas. El sábado de la semana anterior hubo una fuerte presencia policial. Esta vez incluso se han introducido restricciones al paso de peatones en el centro de Moscú. En aquellos distritos de la capital donde está prevista la acción de protesta se decretó el cierre de tiendas y establecimientos de restauración. El centro también prohibirá la venta de alcohol en envases de vidrio. La capital rusa no veía unas medidas así desde las protestas contra el regreso de Putin al Kremlin en 2012.
El pasado jueves un tribunal de Moscú confirmó la detención preventiva de 30 días de Navalny por violar los términos de libertad condicional de una condena anterior que él dice que responde motivaciones políticas. Navalny fue puesto bajo custodia hasta el 15 de febrero nada más regresar de Alemania, donde pasó meses recuperándose de su envenenamiento. Sus seguidores querían manifestarse hoy frente a la sede del FSB, al que consideran culpable de intentar un ‘asesinato político’. En el último momento, al ver todos los accesos cerrados, cambiaron el punto de reunión a un lugar en el norte del centro de la ciudad. El mismo regate se produjo en San Petersburgo.
Durante los últimos días, el régimen ha tratado de atenazar la protesta. Familiares y aliados del líder opositor encarcelado han sido detenidos acusados de violar las restricciones del coronavirus después de redadas en sus hogares y oficinas. El hermano de Navalny, Oleg, y la abogada de la Fundación Anticorrupción (FBK), Liubov Sobol, así como la aliada deNavalny y directora del sindicato independiente Alianza de Médicos, Anastasia Vasilieva, fueron detenidos en un lapso de 48 horas. Varios colaboradores del opositor ya fueron detenidos en la víspera de las protestas del fin de semana pasado y actualmente siguen cumpliendo arrestos administrativos por organizar esas manifestaciones.
