“Hay que reformar la ley electoral y el sistema de partidos”
El presidente de Ciudadanos analiza en Libertad Digital el diagnóstico, tratamiento y pronóstico de la democracia española.
Albert Rivera, en Es la mañana de Federico | LD/David Alonso
El pasado 23 de enero, el presidente de Ciudadanos pronunciaba unimportante discurso en el Parlamento catalán. Con un ejemplar de la Constitución en la mano y antes de la votación que declaraba “sujeto soberano” a Cataluña, Rivera dejaba clara la ilegalidad de la propuesta, “la soberanía reside en el pueblo español. Aquí termina el debate”, sentenciaba.
Como Alejo Vidal Quadras, Albert Riveratampoco dudó en apretar algo más su agenda para atender la petición de Libertad Digital y participar así en este debate sobre la regeneración democrática. Ya por la noche, de vuelta en Barcelona tras una intensa jornada de trabajo en Madrid, Rivera renunciaba a ver la segunda parte del partido amistoso entre la selección española y Uruguay para atender a Libertad Digital.
Así, LD puso encima de la mesa la situación que atraviesa nuestro país en medio de una crisis económica, un paro desbocado, y constantes escándalos de corrupción. También, las voces que comienzan a alzarse reclamando una regeneración democrática. Voces como las de Esperanza Aguirre, o la de UPyD, que ha presentado un reciente documento con propuestas en este sentido.
Libertad Digital: ¿Por qué se ha deteriorado tanto la imagen de los políticos durante los últimos años? ¿Por qué la opinión generalizada apunta a que los políticos se metieron en los partidos para enriquecerse?
Albert Rivera: Pues seguramente porque, en parte, es verdad. Porque hay una oligarquía política. Hay una oligarquía que son las cúpulas de cuatro o cinco partidos en España que tienen el control sobre todos los poderes. Todo ese poder se concentra en muy pocas manos y hay mucha opacidad.
En segundo lugar, la gente, los ciudadanos no suelen tener en cuenta qué es lo habitual. Y lo habitual es, o debería ser, que se tuviera un comportamiento ético, pero lo que es noticia es justo lo contrario. En mi opinión, estamos ante el fin de una etapa. El fin de esta etapa, esta ‘partitocracia’ que permite que los cuatro secretarios generales de los cuatro principales partidos se hayan repartido España. Estamos satisfechos de que este debate esté ahora en el foro público. Creo que hay razones para que la gente piense así porque, en parte, es el propio sistema el que lo propicia.
LD: ¿Es posible dar la vuelta a ese pensamiento?
AR: Sin reformas profundas del sistema no. El actual sistema está agotado, cada día que pase, cada parche que se intente poner, cada caso de corrupción que conozcamos va a hacer que el mismo sistema vaya a peor. Estoy convencido de que difícilmente va a ir más allá de esta legislatura.
Lo que queremos es trabajar en soluciones. Plantear una alternativa, una solución, no sólo hablando de políticas concretas, sino de la base. Tendríamos que preguntarnos qué legitimidad tiene la toma de decisiones, es decir, qué legitimidad tiene el sistema electoral. Estamos en un sistema que así no puede aguantar. No porque sea sólo un clamor popular, sino porque este sistema no piensa en el interés general, sino en la posición de determinados políticos.
LD: ¿Está herida nuestra democracia?
AR: Nuestra democracia está parasitada. No sé si el parásito es el sistema de partidos tan cerrado y con tan poca transparencia que tenemos, pero lo cierto es que nuestra democracia está herida. En cualquier caso, creo que tiene salida, que tiene arreglo y pasa por cambiar unas cuantas leyes. Además hay una conciencia social en España favorable. Viendo las encuestas es mayoritaria y casi unánime.
Si los ciudadanos quieren cambiar esto, lo que hay que hacer es cambiarlo. Que se produzca el haraquiri de la clase política, con una reforma desde el estado de derecho, no contra el estado de derecho. Hay que utilizar los mecanismos del sistema para reformarlo, pero todo dentro de la Ley, porque si no sería la selva. Que los partidos se enteren de que esto puede romper desde algún punto de vista fuera del estado de derecho o desde un punto más violento, y ninguno queremos que así sea.
LD: ¿Qué crisis es más peligrosa para nuestro país, la económica, la institucional, la crisis de valores o la crisis de confianza?
AR: Por orden de abajo a arriba, para mi es una crisis de valores civiles, una crisis de valores trasladada a la vida pública. Por encima hay una crisis política e institucional que se refleja en el anquilosamiento y ese especie de cierre que tiene el sistema político. Después se agrava con la crisis económica, que sabemos que está en muchos sitios, pero que en España es más grave porque la toma de decisiones no se produce en base al interés general. Y no se han tomado porque algunos partidos políticos, ni algunos dirigentes de estos partidos quieren perder el ‘statu quo’. Si tuviéramos un sistema ágil o flexible, estaríamos como mínimo, mejor.
Visto desde ese orden, si no resolvemos la crisis institucional y política y no debatimos sobre los valores en los que se tiene que sustentar la Nación española, la crisis económica se puede agravar con el tiempo.
LD: Una vez diagnosticado el problema, hablemos del tratamiento ¿Ha leído la propuesta de UpyD? ¿Cuál es la alternativa de Ciudadanos?
AR: He leído la propuesta de UPyD y estoy de acuerdo en la mayoría de los puntos, aunque yo añadiría algunas consideraciones. La corrupción es la consecuencia de este sistema del que estamos hablando, que está agotado y el tratamiento pasa por reformar el sistema desde el sistema. No desde la revolución contra la democracia, sino desde los mecanismos democráticos. Hay que plantear una especie de transición ciudadana y ahora hay que trasladarle el poder, desde la cúpula de los partidos, a los ciudadanos. Un sistema donde los partidos tengan menos peso y tengan más peso los ciudadanos.
Es importante y urgente reformar la ley electoral, el sistema de partidos y el sistema de financiación de los partidos. Hay que ir rápidamente a reformar este sistema y luego, fundamental trabajar en la separación de poderes y en alejar los tentáculos de los partidos políticos de los poderes, del poder judicial, del poder mediático y del poder financiero. No es fácil, es difícil conseguir todo esto. Pero si logramos reformar el sistema de partidos, daremos un paso muy importante.
LD: ¿Qué anuncio deberían hacer el presidente del Gobierno mañana mismo para dar certidumbre y acabar de raíz con la desconfianza que despierta la política?
AR: La primera medida es convocar a los grupos parlamentarios. Si yo fuera el jefe del Gobierno tendría que trasladarles que esto se ha acabado y que hay que hacer una transición desde dentro. Y que tienen que ser los propios diputados quienes han de entender la realidad política y social. Y para eso, lo primero es convocar a los que tienen que tomar las decisiones como representantes de la soberanía nacional. Eso sería claro. Desde las cortes y desde el Gobierno sería la forma de encauzar esto sin que haya un estallido social. Hay que hacer esa transición ciudadana: sistema electoral, ley de partidos y ley de financiación de poderes.
LD: Le pediré ahora un pronóstico ¿qué pasaría si no se toman estas medidas?
AR: Yo creo que tenemos un riesgo latente de ruptura dentro de la sociedad, y un riesgo de que una parte de la sociedad reaccione violentamente o de forma insumisa, incluso frente el estado de derecho. Creo que si los gobernantes no toman nota de eso, esa reacción puede llegar a ocurrir.
El pronóstico es difícil pero puede pasar el inmovilismo que lleve a la protesta perpetua y continua de la ciudadanía. Si Rajoy mañana, después de todo lo que está pasando, no toma medidas, la gente ante esa falta de autoridad moral puede revelarse. Y la forma de evitar eso, que no es bueno para nadie, es reconducir la situación.
También puede pasar que en las siguientes elecciones bajen los partidos mayoritarios y subamos los partidos minoritarios. De ser así, habrá un parlamento más difícil de gobernar pero con partidos que pongamos como condición que se reforma el sistema.
En resumen, somos partidarios de una transición en clave ciudadana, con el pilotaje de los partidos y los gobiernos. Esto, teniendo en cuenta que hay partidos que desde su propia genética les cuesta cambiar. Y que hay gente dentro de esos partidos, dentro del PP, del PSOE, de CIU, de IU, que digan: “oigan, hemos participado de esto, pero hay que cambiarlo”. Hay gente dentro de ese sistema que pueden impulsar el cambio.