Zelaya regresa a Honduras: segunda parte del “plan Chávez”

Nostalgia de Roberto Micheletti es el título que trae Ricardo Angoso

Opiniones

Publicado el 06.06.2011 09:47
Por Ricardo Angoso

La llegada del  ex presidente-bufón Mel Zelaya a Honduras ha estado precedida de una suerte optimismo contagioso que extasió, por igual, a cancillerías, diplomáticos y algunos analistas de salón que no ven más allá de sus lentes. Si algunos creen que el reciente acuerdo entre Venezuela y Colombia alcanzado en Cartagena de Indias traerá la calma a Honduras, es que realmente no se ha enterado de nada de nada de lo que ocurre realmente en América Latina desde hace doce años. Es un completo ignorante acerca de la realidad continental.
El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, no cejará en sus intentos desestabilizadores en Centroamérica, y Honduras sigue siendo parte de su proyecto hegemónico e imperialista. Este pequeño país, endeble, pobre y siempre manejable, es parte del proyecto chavista, la punta de lanza desde donde atacar el “imperio” y crear una base estratégica en la región para expandir el “socialismo del siglo XXI” y desestabilizar a los vecinos.
Chávez sabe que Honduras es el eslabón más débil y fácil de desestabilizar; habiendo fracasado en El Salvador, México y Panamá, esta nación siempre ha estado en el punto de mira de la contienda desatada por el castrochavismo. Conviene recordar que hace dos años, en junio de 2009, estuvo a punto de tener éxito si Zelaya hubiera llegado a celebrar la dichosa consulta por la que pretendía perpetuarse, sentar régimen  y convertirse en el fiel bastión que el sátrapa de Caracas anhelaba en esa zona del mundo.
Por suerte para los hondureños, el 28 de junio de 2009, siguiendo un guión exquisitamente respetuoso con el orden político y constitucional de Honduras, las Fuerzas Armadas de este país depusieron al peripatético Zelaya y pusieron punto y final al sainete iniciado apenas  tres años antes. La presidencia de Zelaya fue un desastre total que se caracterizó por la corrupción generalizada, el manejo irregular de los fondos públicos, una política exterior absolutamente alejada de los intereses nacionales de los hondureños, una clara tolerancia hacia el crimen organizado y el narcotráfico –incluso el hermano del bufón parece que estaba involucrado en el asunto- y la completa subordinación al proyecto de chavista; de tal forma que el país se adhirió sin reservas a la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), una suerte de Pacto de Varsovia de los países que comulgan con el “socialismo del siglo XXI” del máximo líder venezolano.
EL PACTO DE MUNICH EN VERSIÓN CARIBEÑA: EL ACUERDO SANTOS-CHÁVEZ
Ahora, tras el pacto de Munich en versión caribeña entre los presidentes de Colombia y Venezuela, Juan Manuel Santos y Hugo Chávez –representado por su canciller, Nicolás Maduro-, respectivamente, el desasosiego y la incertidumbre regresan a Honduras. Hablan de pacto entre caballeros, de éxito de la diplomacia colombiana, cuando lo único que ha primado es la claudicación y el apaciguamiento ante el gorila de Caracas, que ha conseguido todo lo que quería sin apenas presionar y volviéndose  a situar en la primera línea de batalla contra el sistema democrático hondureño. Juan Manuel Santos se cree Churchill, ¡ya quisiera!, apenas un Chamberlain de opereta bogotana de quinta.
Regresó Zelaya y anunció que hará todo lo posible para volver al poder de la mano de la mal llamada “resistencia” hondureña, una variopinta coalición formada por comunistas, ex guerrilleros, sindicalistas de trinchera, ex liberales frustrados, oportunistas descolocados y delincuentes comunes de la peor ralea. En estos años, esta supuesta “resistencia” asaltó negocios, destruyó bienes públicos, profanó iglesias –soy testigo de las pintadas insultantes, antisemitas y racistas que había en la Catedral de Tegucigalpa-, agredió a funcionarios y cargos públicos, arrasó con el mobiliario urbano de las ciudades y constituyó un foco permanente de desestabilización y violencia al servicio de la causa chavista. ¿A eso lo llaman “resistencia”? En Tegucigalpa el único que resistió fue su presidente constitucional: Roberto Micheletti.
El problema de Zelaya es Zelaya mismo, es un simple “tonto útil” en manos de su ex canciller Patricia Rodas y su círculo de hierro, los llamados “patricios”. Rodas, a diferencia de Zelaya, tiene un proyecto claro: fundar una dictadura socialista en Honduras, siguiendo la franquicia de Chávez y Castro, y sentar régimen sin posibilidad de que sea reversible y democrático algún día. Lenin definía a los “tontos útiles” como aquellos  que sin saberlo trabajaban a favor de la revolución y cuando dejaban de tener valor, pues el “proceso revolucionario” les superaba, simplemente se les apartaba del camino al estilo de un vulgar Kerenski. Zelaya es sinónimo de Kerenski, un simple compañero de viaje en el camino hacia la construcción del socialismo, es decir, la dictadura de clase.
EL REGRESO A LA OEA, UN PRECIO DEMASIADO ALTO PARA HONDURAS
Luego el precio pagado por la entrada del Caballo de Troya, el reingreso en la Organización de Estados Americanos (OEA), es demasiado alto para los riesgos que a partir de ahora tendrá que padecer Honduras. La OEA, a estas alturas de la película, es una organización desacreditaba, abandonada por la muchachada bolivariana e incapaz de hacer frente a los nuevos desafíos que tiene ante sí América Latina, como el auge de los populismos y los nuevos autoritarismos de la izquierda fantasiosa. Aquella que “bebe” de los mitos de la Sierra Maestra y los paredones de fusilamiento de La Habana, que inaugurara aquel pistolero de extrema izquierda y gatillo fácil que respondía al nombre de Ernesto Che Guevara. El mismo que acuñó ese pensamiento pérfido y nauseabundo que todavía nos acecha de “crear uno, dos, tres Vietnam”. Honduras es parte de ese proceso armado que comenzará un primero de año de 1959 en tierras cubanas.
Muchos demócratas del mundo pensábamos que Porfirio Lobo no rendiría pleitesía al chavismo y no aceptaría como mal necesario el regreso del presidente-bufón, pero, evidentemente, nos equivocamos. La carne es débil, eso está claro, pero de ahí a ceder en los principios y convicciones democráticas para complacer al tirano venezolano va un trecho inaceptable que el presidente hondureño ha superado con creces. También Santos es responsable. La batalla contra el chavismo continúa, y Honduras volverá a ser uno de sus próximos escenarios. Visto lo visto, y tal como me comenta un amigo hondureño, el pueblo sencillo comienza a tener nostalgia de aquel presidente poco fotogénico, e incluso algo rudo y huraño, que antepuso la defensa de la democracia y la libertad por encima de los espurios intereses que hoy dominan a la ordinaria vida latinoamericana. A eso se le llama llanamente nostalgia de Micheletti, el hombre que salvó a Honduras del marxismo y el caos al menos durante algún tiempo. Continuará.

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