
El índice oficial de inflación en la Argentina durante el 2013 fue del 10,9 por ciento. El índice extraoficial, compilado por políticos opositores, se acercó al 30 por ciento. Según un reciente informe de J.P. Morgan, de Nueva York, en el 2014, la inflación podría llegar al 45 por ciento. The New York Times dijo que eso “se arrima a la tasa anual del 56 por ciento en Venezuela, un aliado regional que enfrenta malestar social”.
El Fondo Monetario Internacional, que muy difícilmente critica a gobiernos, acusó al gobierno peronista de mentir con sus estadísticas. El Kirchnerismo alcanzó tal desprestigio, que para reparar su imagen a nivel internacional debió divulgar un índice revisado de inflación. Sólo en enero, el alza en el costo de la vida fue del 3,7 por ciento. Ese mismo mes, tras hacer toda clase de piruetas con las cifras y de vaciar de dólares el Banco Central, el gobierno aceptó lo inevitable, y devaluó el peso en un 19 por ciento con respecto al dólar.
Cálculos extraoficiales pronostican para febrero una tasa inflacionaria más alta. Carlos De Angelis, un sociólogo de la universidad de Buenos Aires, dijo al periódico: “La sociedad es frágil. Todo pende de un hilo. La inflación es la preocupación principal”.
LA MARABUNTA POPULISTA
En tanto el hundimiento económico de Venezuela es espectacular, el de Argentina es más lento, pero infalible. Aproximadamente cada década, esa nación sureña pierde el lugar que históricamente le corresponde en el concierto de las naciones. En fecha reciente, The Wall Street Journal publicó un artículo muy interesante. El título es “Argentina Nears Its Regularly Scheduled Meltdown ” (La Argentina se acerca a su programado cataclismo).
El columnista John Lyons analizó cuatro generaciones de una familia. El patriarca se llama David Gambarin, tiene ya 90 años, y su conclusión es que en la Argentina “siempre hubo inestabilidad”. En estos momentos, ese país está amenazado por una mezcla de inflación y de recesión, tal como la registrada en el 2001, cuando el default fue acompañado por el “corralito”, una medida que impidió a los ahorristas sacar el dinero de los bancos (Cuando finalmente pudieron extraerlo, sufrieron grandes pérdidas. Se estima que los ahorros secuestrados en los bancos perdieron un 70 por ciento de su valor).
El señor Gambarin, que llegó a la Argentina desde Rusia cuando era un niño, ha pasado ya a traves de cinco golpes de Estado. Sus dos hijos han sufrido una dictadura, el colapso de bancos, e hiperinflación. La actual crisis será la segunda que padecen los cuatro nietos de Gambarin. En la década del sesenta, dice el periodista del Wall Street Journal, la Argentina padeció estancamiento, inflación, y golpes militares. En 1975, 1981, y 1989, torpes planes económicos causaron una drástica depreciación del peso.
La dictadura militar de 1976-1983 capeó varias crisis económicas, pero se fue a pique como resultado de un mal cálculo político. Aunque sus voceros solían proclamar “Los argentinos somos derechos y humanos”, lo cierto es que entre 9.000 y 30.000 personas fueron borradas de la faz de la tierra por una represión que hizo quedar al general Augusto Pinochet a la altura del Mahatma Gandhi.
De todas maneras, ni siquiera esas medidas represivas permitieron apuntalar a la dictadura. Fue entonces cuando los militares argentinos, que siempre pensaron en grande, decidieron recuperar las islas Malvinas, y enfrentarse al “apolillado león inglés”, para distraer a la opinión pública de sus yerros. Lamentablemente, si bien el león inglés estaba apolillado, tenía el respaldo del águila norteamericana, todavía en buen estado de salud. La derrota militar en la lucha por recuperar las Malvinas acabó con la dictadura. Pero los problemas económicos siguieron imperturbables.
Ahora, se avecina otro período de convulsión social. Ya hubo una vasta huelga de maestros y otra de la policía que derivó en saqueos de supermercados, aunque sin el aliento oficial.
La crisis ha comenzado a adquirir interesantes matices. Según The New York Times , en una carnicería se han eliminado las pizarras de precios por un pedazo de papel que los cajeros actualizan diariamente. Mujeres divorciadas demandan a sus ex cónyuges para que aumenten el pago de sus pensiones alimenticias. Y para demostrar que el gobierno está mintiendo con las cifras, los canales de televisión envían a sus reporteros a comprar comestibles con un billete de 100 pesos (unos 12,70 dólares). De esa manera, verifican el menguante poder adquisitivo de esa moneda.
La situación ha llegado a tal extremo, que una banda de extorsionadores duplicó el precio de sus servicios de protección. Al igual que en Venezuela, el gobierno de Buenos Aires ha ordenado la congelación de precios de los artículos de primera necesidad, y ha iniciado otra de sus campañas contra el agio y la especulación (La inaugural fue en 1952, durante el primer gobierno de Juan Perón. En ese momento, este cronista tenía siete años de edad. Ahora, está por cumplir los 70 años).
Los resultados no son difíciles de imaginar. Gastón Rossi, un ex viceministro de Economía de Cristina Fernández, dijo a The New York Times que el gobierno “solo desea evitar una salida desastrosa”. Por lo tanto, está “remendando las cosas para que una bomba económica o institucional detone” recién despues que concluya el actual período presidencial.
Pero otros creen que es una misión imposible. Claudia Bonilla, dueña de un comercio al por menor, dijo al diario: “Esto es como una olla a presión. Temo que está a punto de estallar”.