Localidad al norte del país
‘Si las fuerzas de Asad nos vuelven a atacar así, seremos parte del pasado’
Un hombre gesticula al descubrir un cadáver entre los escombros tras un bombardeo en Azaz. | ReutersAzaz se va quedando cada vez más vacío. En sus calles se respira silencio y, después de los bombardeos del miércoles por la tarde, que dejaron más de 40 muertos según Human Rights Watch, rabia. “Si atacan otras dos veces así, Azaz será parte del pasado“. Es la macabra predicción de Jaled (no quiere dar su apellido), uno de los tres enfermeros que quedan en el único hospital de la localidad.
La clínica está semiabandonada. La escasez de personal hace imposible que puedan atender una urgencia como la que originó el último bombardeo. Tan sólo han quedado en la clínica tres doctores. Uno de ellos, Anas al Hiraki, es en realidad anestesista. “¿En qué condiciones estamos en este hospital? Muy difíciles. Dependemos de Alá y esperamos que él nos ayude”, afirma.
La electricidad está garantizada por el generador del hospital, pero cada vez el combustible para hacerlo funcionar es más escaso y más caro. La principal dificultad con la que lidiar es la escasez de medicinas. “El gobierno no reconoce esta zona, así que no nos abastece. Es el ELS y los milicianos revolucionarios los que nos facilitan las medicinas que necesitamos”, explica. “A los enfermos que no están muy graves, los mandamos a sus casas. A los graves, al hospital de Kilis”, señala.
“Si vienen, los mataremos”
¿Cómo les ayuda el Consejo Nacional Sirio? “Ponga una equis sobre su nombre. Ese órgano tan sólo está para hablar a la prensa. No hacen nada”, critica el anestesista. “Si alguno de ellos viniera por aquí, lo mataríamos”, añade Ahmad, un joven voluntario que ayuda en el hospital.
Para Al Hiraki, lo único que pueden hacer para seguir aguantando bajo esta difícil situación, es ponerse en las manos de Dios. “Dependemos de la voluntad de Alá”, dice. Pero luego, se arma de valor y con sus ojos azules mirando fijamente dice: “Mientras la revolución continúe, estaremos aquí. Nos quedaremos para curar hasta el último herido”. “Nunca detendremos nuestra revolución, cueste lo que cueste“, dice este médico de Deraa.
La guerra ha hecho que este pueblo de 7.000 habitantes se haya quedado apenas sin población. En Azaz sólo quedan los hombres. Desde el miércoles, un nuevo éxodo de mujeres y niños intenta cruzar la frontera con Kilis (Turquía) a pie o en vehículos que paran en la carretera.