Venezuela: Las razones de la sinrazón de la derrota de la oposición
Ricardo Angoso
| lunes, 15 de octubre de 2012 |
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Desmontar un régimen clientelista, como hizo el PAN con el PRI en México, requiere tiempo, ingentes recursos, paciencia, habilidades tácticas y ponerse en el lugar del otro a la hora de votar. La estrategia de la oposición venezolana fue otra y erró el tiro.
En democrácia, primera premisa: aceptar el resultado de las urnas
En democracia, la primera premisa básica es aceptar el resultado de las urnas, sea cual sea el veredicto que las mismas entreguen e independientemente de que el desenlace final no sea de nuestro agrado. Chávez ha ganado democráticamente en las urnas, y punto; no hay nada más que decir. Mejor dicho sí: se debería, por parte de la oposición, hacer una autocrítica seria y responsable, atendiendo a lo que realmente acontece en Venezuela y menos sujeta a los análisis de salón que elaboraban las empresas encuestadoras, de la “burguesía”, que diría el candidato gubernamental, y los medios de Miami.
Primeras derrotadas, las empresas encuestadoras
Como primera consecuencia que se puede extraer de las últimas elecciones, es que las grandes derrotadas son las empresas encuestadoras, tanto venezolanas como extranjeras, que emitieron sus estudios antes y durante la campaña electoral venezolana. Ni una de ellas supo predecir la gran diferencia de votos que hubo entre el candidato oficialista, Hugo Chávez, y el candidato opositor, Henrique Capriles; entre ambos hubo más de un millón de votos válidos a favor del primero y ningún estudio de mercadeo electoral, incluso de los considerados serios en Venezuela, supo prever la magnitud de la diferencia entre ambos y sus vaticinios resultaron algo más que disparatados. Mas bien: absurdos.
Si eso ocurrió, y lo digo como sociólogo, es que la muestra realizada de encuestados no era representativa del censo electoral; no se efectuaron oportunamente y selectivamente las encuestas atendiendo a los parámetros socioeconómicos, y, por último, tampoco se supo calibrar hacia donde iría el voto indeciso -los famosos “ni-ni”-, que erróneamente eran atribuidos sistemáticamente al campo de la oposición. Pero, lo más grave, no supieron captar la existencia de un voto “cautivo” del chavismo que en los últimos momentos emergió contundentemente y decidió el curso de la batalla.
Estrategia electoral fallida de la oposición para competir con el régimen
Luego, como segundo aspecto a tener en cuenta, la oposición no estableció una estrategia tendente a ganar a los partidarios del régimen, fielmente adoctrinados tras lustros de discurso único en los medios y “comprados” a través de las dádivas, prebendas y regalos que se les otorga a través de las famosas “misiones” y otras formas de establecer el clientelismo reinante en Venezuela.
Los tímidos gestos de Capriles, los llamados a la tranquilidad y cierto discurso social bocetado en remedos de arengas con tufillo progre, por no hablar de otros elementos criticables, poco o nada hicieron para cambiar la invariable tendencia que nadie supo siquiera atisbar. Desmontar un régimen clientelista, como hizo el PAN con el PRI en México, requiere tiempo, ingentes recursos, habilidades tácticas y ponerse en el lugar del otro a la hora de votar. Nada de eso hizo la oposición democrática venezolana; comenzó a hacer campaña tarde y mal.
Vertebrar y articular un verdadero movimiento político
En tercer lugar, se ha demostrado que, con la unidad retórica, no se consigue avanzar y dar el “sorpasso” definitivo, es decir, hace falta crear una verdadera fuerza política que sea el motor vertebrador y articulador de toda la oposición democrática. Chávez ha mostrado en estos años que tiene un movimiento detrás capaz de movilizar al electorado, organizar una campaña y ganar la “lucha” final. La oposición deberá abandonar los personalismos, ponerse a construir un verdadero movimiento democrático al estilo del de Chávez y consolidar un liderazgo de cara a las próximas citas electorales. Quizá con ese movimiento no ganen las próximas elecciones, pero sentarán las bases para el futuro y quizá podrán dar la contienda en igualdad de condiciones.
Escaso éxito en los estratos sociales más bajos o pobres
Por último, y como factor a destacar que no se puede obviar, es claramente constatable que la oposición no consigue calar en los estratos mayoritarios, como las clases bajas y pobres. En esos sectores, la hegemonía del régimen y de su máximo líder es total. La oposición democrática tendrá que salir de sus cuarteles y ser capaz de dar la lucha en esas zonas, bajar a los arrabales y favelas de las afueras de Caracas si quiere arrebatar sus “nichos de mercado” al chavismo. De lo contrario, el proyecto acabará pereciendo y el régimen tendrá, en la inacción de sus detractores, su mejor arma.
Rearme político sin desmoralización
La oposición democrática no puede desmoralizarse ahora ad portas de otros procesos electorales, como las elecciones a gobernadores, sino que debería rearmarse políticamente, dotarse de nuevas estructuras políticas y consolidar un liderazgo colectivo, que, dicho sea de paso, no hubo en las últimas elecciones.
Y, en esa dirección, tiene que hacer autocrítica, elaborar un programa con contenidos serios y, dando respuestas a las demandas de los ciudadanos, evitar la tentadora tendencia a la atomización que es la consecuencia subsiguiente de toda derrota electoral. Parafraseando al general francés Charles de Gaulle, desde su exilio londinense tras la caída de Francia en las garras de Hitler, ha perdido una batalla, pero no la guerra. Y la “guerra” sigue; seis años en política son una eternidad y el grado de descomposición social y económica del régimen es tan agudo que es más que seguro que el próximo mandato del presidente Chávez no será, desde luego, un paseo triunfal. Incluso no descartemos sorpresas, cuando no sobresaltos, y cambios políticos inesperados. Atentos. |