COLOMBIA, ENTRE LA CORRUPCION RAMPANTE Y LA DECEPCIÓN
A estas alturas, tras más de dos años de desgobierno, resulta evidente que el ejecutivo de Gustavo Petro es un soberano desastre en todos los órdenes que no ha sido capaz de generar el cambio que esperaba el país, sino más bien lo contrario: vive inmerso en un marasmo interminable de corrupción, escasa concreción en sus objetivos, caos en la política exterior y parálisis total en lo económico.
por Ricardo Angoso
Resulta evidente, a tenor de la historia de este país en el último medio siglo, que la corrupción reinante y extendida como un pulpo con largos tentáculos en todas las administraciones del país es el principal problema de Colombia. Gustavo Petro, el primer presidente de la izquierda en la historia del país, había hecho de la lucha contra este flagelo la principal bandera de su campaña electoral y el elemento que supuestamente le diferenciaba de la derecha cavernícola que había gobernado el país durante años de una forma espuria y sucia.
Sin embargo, cuando vamos para el tercer aniversario de la victoria de Petro en las urnas, son tantos los escándalos de corrupción que rodean a su gobierno y a su entorno familiar que tratar de relatarlos desbordaría los límites de esta nota y darían para un ensayo mucho más prolijo. Pese a que se ha puesto en marcha desde el poder toda una estrategia dilatoria para que su hijo no acabe en la cárcel protegido por algunos fiscales del régimen, Nicolás Petro está envuelto en un proceso penal que podría llevarlo a la cárcel por los delitos de lavado de activos y enriquecimiento ilícito, delitos de los que fue acusado por su ex pareja y ahora garganta profunda en este caso.
El segundo gran caso de corrupción que empaña la aureola de custodio de la moral en que se erigió durante su campaña el ahora presidente Petro, está el asunto de la financiación ilegal de su campaña. Las investigaciones, iniciadas en el Consejo Nacional Electoral (CNE), se centran en que el ex gerente de la campaña, Ricardo Roa, superó los límites fijados en las dos vueltas de las elecciones y en el origen ilícito de los fondos, incluso algunos podrían proceder del narcotráfico. Roa, presidente de la empresa pública Ecopetrol, es uno de los personajes más corruptos del país y ya he estado envuelto en varios escándalos de corrupción, como la entrega a dedo de millones contratos a su pareja.
La primera dama del país, Verónica Alcolcer, tampoco se ha visto exenta de varios escándalos, motivados por su alto tren de vida, viajando constantemente a cargo del erario público colombiano sin justificación alguna, y por el mantenimiento de un numeroso séquito de asesores, peluqueros, estilistas, periodistas y hasta entrenadores deportivos generosamente pagados por todos los contribuyentes. Incluso intentó, sin éxito, ser nombrada “embajadora especial” para poder seguir disfrutando del lujoso tren de vida por medio mundo y seguir viviendo a cuerpo de rey.
Para ir concluyendo con la retahíla de escándalos, reseñaremos algunos de los más sonoros, como el que envuelve a la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, en que se han visto involucrados por ahora al menos 7 altos funcionarios (4 ministros), 5 funcionarios de rango medio y 9 congresistas en la entrega de sobornos multimillonarios a cambio de votos en el Congreso y otro que envuelve a otro hijo de Petro. El ex ministro de Hacienda de Colombia, el economista Ricardo Bonilla, ha interpuesto ante la Fiscalía una denuncia que señala a dos hombres muy cercanos al presidente Gustavo Petro: Ricardo Roa, presidente de Ecopetrol y gerente de su campaña presidencial; y Nicolás Alcocer Petro, una intervención indebida en contratos relacionados con la empresa Central Hidroeléctrica Urrá S.A. Como siempre, en casi todos los escándalos aparece la siniestra figura de Roa, el hilo conductor en todos los casos de corrupción abiertos en el país hoy.
Finalmente, para ilustrar este cuadro de descomposición reinante y podredumbre moral, nos referiremos aunque sea brevemente al caso del hermano del presidente. El supuesto activista social Juan Fernando Petro se encuentra en medio de una polémica relacionada con una presunta estafa perpetrada por la Comisión Latinoamericana de Derechos Humanos (Cldh). Esta organización, en la que el pariente del mandatario solía trabajar, fue acusada de engañar a familias de militares colombianos encarcelados en Haití por el asesinato del presidente de ese país en 2021, Jovenel Moïse. Concretamente habría cobrado a las familias por sus servicios, nunca realizados, y ahora nadie responde ni por la ayuda ni por los dineros entregados. En fin, otro pájaro.
NO HAY PROYECTO POLITICO
No hay proyecto político porque no hay equipo al frente del país. Siguiendo su estilo marrullero, desordenado, incapaz de manejar una agenda rigurosa, de una impuntualidad enfermiza y con periódicas desapariciones nunca explicadas, alejándose de sus funciones sin motivo y dejando compromisos importantes por cumplir, el caprichoso presidente Petro ha cambiado 41 veces de ministros en dos años. Solamente tres ministros de su primer gobierno de agosto de 2022 siguen al frente de sus funciones, lo cual explica la falta de constancia en el manejo político de los temas, la escasa concreción en los objetivos del ejecutivo y en la ejecución de los proyectos en marcha.
Luego los vicios propios del país, como el nepotismo, el amiguismo y la escasa profesionalidad a la hora de decidir sobre nombramientos importantes, tal como se ha visto con la entrega de embajadas y consulados a personajes de distinto pelaje sin ningún conocimiento del mundo diplomático y las relaciones internacionales, han caracterizado estos casi tres primeros años de Petro, en que se ha pasado de la esperanza del cambio a una gran frustración. Las críticas al presidente no solamente le vienen de la derecha, sino que agudos analistas de izquierda como Hector Abad, William Ospina, Aurelio Suárez y Jorge Enrique Robledo han señalado el fraude que significa el “cambio” anunciado por Petro.
A este respecto, la política exterior de Petro no ha podido ser más errática, confusa e incoherente. Rompió sus relaciones con uno de los principales aliados de Colombia, Israel, e insultó a los judÍos banalizando el Holocausto, comparando a Gaza con Auschwtiz. Luego empezaron una cascada de nombramientos en la cancillería y otras instituciones realmente sorprendentes, en los que abundaban los maltratadores, los misóginos y varios personajes acusados de acoso sexual a varias mujeres. Los nombres se acumulan como evidencia de un preocupante patrón: Matador, Alex Flórez, Diego Cancino, Victor De Correa-Lugo, Hollman Morris, y ahora, por tercera vez en esta administración, Armando Benedetti. El último ha sido Daniel Mendoza, nombrado embajador en Tailandia, y que llegó a escribir aberrantes trinos en X llamando a la violación de menores, lo que le valió a Petro a una encarnizada defensa de su nombramiento por su supuesto canto al “amor”.
LA SITUACIÓN ECONÓMICA, PEOR IMPOSIBLE
El problema económico de Colombia es que el presidente no genera ni confianza ni credibilidad, y la gente, tanto del interior como del exterior, no invierte en el país. El presidente de patronal colombiana, Bruce Mac Master, señalaba, al hacer un balance de la presidencia de Petro:”Colombia suma dos años sin inversión, lo que hace casi imposible que la economía pueda crecer”. Mientras tanto, en un contexto de zozobra y pérdida de la credibilidad en la confianza como país, las exportaciones han bajando, la renta per capita sigue revelándose más cercana al tercer mundo que al primero (apenas 6.800 dólares) y la inversión extranjera vuelve a caer por segundo año consecutivo, lo que explica el escaso aumento del PIB en estos dos últimos años.
La violencia está desbordada, ya no solamente la proveniente de los grupos terroristas, como el Ejército de Liberación Nacional (ELN) -con quien el ejecutivo mantiene unas conversaciones fallidas- y las disidencias de las FARC-, sino que la delincuencia en las ciudades y la percepción de la misma en la opinión pública ha ido en aumento. Luego en este año, sin que todavía haya concluido, van 71 grandes masacres con 247 víctimas y el número de homicidios, según va la tendencia superará a los del año 2023 (12.682). La extorsión en casi todas las ciudades, los secuestros y el hurto está absolutamente fuera de control.
Durante los cuatros años del Gobierno del presidente Duque se presentaron 658 secuestros, mientras que, en los dos primeros años del gobierno actual, se han denunciado por lo menos 590. La cifra de secuestros en Colombia durante el 2023, no se veía desde el 2014 y la cifra de secuestro del presente año, algo más de 600, no se veía desde el 2017. En lo que respecta a la capital, Bogotá, hay que reseñar las preocupantes cifras: 1.111 personas fueron asesinadas en la ciudad, entre el 1 enero y el 4 de diciembre de 2024. Esta cifra supera ampliamente el registro de homicidios de los dos últimos años, concretamente con respecto al año 2023 (863 homicidios), y sitúa a esta ciudad entre las más peligrosas del mundo en varios ranking.