LA IRRELEVANCIA DE ESPAÑA EN EL MUNDO Y EL NECESARIO CONSENSO, MÁS ALLA DE LOS PARTIDOS, EN POLITICA EXTERIOR
Los fracasos en política exterior de España han sido un hecho consumado en los últimos meses y desde hace años ningún español es elegido en cargos de relevancia internacional, ta como ocurría en los tiempos de los gobiernos de González y Aznar.
Gobierno y oposición, en lugar de emplear la política exterior como arma arrojadiza entre ambas partes, deberían reflexionar sobre la crisis de la misma y buscar un necesario consenso nacional sin exclusiones sobre tan fundamental asignatura.
por Ricardo Angoso
Los recientes acontecimientos ocurridos en nuestra frontera con Marruecos, donde casi 10.000 inmigrantes casi empujados por las autoridades marroquíes “invadieron” Ceuta, revelaron la debilidad de nuestra acción exterior, al no prever la reacción marroquí ante la visita de un líder del Frente Polisario a España por motivos sanitarios, y la falta de un plan de contingencia por parte de nuestros servicios de seguridad del Estado para ser capaces de vislumbrar estas amenazas antes de que ocurran. Las consecuencias de este grave incidente fronterizo revelaron, con toda su fuerza y dramatismo, la debilidad de nuestra política exterior y la patética soledad de España en la escena internacional país, ya que Estado Unidos apoyó a Marruecos sin ningún género de dudas y la Unión Europea nos mostró un tibio apoyo (¿?).
Pero lo realmente grave fue lo que vivimos después en el Congreso de los Diputados, donde los partidos políticos del Gobierno mostraron una posición titubeante y poco decidida a la hora de defender los intereses de España tal como requería el envite que nos presentaba sobre la mesa el enemigo histórico de nuestra nación, Marruecos, mientras que los partidos de la oposición utilizaron la crisis como arma arrojadiza contra el ejecutivo presidido por Pedro Sánchez. Los partidos de la oposición, al margen de que tuvieran sus razones para demandarle al ejecutivo una mejor y más decidida acción exterior para hacer frente a la crisis, no deberían de haber salido del debate en la cámara sin al menos haberle exigido un gran acuerdo nacional sobre cuestiones tan relevantes como la inmigración ilegal, las relaciones con nuestros socios del Sur, la defensa de la integridad territorial de nuestras plazas en Africa -siempre cuestionada por Rabat- y el futuro estatuto del Sahara de acuerdo a la legalidad internacional y a las resoluciones acordadas por Naciones Unidas.
Está claro que nuestro modelo de política exterior hace aguas desde hace años y los tozudos hechos así lo revelan, desgraciadamente. El problema tiene múltiples explicaciones, como la diplomacia paralela impulsada en los últimos años, dando un peso a determinadas autonomías más empleado en detrimento de España que en favor de la misma, y la falta de un consenso entre las grandes fuerzas políticas presentes en el parlamento sobre las cuestiones centrales que afectan a los intereses generales de nuestro país en política exterior.
MARRUECOS NOS ZARANDEA, ARGELIA NOS TIENDE TRAMPAS
Esta situación a la que hemos llegado, que nos ha llevado a la irrelevancia en el mundo, como ya señalaba anteriormente, era denunciada por la catedrática de Derecho Internacional Público Araceli Mangas en un reciente y brillante artículo: “Pues a pesar de disponer de dos diplomacias paralelas, los fracasos exteriores de España son múltiples. Con Trump (no nos avisó su apoyo a un Sáhara marroquí) y sin él (Biden ni habló ni miró al mendicante Sánchez que hizo el paseíllo pegado a él). Marruecos nos zarandea, Argelia nos tiende trampas. Desde hace años ningún político o alto funcionario español es elegido en sedes internacionales”.
Pero estos síntomas de que algo falla en nuestra política exterior tienen mucho que ver con las causas y las mismas están intrínsecamente ligadas a la falta de un consenso entre todas las fuerzas políticas sobre los intereses de España en el exterior. Por ejemplo, España debería tener una agenda en política internacional que pasase por la defensa, sin renuncias de ningún tipo ni excepciones, de los derechos humanos, las libertades fundamentales y la democracia en todo el planeta, desde Bielorrusia a Venezuela, desde Moscú a La Habana. Basta ya del doble rasero con el régimen de Maduro y auspiciar diálogos imposibles con déspotas criminales, ese camino, como ha demostrado la historia, es un viaje hacia ninguna parte que, simplemente, nos desacredita ante los ojos de medio mundo.
EL MEDITERRÁNEO, CONFLUENCIA DE PROBLEMAS Y CONFLICTOS
Otro aspecto central en esa política exterior debería tener como norma básica no perder de vista quienes son nuestros aliados y amigos, en definitiva nuestros socios, y no olvidar nunca que nuestras aspiraciones deberían pasar por una mayor fuerza, potencia política y sobre todo capacidad de impulsar iniciativas en instituciones a las que pertenecemos desde hace años, tales como la Unión Europea (UE) y la OTAN.
Abandonar a nuestros amigos, como nos pasó por apoyar a Turquía en sus litigios con Grecia y Chipre, nos llevó a perder un importante acuerdo entre Atenas y la empresa Navantia para construir cuatro fragatas F-110. Perdimos 5.000 millones de euros y centenares de empleos. La prensa griega -el diario Ta nea o el medio especializado Ptisidiastima– aseguraron, en su momento, a que el adiós a Navantia se debía a que el socialista Sánchez no apoyó suficientemente a Grecia frente a Turquía el pasado año, cuando se desplegaron buques de guerra en el mar Egeo. El Mediterráneo, pero sin dejar de lado a nuestros amigos en este área, que son nuestros socios en la UE -Chipre, Malta y Grecia-, debe ser otra prioridad fundamental consensuada entre todos los partidos presentes en el parlamento.
Luego están dos asuntos que deberían ser también centrales, como nuestra presencia en todos los ámbitos de la vida en América Latina, enarbolando la bandera de la democracia, el libre mercado y los derechos humanos, e Israel, que no es un asunto secundario ni baladí, dadas nuestra relación especial y cercanía cultural con el pueblo judío. Basta ya de contemporizar con el terrorismo palestino y olvidar nuestros lazos históricos con Israel.
PERSPECTIVAS NADA HALAGÜEÑAS
Para ir concluyendo, el modelo político que debería buscar España para ser de nuevo relevante en el mundo debería ser algo parecido al alemán, donde democratacristianos y socialdemócratas tienen una visión común de la política exterior y ambos defienden los intereses generales del país al margen de cual de los dos esté en el gobierno, o al norteamericano, donde demócratas y republicanos guardan un consenso fundamental sobre los grandes asuntos de la Nación y también convergen en la defensa de determinadas líneas rojas en la escena internacional.
Sin embargo, pese a estas buenas intenciones, nuestros partidos políticos van por libre y siguen enzarzados en estériles discusiones ajenas a toda propuesta razonable acorde al necesario consenso en estas cuestiones. Nuestros representantes políticos disparan por disparar y obviando el interés general en aras de extraer, en medio del combate, réditos políticos en próximos combates electorales.
Termino estas reflexiones de una forma crítica con unas palabras de la ya citada profesora Mangas, que espero que sean más un análisis coyuntural que una profecía de previsible cumplimiento:” No se cuenta con España como sucedía en los tiempos de F. González o J.M. Aznar (con sus alineamientos equivocados); hace más de un decenio que la locomotora franco-alemana no comparte sus proyectos con España. España no representa nada ni interesa en el planeta. No hay proyecto de país, no hay proyecto exterior. Lo dramático es que la política exterior, de la que es tan dependiente la estabilidad e integridad territorial de España, no interesa a los políticos españoles ni a los medios de comunicación ni a la ciudadanía”.