¿EXISTE EL RIESGO DE UNA GUERRA ENTRE RUSIA Y UCRANIA?
Es evidente que sí, pero quien desencadene el conflicto pondrá en riesgo la estabilidad y la seguridad en el continente europeo por muchos años, llevándonos a una nueva Guerra Fría de consecuencias impredecibles para todos.
por Ricardo Angoso
Los tambores de guerra ya suenan en la región y asustan. En primer lugar, la concentración de unos 100.000 soldados rusos en la frontera entre Rusia y Ucrania, tal como aseguran los servicios de inteligencia norteamericanos, es un hecho que ha provocado intranquilidad y preocupación, lógicamente, en Ucrania, país que ha sufrido en los últimos siete años la anexión de Crimea y la ocupación de las regiones del Donbás, donde la minoría rusa, con la ayuda de Moscú, sostiene una guerra que ha dejado 14.000 muertos en el camino y la devastación material y económica de esta zona del país. Ucrania tampoco ha ahorrado esfuerzos por recuperar este territorio y se ha empleado a fondo, con bombardeos y ataques indiscriminados de su artillería, para volver a reintegrarlo.
Por otra parte, esta situación en la frontera ruso-ucraniana acontece en un momento de gran tensión en la región debido a los serios incidentes fronterizos entre Bielorrusia y sus vecinas Polonia y Lituania, aunque la crisis parece ahora cerrada o al menos atemperada porque ambas partes parecen haberla reconducido apelando al sentido común. O al menos así lo parece.
La percepción de la amenaza rusa y la presencia de estas tropas en la frontera ruso-ucraniana ha llevado a que Ucrania, Polonia y Lituania hayan tejido en estas semanas una suerte de alianza para pedir sanciones occidentales más fuertes contra Moscú. Los presidentes polaco, Andrzej Duda, y el lituano, Gitanas Nauseda, se reunieron con el presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyy, en Huta, en los Cárpatos occidentales de Ucrania, en una muestra de apoyo ante el aumento de las tropas rusas en su frontera.
“En una declaración conjunta emitida tras la reunión, los tres líderes pidieron a la comunidad internacional que intensifique las sanciones a la Federación Rusa por su actual agresión contra Ucrania y volvieron a instar al Kremlin a desescalar la situación retirando sus tropas de las fronteras ucranianas y de los territorios temporalmente ocupados”, informaba la páginas web del canal euronews.com al referirse a esta cumbre tripartita.
La gran incógnita radica en saber qué haría Occidente si Rusia atacase con sus fuerzas a Ucrania y ocupase una parte de su territorio. Hace 42 años, el 24 de diciembre de 1979, en unas circunstancias bien distintas condicionadas por una larga Guerra Fría en que la disuasión nuclear jugó un papel fundamental para evitar un gran conflicto, la Unión Soviética invadió Afganistán y Occidente no hizo nada de nada por defender el país y por garantizar su soberanía e integridad territorial, comenzando una cruenta guerra civil que aún hoy da sus últimos coletazos en una suerte de sangría interminable.
¿QUE HARIA OCCIDENTE SI RUSIA ATACA A UCRANIA?
¿Se quedaría Occidente, con los Estados Unidos al frente, de brazos cruzados sin hacer nada y dejaría a Ucrania a su suerte? No parece un escenario muy realista; Ucrania no es Afganistán. Ni Joe Biden es Jimmy Carter, quizá uno de los peores presidentes de la historia norteamericana. El problema radica en que Ucrania no es miembro de la OTAN y no se podría invocar para defenderla el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte que prevé la mutua defensa si uno de sus miembros es atacado por una potencia extranjera. Defender a Ucrania no sería tarea fácil y conllevaría muchos riesgos de todo tipo.
Parece que la única salida para contener a Rusia y su exhibición gratuita de fuera sería la combinación de más sanciones económicas y acciones políticas más contundentes. “En el plano económico hay un amplio abanico de opciones, entre las cuales algunas que podrían ser efectivamente muy dolorosas para Rusia, pero aquí también con muchos riesgos colaterales que complican el escenario. Muchas opciones de sanciones económicas acarrearían considerables daños a Occidente, y además de una forma asimétrica —golpeando especialmente a la UE— que dificulta el esencial hallazgo de un consenso. Otras opciones más viables son menos eficaces y difícilmente alterarían el cálculo estratégico de Vladímir Putin. Instrumentos que provoquen un amplio daño a la ciudadanía rusa corren el riesgo de reforzar el apoyo popular al Kremlin. Acciones de aislamiento financiero-comercial pueden además, sobre todo en el pensamiento del liderazgo chino, fomentar la determinación para construir alternativas a los sistemas occidentales ahora centrales”, aseguraba en una certera nota la analista Andrea Rizzi en el diario español El País.
Los ucranianos, que no ocultan sus pretensiones ahora de ingresar en la Unión Europea y la OTAN, saben que esos anhelos, precisamente, son las líneas rojas que Putin ha puesto sobre la mesa a los occidentales y que Moscú recela de una presencia militar mayor de la Alianza Atlántica en sus fronteras. El choque de trenes entre las dos partes está servido y requerirá altas dosis de fina política y sutil diplomacia para poder resolver el embrollo. El tono empleado por los dirigentes de ambos países, desde luego, no invita al optimismo.”Nuestra tarea común es contener la amenaza, la amenaza de Rusia, proteger a Europa de la política agresiva de Rusia. Hoy Ucrania, Polonia y Lituania están a la cabeza de esta contención”, ha asegurado el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, quien se ha puesto al frente de una gran coalición contra Moscú.
Mientras tanto, el presidente ruso, Vladimir Putin, quiere que Ucrania y Georgia queden fuera de los futuros planes de ampliación de la OTAN y que los movimientos de tropas y fuerzas de esta organización en Polonia y los tres países bálticos tengan un carácter reducido, de tal forma que no se permitirían bombarderos pesados ni buques de guerra en áreas fuera del espacio aéreo nacional de esas naciones o en aguas desde las que pudieran lanzar un ataque, previsiblemente contra Rusia. Vistas las posiciones tan antagónicas, por ahora el acuerdo está muy lejos y la tensión entre las partes va en aumento. Las espaldas siguen en alto, el riesgo de un conflicto no es un escenario descartable.