Israel vencerá, pero necesita otra política de seguridad y defensa

¿QUE FALLO EN ISRAEL?

 

El ataque del 7 de octubre será, casi con toda seguridad, un antes y un después en la historia de Israel. Es necesario que saquemos algunas conclusiones sobre qué es lo que falló ese día para que en el futuro no se repitan los mismos errores.

 

Por Ricardo Angoso

 

Esta pregunta debería ser formulada de otra forma, es decir, habría que preguntarse qué es lo que no falló el fatídico sábado 7 de octubre cuando a las 6.30 AM Hamás atacó a Israel por tierra, mar y aire, destrozando el mito de la invencibilidad del Ejército hebreo frente a sus enemigos árabes. Varios elementos y factores, que analizaremos a continuación, explican el origen de esta auténtica tragedia para Israel, con más de 1.300 muertos, más de 3.000 heridos y dos centenares de rehenes en manos de Hamás, y nos dan algunas pistas de porqué las fuerzas de seguridad israelíes fueron incapaces de  garantizar la seguridad de su país en un momento crítico. La acción de Hamás tomó por sorpresa a todos, incluidos a los más avezados analistas de Oriente Medio, y ha abierto la espita para una nueva guerra en Oriente Medio.

 

El Gobierno. El actual ejecutivo israelí, presidido por Benjamín Netanyahu, no ha servido como catalizador en los últimos años para unir a la sociedad israelí, sino que ha sido más bien lo contrario: ha dividido a los israelíes en dos bandos casi irreconciliables a causa de su polémica reforma de la justicia y difuminado el proyecto nacional nacido en 1948. Netanyahu no ha sido capaz de conformar una amplia base social en torno a su proyecto y se echó en manos de los sectores más radicales del espectro polítics, alejándose de toda posibilidad de lograr consensos sobre asuntos capitales y aunar esfuerzos para avanzar sobre una base mayoritaria en la sociedad israelí. En ese momento de debilidad, que sus enemigos conocían bien porque conviven con los israelíes, Hamás aprovechó la ocasión para atacar.

 

Las divisiones internas. Netanyahu no pasará a la historia, por muchos años que haya gobernado, como uno de los mejores líderes de Israel. Ha divido la sociedad entre partidarios de sus reformas y sus detractores, entre ultrareligiosos y laicos y entre extremistas de derecha y liberales, apostando en esa estrategia por seguir en el poder al coste que sea y sin buscar forjar grandes alianzas entre estos sectores enfrentados, sino más bien lo contrario: frutos de esas divisiones, haciendo gala del divide et impera, Netanyahu ha forjado su poder durante años. Un poder omnímodo que no le sirvió para hacer frente a las amenazas externas que estaban por llegar, mientras que las divisiones internas mermaban la capacidad estratégica de Israel para visualizar las mismas, que estaban ahí, a la vuelta de la esquina.

 

La ausencia del diálogo político. Haber desdeñado durante años el diálogo con los sectores más moderados del mundo palestino, como la Autoridad Nacional Palestina (ANP), ha sido un gravísimo error y el mismo explica el auge de Hamás en Gaza. Bloqueado ese diálogo político, sin expectativas de cambios en la vida del pueblo palestino, miles de palestinos abrazaron el ideario genocida y criminal de Hamás, que se hizo fuerte en Gaza, mientras que la ANP se mostraba incapaz de ofrecer nada a su pueblo y la impotencia cundía entre los palestinos. Ese diálogo político hay que retomarlo, aunque tenga sus costes en términos políticos, y será el mejor antídoto para marginar a Hamás del tablero regional.

 

Los servicios de inteligencia. Nadie se explica como uno de los mejores servicios de inteligencia del mundo, el Mosad, ha fallado de la forma tan notoria como lo ha hecho en esta crisis. Con todos los medios tecnológicos a su alcance, cuadros humanos suficientemente preparados y con larga experiencia y con un pasado histórico plagado de atentados, amenazas terroristas y guerras sorpresa, no se explica como nadie en el Mosad supo prever la catástrofe que se avecinaba. ¿Como se explica que el Mosad no tenga fuentes internas o agentes en el interior del Hamás? ¿Cómo es posible que las conversaciones de los máximos líderes de Hamas no fueran interceptadas o monitoreadas de alguna forma?

 

Subestimar al adversario. Israel creyó, al igual que en el 1973, que el adversario no sería capaz de atacarlo frontalmente y que continuaría simplemente con el hostigamiento a Isael lanzando esporádicamente cohetes y llevando a cabo acciones terroristas. Pero esta vez no fue así y el adversario, que era mucho terrible y estaba mejor organizado de lo que pensaban las autoridades israelíes, se embarcó en un conflicto clásico de ataque directo, sobre todo sobre objetivos civiles fáciles de eliminar, secuestrar y asesinar de las formas más viles. La creencia de que Hamás no buscaba una escalada del conflicto fue una errónea percepción que llevó a la fatalidad acaecida el 7 de octubre.

 

Desviar la atención hacia Cisjordania y los colonos. Muchos de los conceptos que Israel maneja en seguridad y defensa seguramente serán revisados tras esta acción de Hamas. La protección del atacado, destruido y masacrado del kibutz Be´ri ha revelado las pocas posibilidades que tienen los núcleos de población aislados y sin medidas de protección suficientes para ser defendidos por las fuerzas de seguridad israelí, algo que también ocurre con los centenares de asentamientos o colonias judías. Hay centenares de asentamientos repartidos por Cisjordania, los Altos del Golán y Jerusalén; protegerlos a todos y a los más de 550.000 colonos no es una tarea fácil. Habrá que modificar muchos de los esquemas de seguridad con respecto a la defensa de los mismos y ver si realmente, sobre el terreno, son factibles. La excesiva atención a lo que sucedía en Cisjordnia y a la protección de los colonos nos hizo olvidar que existía la Gaza de Hamás, un enemigo brutal y terrible agazapado tras sus cohetes amenazantes.

 

El concepto de seguridad de Israel. Los últimos gobiernos de Israel pensaban que Hamás seguiría atacando a Israel con cohetes pero nunca pensó que llevaría a cabo una acción militar coordinada por tierra, mar y aire contra objetivos civiles fáciles de atacar. Hamás coordinó durante meses la acción, preparó a sus efectivos, recabó información precisa y detallada sobre los objetivos a atacar y evitó la interferencia de sus planes evitando la alteración de los mismos porque la inteligencia israelí nunca esperó un ataque de estas características. La doctrina de seguridad israelí imperante hasta ahora ha quedado obsoleta este 7 de octubre y habrá que replantear otra acorde a las nuevas amenazas.

 

La autocomplacencia. Israel había olvidado su propia historia, se había acomodado al crecimiento económico, la prosperidad y el desarrollo económico, olvidando su larga trayectoria de guerras, conflictos y hostigamiento por parte de los árabes. Ese sueño se acabó violentamente y, de la noche a la mañana, hemos descubiertos que nuestros enemigos siguen ahí, agazapados, esperando desde nuestra autocomplacencia con la realidad imperante, a atacar el sueño israelí y destruirlo para siempre. Es triste decirlo, pero es la triste realidad: hay miles de árabes que siguen pensado desde 1947 que la única solución al problema judío es exterminándolos. Si nos somos conscientes de esa idea, por muy repudiable que pueda resultar, seguiremos durmiendo sobre un barril de pólvora.

 

El ejército. Los ciudadanos israelíes atacados ese 7 de octubre se preguntaban horrorizados “¿pero dónde está nuestro ejército?”. Nadie tenía la respuesta, nadie sabía dónde estaba a ciencia cierta. Las llamadas Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) tendrán que revisar su doctrina defensa tras este ataque y acomodarla a los nuevos tiempos, en que las amenazas no provienen ya de Estados, sino de organizaciones terroristas con ingentes medios, apoyo y financiación del exterior (Irán y Siria, principalmente) y capacidad operativa para realizar ataques indiscriminados y causar grandes daños. Mientras Israel vivía el sueño árabe, normalizando sus relaciones con sus vecinos, Hamás trabajar en dinamitar el mismo y causar una matanza sin precedentes en la historia del Estado hebreo.

 

Las consideraciones de índole religiosa primaron sobre las relativas a la seguridad. Como pasó en la guerra del Yom Kipur, cuando Israel fue atacado por sus vecinos árabes en plena celebración de una de las fiestas más importantes del mundo judío, este 7 de octubre coincidía con el final del Sucot y todo transcurría con calma, sin estar atentos a las amenazas, mientras los hombres de Hamás se encaminaban prestos a llevar a cabo un gran ataque especialmente contra objetivos civiles. En el futuro, este tipo de errores deben de volver a ocurrir y esa es una de las principales conclusiones de esta sangrienta lección: Israel no puede bajar la guardia por consideraciones de índole religiosa. Los enemigos de Israel están siempre atentos para atacar en las fiestas sagradas de los judíos.

 

 

 

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