VICTORIA DE LULA EN BRASIL, OTRA DERROTA DE OCCIDENTE
Brasil seguramente se unirá al bloque que apoya al eje Rusia-China y ya Lula ha señalado a Occidente como responsable de la guerra de Ucrania sin condenar al genocida ruso, Vladimir Putin. Se anuncian malos tiempos.
por Ricardo Angoso
En términos regionales, la noticia es un desastre para América Latina y consolida el giro hacia la izquierda de todo el continente. Tras las victorias de la peor izquierda en Perú, Chile y Colombia, tres de los pesos pesados a nivel económico a escala continental, ahora se le viene a unir el vuelco de Brasil, la primera economía de América Latina, y el regreso de Lula a la primera línea de la escena política como presidente por segunda vez en la historia de este país de algo más de doscientos millones de habitantes.
El problema es que este Lula no es como el de la primera vez, que se mostraba como un hombre pragmático, desarrollado, moderado y gobernante mesurado, sino que ahora aparece como lo que realmente llevaba dentro: un izquierdista radical, antioccidental y antieuropeo y ferviente defensor de esa izquierda jurásica latinoamericana que comulga con los Castro y no hace ascos a ese tándem dantesco, deplorable (en sus resultados) e infernal conformado por Chávez y Maduro.
Lula ha tenido la desvergüenza, como tantos otros, de apoyar a Rusia en la guerra de agresión contra Ucrania, confundiendo al agresor con el agredido y señalando a la OTAN, la UE y los Estados Unidos de ser los responsables de la guerra. Hasta un ministro ucranio tuvo que leerle la cartilla y mostrarle a Lula lo que realmente estaba pasando en este país masacrado, bombardeado y arrasado por ese genocida criminal llamado Vladimir Putin. Lula no es que sea tonto, es que como toda la izquierda latinoamericana cualquier motivo es bueno para atacar a los Estados Unidos y culparles de todos los desmanes en todas partes del mundo.
Estados Unidos y Europa, en ese credo de la estúpida izquierda latinoamericana, siempre son culpables por el simple hecho de existir; hagan lo que hagan siempre son responsables de todo lo malo que hay en el mundo. Fruto de esa imbecilidad congénita y difícilmente clasificable, Lula sigue la senda de otros sublimes majaderos continentales y seguramente optará por una política exterior antinorteamericana, en consonancia con sus futuros aliados, que son los del pasado, tales como la Cuba de los Castro, la Venezuela de Maduro, la Colombia de Petro, la Argentina peronista y el Chile de Boric. No hay nada que una más que la necedad y la ignorancia, que el odio la vecino del Norte y a la Europa que les dio hasta la lengua con la que nos insultan y difaman. Qué patéticos son, de veras.
GOLPAZO PARA OCCIDENTE, AVISO PARA ISRAEL
Pero si Occidente, en términos geoestratégicos, pierde un aliado en las Américas, tampoco la noticia debe ser bien recibida en la región, porque consolida el bloque izquierdoso y autoritario en la misma y alienta a otros a seguir la senda de los mentecatos de que por la vía política es posible llegar al poder y revertir el camino democrático hacia el populismo neoautoritario de la izquierda jurásica al mejor estilo castrochavista. Estamos bien jodidos, amigos, nadie sabe hacia cierta hacia donde vamos, quizá hacia ninguna parte.
Para Israel, tampoco es una buena noticia. Lula simpatiza con la causa palestina, se ha fotografiado numerosas veces con líderes de la comunidad palestina más radical, personajes henchidos odio y rencor hacia los judíos, y late en él ese odio tan característico y genético que solamente las izquierdas más odiosas y recalcitrantes suelen poseer hacia el pueblo hebreo, tal como conocemos en España muy bien de la mano de esos nacionalcomunistas de Podemos. Pablo Iglesias, Lula, López Obrador y Petro, por mucho que nos los pinten de progresistas, son una pléyade que rezuma odio, animadversión por los cuatro costados. Por no hablar del ex presidente colombiano Juan Manuel Santos, que reconoció traicioneramente a “Palestina” el último día de su mandato para ultrajar a Israel. Valiente desagradecido al que Estado hebreo le colmó de ayudas y proyectos para después traicionarlo.
Que nadie piense que algo bueno vendrá de Lula, quien no perdió el tiempo en nada más ganar las elecciones reunirse con su par argentino, Alberto Fernández, y hablar telefónicamente con Maduro, al que siempre ha ensalzado por haber contribuido con su trabajo en «la lucha por proyectar a Venezuela en el mundo y en la construcción de una América Latina más democrática y solidaria».
Si con el Brasil de Bolsonaro, con todas sus taras y defectos, Occidente tenía un aliado y un amigo sólido, no cabe duda que con Lula tenemos que añadir una grave pérdida más a la lista de si no de seguros enemigos, como la Venezuela de Maduro, un amigo de uno nuestros mayores enemigos, Rusia. Geoestratégicamente hablando, dado el peso de Brasil, la nueva balanza a nivel mundial se inclina claramente, en términos demográficos, en favor del eje Rusia-China. India, Irán e incluso la titubeante Turquía, junto ahora Brasil, conforman un bloque clave y su papel en la escena internacional será protagónico en los próximos años frente a un Occidente que podría empezar a mostrar fisuras después de meses de unanimidad ante la agresión de Rusia a Ucrania.