LAS HORAS MAS BAJAS DE VALDIMIR PUTIN
Mientras que Vladimir Putin parecía haber huido de la capital rusa, en un gesto de inusitada cobardía que revelaba la gravedad de la situación, los negociadores del Kremlin cerraban un acuerdo con el jefe de la milicia Wagner, Evgeny Prigozhin, para que se retirara a Bielorrusia y detuviera su marcha hacia Moscú. El golpe de Estado había sido detenido, pero el máximo líder ruso exhibía una debilidad que muestra a las claras la división en el Ejército ruso acerca de la conducción de la guerra.
Por Ricardo Angoso
El tira y floja entre las autoridades de Moscú y las milicias del grupo Wagner, que comanda el controvertido Evgeny Prigozhin, han llegado al límite más peligroso y el riesgo de una confrontación entre las partes es cada vez más factible. Prigozhin ha desafiado a sus dos principales rivales en Moscú, el ministro de Defensa Sergei Shoigu y el general ruso Valery Gerasimov, y les ha mostrado a las claras que han perdido su capacidad de liderazgo para dirigir a las Fuerzas Armadas rusas. Prigozhin lleva exigiendo la destitución de Shoigu desde hace meses y ha actuado en el conflicto de Ucrania por libre, criticando a los mandos militares rusos por su negligencia en la guerra y reclamando más armas para hacer frente a los ucranios. Ahora, tras el pacto entre el Kremlin y Prigozhin, por él que este caudillo se instalará en territorio bielorruso y seguirá conservando el control sobre sus milicias, su poder se refuerza y no lo contrario, como piensan algunos en Moscú.
Ante la crisis, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, que al parecer huyó de Moscú en plena asonada el pasado sábado hacia su residencia en Valdai, reforzó la seguridad de la capital rusa, donde se vivía un ambiente similar, con blindados en las calles y fuerzas militares patrullando por la ciudad, al del golpe de Estado de 1991 contra Mijail Gorbachov. En un mensaje a la nación, Putin reconoció que la ciudad Rostov estaba en manos del Grupo Wagner y que la asonada iba en serio. Solamente se pudo desactivar por la vía diplomática porque si no el derramamiento de sangre hubiera sido inevitable; las fuerzas de Wagner ya se encontraban a 360 kilómetros de Moscú y había que ceder para evitar desastres mayores, aunque eso significara hacer concesiones a Prigozhin y mostrar públicamente la debilidad del Kremlin en las horas más bajas.
Putin, caflicó estos hechos como “una puñalada en la espalda a nuestro país” y que tomaría “medidas decisivas” para controlar la situación, lo que hacía prever que exhibiría su habitual brutalidad para resolver la crisis. Nada de eso ocurrió y Prigozhin no se amedrentó, asegurando en un mensaje que seguiría adelante en su acción armada, llegando a hablar incluso de una posible “guerra civil”. El órdago le salió bien y Putin acabó cediendo a sus exigencias. También el jefe de Wagner acusó de corrupción a los altos mandos militares rusos, asegurando, vehemente, que se roban todo para enriquecerse, mientras sus hombres mueren en las trincheras sin equipos ni armas.
Fuentes de la inteligencia del Reino Unido consideran que Rusia afronta el mayor desafío interno en años, en el que será clave el grado de lealtad del ejército al Kremlin. “La conocida enemistad entre el empresario y el Kremlin ha escalado a “confrontación militar” y la pasividad con la que algunos militares rusos han aceptado el levantamiento de los mercenarios hace pensar en que lo aceptan, añade esa fuente”, aseguraba el diario madrileño El País al analizar la crisis vivida este pasado fin de semana.
GOLPE DE SUERTE PARA KIEV
En Kiev, mientras tanto, el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, ha afirmado que la revuelta demuestra que “la debilidad de Rusia es obvia” y ha advertido que cuanto más tiempo mantenga Moscú a sus tropas y mercenarios en Ucrania, “más caos, dolor y problemas tendrá después” en su propio país. La situación es crítica en medio de un ambiente de confusión, desconfianza, traición y debilitamiento de la imagen de Rusia tras la debacle de Bajmut, que aunque finalmente ocupada por las fuerzas rusas demostró las carencias de las mismas en cuanto personal, armamento y capacidad ofensiva. Los rusos tardaron nueve meses en ocupar esta ciudad y aún hoy los ucranios siguen anunciando que hay focos de resistencia de su ejército en los alrededores. Lo que se presentía como un gran paseo militar acabó en una suerte de Stalíngrado ruso para los hombres de Putin. Esta revuelta militar del pasado sábado constituye, sin lugar a dudas, un golpe de suerte para Kiev en plena contraofensiva ucrania.
En cualquier caso, sean cuales sean las consecuencias de esta asonada militar, la imagen de Putin, como la de Gorbachov en 1991, saldrá muy erosionada políticamente y su liderazgo moral y político en sociedad rusa muy cuestionado por muchos de sus ciudadanos y servidores públicos. También el fallido golpe de Estado revela que el supuesto monolitismo que existía en la sociedad rusa en torno a su presidente no era tal. Incluso es muy significativo que aliados incondicionales de Putin, como el líder checheno Ramzan Kadyrov, hayan guardado un ambiguo silencio durante horas ante la operación militar puesta en marcha por las milicias de Wagner. Kadyrov controla un grupo considerable de soldados estimado en 20.000 hombres y hasta ahora nunca había puesto en duda el liderazgo de Putin en la guerra de Ucrania. Algo parece que se está moviendo en Moscú y el último enterarse, como suele ocurrir en estos casos, es Putin.
La guerra comenzada por Putin en Ucrania ha sido el más craso error cometido por el máximo mandatario en todo su largo e interminable mandato. “Los planes de Putin se truncaron y lo que pretendía ser una ocupación y conquista relámpago encalló en el territorio ucranio. El coraje inesperado que demostraron su presidente, Volodímir Zelenski, y su ejército, con el apoyo incondicional y medido de Occidente, unido a las calvas de su propia estrategia militar, sumieron el conflicto en una guerra de largo aliento que amenaza con convertirse en un nuevo foco de conflicto armado duradero como los que hacen temblar Oriente Próximo. Pero, un año y medio después de intentar reescribir la historia patriótica rusa, ahora se enfrenta al mayor desafío que le ha procurado su aventura. Y es que, por primera vez, el enemigo está dentro”, aseguraba con mucho tino la analista española Berna González Harbour en las páginas del diario El País.
A pesar del desenlace negociado tras horas de incertidumbre, Moscú muestra una clara crisis liderazgo y Putin aparece más debilitado que nunca, tanto en su proyección exterior como interior. Su huida, en apenas unas horas de iniciado el golpe, muestra a las claras esa debilidad y la de sus fuerzas militares, incapaces de haber detenido al grupo Wagner en su marcha hacia Moscú, que apenas se detuvieron a 360 kilómetros tras haber impuesto sus condiciones a un debilitado Putin. Lo que pueda pasar a partir de ahora es hacer conjeturas, pero no cabe duda de que hay una antes y un después de esta crisis y que Putin atraviesa sus horas más bajas.